Carta programática a todos los sacerdotes de la diócesis

Carta pastoral programática del arzobispo de Burgos, Fidel Herráez Vegas, dirigida a todos los sacerdotes de la diócesis.

 

Muy queridos hermanos sacerdotes:

 

Desde hace dos meses estoy viviendo el regalo de Dios y vuestro de que caminemos juntos, como miembros de su Pueblo, para servirle aquí en Burgos. Transcurrido este tiempo, quiero compartir con vosotros algunas de las realidades que he ido viendo y varios de los proyectos cercanos que, con la ayuda de Dios, vuestra y del conjunto de la vida diocesana voy teniendo. Desde estas primeras líneas os ruego que me disculpéis la extensión de esta carta. Me permito pediros que la leáis hasta el final.

 

En primer lugar, doy muchas gracias a Dios por vosotros, los hermanos sacerdotes. No intento con esta afirmación halagaros el oído, sino expresaros una realidad en la que me vais introduciendo. Me considero muy afortunado de estar caminando, amando y sirviendo a sacerdotes como vosotros. Os percibo con gran valor en calidad y cantidad. Junto al grupo de los más jóvenes, hay otro muy amplio de edades medias, y otros que habéis recorrido más camino y a los que la Iglesia diocesana y todos nosotros os debemos mucho agradecimiento, cariñoso respeto y comprometido cuidado. Por lo que voy percibiendo, han sido y siguen siendo  diversos y complementarios los factores que han hecho posible esta realidad: Los hermanos Obispos que me han precedido y a los que en mi interior y públicamente sigo manifestando mi gratitud y admiración; muchos sacerdotes que en el Seminario,  en las parroquias y en otros campos de la vida diocesana os han ayudado en el inicio de la vocación, en el proceso de formación y en la preparación a la tarea pastoral; el hecho de la amplia vida cristiana en las familias, parroquias y otros ámbitos de nuestra Iglesia; el real, admirable y ejemplar clima misionero que os ha acompañado desde la infancia; la grande y fuerte carga de tradición cristiana que nos ha precedido y sigue presente aquí; la herencia de un patrimonio histórico-artístico, de los más fecundos y valiosos de la Iglesia en España; la Facultad de Teología, que ha sido una realidad valiosísima en vuestra formación teológica; y bastantes otros factores que podría seguir citando y que conocéis  mejor que yo. En el conjunto de la vida diocesana he querido y quiero estar especialmente cercano a vosotros por la muy especial misión de mediación sacerdotal a la que Dios os ha llamado.

 

Con vosotros ya he tenido y continúo en ello, además de los encuentros normales en nuestra vida ordinaria, dos posibilidades de irnos conociendo: Las tres reuniones generales de las primeras semanas y el encuentro personal que voy teniendo con cada uno durante los meses que se requiera. Quiero que nos conozcamos más de cerca para poder acompañaros mejor, ayudaros y serviros más directa y fraternalmente en el camino que compartimos.

 

Es de agradecer mucho a Dios y a quienes lo han hecho posible hasta ahora que tengamos dos Seminarios diocesanos: El metropolitano de S. José y el misionero “Redemptoris Mater”. Ambos, cada uno con sus características específicas, deben ser abiertamente valorados, cuidadosamente acompañados y comprometidamente potenciados por toda la Comunidad diocesana, y de forma muy especial por los sacerdotes. Esto conlleva coherentemente el ruego constante a Dios por las vocaciones sacerdotales y el decidido esfuerzo nuestro para ir haciendo atrayente a los jóvenes, con nuestra vida y palabras, la llamada de Cristo a participar en su Sacerdocio.

 

He ultimado ya mi paso por todas las Comunidades de Vida Consagrada Contemplativa. Es una altísima e inmensa riqueza espiritual presente en nuestra diócesis, obra del Espíritu del Señor y de la respuesta  generosa de tantos y tantas hermanos y hermanas nuestros. Con las Comunidades y Familias de Vida Consagrada Activa ya he tenido, como con los sacerdotes diocesanos, los tres encuentros (centro, norte y sur de la diócesis), para poder conocer y saludar a los más posibles. Mi proyecto a comenzar y a concretar muy pronto es ir estando con cada una de esas Familias Religiosas en sus respectivos lugares de vida y trabajo. En ambas concreciones de Vida Consagrada -contemplativa y activa- debemos seguir implicados de modo constante para agradecer a Dios ese don tan especial para la Iglesia, reconocerles como fuerzas vivas para la evangelización desde sus respectivos carismas, acompañarles con nuestra clara estima y ayuda, y esforzarnos por ser mediadores solícitos de Dios en suscitar nuevas llamadas a esa forma de vida.

 

He tenido también ocasión de contactar con diversas Asociaciones y Movimientos de laicos, tanto en la Jornada del Laicado, al poco tiempo de mi llegada a la diócesis, como en los encuentros con realidades diocesanas en las que colaboran y participan bastantes de ellos.

 

Mirando hacia adelante, os comparto ahora otro proyecto, en mi opinión imprescindible y de largo alcance: Quiero comenzar a visitar cada una de vuestras parroquias. Deseo hacerlo con agilidad y realismo. Dedicaré fundamentalmente los fines de semana (sábados y domingos, y viernes por la tarde cuando así se requiera), pasando de forma alternativa y continuada por las parroquias de la ciudad, por las de otros núcleos amplios de población y por los muchos pueblos sencillos y dispersos de nuestra amplia geografía diocesana. Así, con las mínimas interrupciones posibles, a lo largo de estos próximos años podría pasar al menos una vez por todas. Pienso que sería oportuno ir haciendo este recorrido pastoral por arciprestazgos. En este caso, me iría poniendo de acuerdo con los respectivos Vicarios episcopales de zona, arciprestes, párrocos y sacerdotes de cada parroquia. Podríamos aprovechar también este recorrido para celebrar en cada arciprestazgo las confirmaciones de los adolescentes, jóvenes y mayores que están en proceso de preparación para recibir este sacramento.

 

Tengo igualmente como propósito que vayamos elaborando, y pronto, un Proyecto diocesano (equivalente en términos sencillos a un Plan Pastoral), que esté ya ultimado cuando finalice el actual Plan trienal en el presente curso pastoral, de forma que al comenzar septiembre esté ya disponible para iniciar su puesta en marcha. Desearía que fuese breve (desarrollado en no más de 2 ó 3 folios), claro, concreto, facilitador de nuestro caminar en el anuncio del Evangelio, cohesionado en nuestro quehacer de conjunto, y en el que pudiesen caber  bien y sin esfuerzo los objetivos de cada ámbito de vida pastoral y posibles sugerencias que se nos brindan desde la Conferencia Episcopal. Ese Proyecto podría ser el cauce común diocesano que nos acompañase en los tres años siguientes, de forma que, partiendo de un núcleo básico, acentuásemos cada año algún aspecto que, de acuerdo con nuestro caminar, considerásemos más significativo. Me parece indispensable también que tanto en la elaboración como en la realización de dicho Proyecto se tengan en cuenta, según se requiera, tanto a las personas y realidades existentes en el ámbito eclesial como fuera del mismo.

 

Pido a Dios y a vosotros ayuda para algo que voy viendo también de mucha importancia de presente y de futuro: Los reajustes de nuestra organización diocesana (Vicarias episcopales, Curia diocesana, Delegaciones y Secretariados, Arciprestazgos, Parroquias, zonas urbanas y rurales…), a fin de actualizar, hacer más asequible, real y eficaz la ayuda pastoral al conjunto de nuestra diócesis y, desde ella, ofrecer mejor y más comprensible servicio a la sociedad burgalesa de la que formamos parte.

 

Considero normal que en algunos momentos de estos meses os preguntéis por posibles cambios en vuestras tareas diocesanas. En principio, es conveniente que cada uno sigáis con ilusión y entrega en los servicios diocesanos que se os han encomendado. A medida que yo vaya conociendo más de cerca el conjunto de la realidad diocesana, la sociedad burgalesa y a vosotros mismos, en aquellos ámbitos en los que nos lo requieran con claridad las necesidades y exigencias pastorales os iré proponiendo y pidiendo vuestra colaboración. Puesto que conozco las dificultades, y a veces los sufrimientos, que normalmente conllevan los cambios del quehacer pastoral, por mi parte quiero poner el máximo cuidado en su fundamentación y suma delicadeza en su realización. Por la vuestra, desde ahora os ruego a quienes puedan afectaros que me ayudéis con vuestra generosidad, disponibilidad y comprensión.

 

Estoy igualmente convencido de que en nuestra Comunidad eclesial es imprescindible la implicación de todos o de los más posibles. En este sentido, las Asociaciones, Movimientos, Grupos diversos de seglares y personas concretas de clara vida y compromiso cristianos, se necesitan no como un añadido secundario, pues nunca deben serlo, sino como parte integrante e indispensable de nuestro caminar eclesial. Conviene que en nuestro recorrido cristiano vivamos con claridad que la primera llamada y principal vínculo que nos une  a todos los miembros de la Iglesia es el común bautismo que Dios nos regala. Por ello, es ineludible que veamos también cómo seguir acogiendo y potenciando el caudal de vida que el Espíritu del Señor regala a nuestra Iglesia diocesana en este ámbito (el más amplio) de seguimiento de Jesucristo. En palabras del Papa Francisco, “uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros”.

 

Experimento, del mismo modo, la necesidad de que sigamos ofreciendo a nuestros jóvenes, de la forma más adecuada, todo aquello que consideremos verdaderamente valioso y que puede ayudarles en su recorrido por la vida. Al mismo tiempo, es de mucha importancia que estemos abiertos, con sencillo discernimiento, a su modo de percibir, valorar, proponer, aceptar o rechazar aspectos importantes de la vida personal, familiar, social, religiosa y eclesial, pues también a nosotros nos puede venir de ellos luz enriquecedora  para el común caminar.

 

Simultáneamente a esto, debemos seguir atendiendo, cada uno desde su misión y posibilidades, las realidades pastorales ordinarias e ineludibles del vivir diario: la esmerada atención al proceso de la iniciación cristiana, la entrega sin cortapisas al servicio concreto de los hermanos más necesitados material, humana y espiritualmente, el cuidado de los enfermos y ancianos, la educación de niños y jóvenes, el atento acompañamiento de las familias, el servicio y cuidado de nuestras comunidades cristianas, la oferta de las valiosas posibilidades que contiene nuestro riquísimo patrimonio artístico, el caminar en verdadera comunión eclesial de sacerdotes, vida consagrada y asociaciones diversas de laicos, la celebración litúrgica referencial que desde la Iglesia Catedral puede ofrecerse a toda la diócesis. Sobre este último punto os digo que, aunque la mayor parte de los sábados y domingos del año estaré recorriendo nuestras parroquias, en las fechas y fiestas que lo requieran siempre celebraré la Eucaristía o liturgia correspondiente en nuestra Catedral.

 

Permitidme que, antes de terminar esta extensa carta, comparta con vosotros una realidad de importancia primera y decisiva. Como hermano y servidor vuestro siento la fuerte necesidad de animaros a que nunca dejéis de orar diariamente. Aunque así lo estaréis haciendo, no quiero  dejar de subrayarlo. La misión que tenemos confiada requiere nuestro empeño, pero sólo somos sencillos instrumentos en manos del Espíritu al que hemos de abrirnos y entregarnos cada día en la oración.

 

A través de los diversos cauces establecidos de participación diocesana (Consejo de Gobierno, Colegio de Consultores, Consejo Presbiteral, Colegio de Arciprestes, Consejo Pastoral, Delegados Diocesanos, CONFER, Foro de Laicos…), mucho me ayudará y agradeceré recibir las oportunas sugerencias sobre estos u otras posibles realidades importantes de la vida de nuestra Iglesia diocesana, en orden a discernir su conveniencia, su mejor concreción -si procede-, y las formas y ritmos del indispensable compromiso para su progresiva realización. No obstante esos cauces, si algunos de vosotros consideráis que podéis ofrecer aportaciones provechosas, sentíos con libertad para enviármelas directamente por los medios habituales de comunicación. Lo que sí os ruego es que lo hagáis a lo largo de este mes de febrero. Posteriormente todo ese material será trabajado y perfilado por una Comisión constituida para ello.

 

¿Soy demasiado pretencioso o poco realista al ofreceros estas reflexiones, proyectos  y llamadas de hermano servidor de todos, que os hago en estas líneas? Abierto al Espíritu Misericordioso del Señor lo pongo todo. También bajo el cuidado amoroso de Nuestra Madre María. E igualmente, con confianza muy fraterna, en vuestras manos.

 

Os quiere vuestro hermano y obispo,

 

+Fidel Herráez Vegas

arzobispo de Burgos

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