Formarse en el Seminario: «Cuanto mayor es el desafío, mayor es la gloria»

En el día del Seminario, conocemos el testimonio de Luis e Isaac, dos jóvenes que han sentido que Dios les quiere para ser sacerdotes. Nos cuentan cómo sintieron la llamada y cómo es el día a día en aquella casa grande del paseo del Empecinado.

 

isaac hernando y luis garcía

Luis e Isaac son seminaristas de Burgos.

Tienen 18 y 24 años y, a pesar de su juventud, parece que tienen claro su futuro: quieren ser sacerdotes porque así sienten que se lo pide Dios. Puede resultar extraño que en pleno siglo XXI siga habiendo jóvenes con vocación, pero nada más lejos de la realidad, ellos no se consideran «bichos raros»: «Dios continúa hoy llamando, aunque los miedos puedan echarte un poco para atrás…» Luis García e Isaac Hernando son dos jóvenes que han sentido que Dios les quiere para sí y sirviendo a los demás y, a pesar de las perplejidades que la llamada suscitó en ellos, decidieron secundar la vocación: «No me arrepiento de haber dado el paso –comenta Isaac–,  ahora soy muy feliz porque sé que estoy en las manos del Jefe».

 

A estos jóvenes de la era digital la vocación nos les llegó a través del Whatsapp o de las redes sociales, sino que la sintieron poco a poco en su realidad de cada día. Isaac decidió entrar en el Seminario hace cuatro años, después que el trabajo como catequista y animador de grupos en su parroquia de El Salvador, y la JMJ del pasado 2011 le hicieran descubrir que Dios lo quería para sí. Luis, que ha estudiado en el Seminario Menor desde que cursaba 1º de la ESO, decidió dar el paso al Seminario Mayor cuando diferentes experiencias vividas en 1º de Bachillerato le hicieran descubrir que lo suyo era desgastarse sirviendo a los demás.

 

Ahora su vida se centra en prepararse intensamente para ser un día sacerdotes. Lo hacen en el Seminario diocesano de San José, su «casa», un lugar en el que estudian Filosofía y Teología, conviven con otros jóvenes que han sentido la llamada y donde la oración tiene un papel crucial: «Es un diálogo constante con el Señor; en la oración hablamos con Jesús y le contamos todo lo que nos pasa, lo bueno y lo malo, y así nos vamos pareciendo cada vez más a él». Y es que si un sacerdote es «otro Cristo en la tierra», él debe ser su referente, un modelo al que imitar en el trato y la atención a los demás: «El sacerdote es una persona que siempre está para lo que se le necesite –comenta Luis–, vive siempre para los demás y está disponible las 24 horas del día». Parecida opinión es la que tiene Isaac, para quien un cura «es alguien que lo ha dejado todo para atender a los demás y que con su modo de comportarse da un testimonio de vida y de fe».

 

Esa actitud es la que ellos mismos han visto reflejada en otros sacerdotes y cuyo ejemplo también ha marcado su camino vocacional. En su biografía personal, Daniel Alarcia, Marcos Pérez, y otros curas de la diócesis han sido cruciales para ayudarles a dar el paso hacia el sacerdocio. En un futuro no muy lejano, ellos se serán sus «hermanos» y, aunque están dispuestos a «ir donde nos manden», sí que comienzan a imaginar cómo será su ministerio junto a ellos: «Me gustaría ir por los pueblos, o donde sea, pero con la ilusión de llevar a Jesús a los demás», comenta Luis. E Isaac apostilla: «Me gustaría hacerme presente en medio de la realidad de la gente, de los niños, los padres, la gente mayor, los enfermos… para ayudarles a todos a ser santos».

La vida en el Seminario

El reto que se les presenta a estos jóvenes no es pequeño. Son conscientes de que necesitan formarse duramente para ser un día sacerdotes y aunque parezca que la vida en el Seminario es un «camino de rosas», «no todo es tan fácil». Los horarios, la tensión de los exámenes, la disciplina, la obediencia o las renuncias que hay que asumir forman parte del día a día en aquel edificio del paseo del Empecinado. A Luis, que es el pequeño de la casa, le cuesta un poco eso de los estudios: «Esperas con ilusión prepararte para ser sacerdote y te encuentras con la Filosofía… a veces no entiendes para qué sirve, pero al final te resulta interesante y seguro que es necesaria en nuestra formación». Y revela: «En el Seminario quizás puedes intentar vivir un poco al margen; pero si te implicas, cuesta, y eso al final es muy bonito».

 

Junto a los estudios, la vida en el Seminario y la convivencia con sus «hermanos seminaristas» también es compleja en algunas ocasiones, y hay que hacer lo posible para que la relación sea siempre buena: «En algunos momentos hay que intentar que el morro salga por otro lado y no mostrarte triste delante de los demás; hay que procurar sonreír aunque llore el alma», comenta Isaac. Por su parte, Luis asegura que, aunque «no le cuesta vivir con los demás», siempre hay que soportar con paciencia los defectos de los otros: «A veces molestan las rarezas de los compañeros, pero supongo que mis cosas también molestarán a los demás…»

 

A pesar de las dificultades, la balanza de estos jóvenes se inclina hacia el futuro sacerdotal. Ambos son conscientes de que la vocación exige esfuerzo, renuncia, estudios… porque saben la meta es muy alta, pero «cuanto mayor es el desafío, mayor es la gloria», asegura Luis.

 

Convencidos de que el sacerdocio es el camino que les dará la felicidad, estos jóvenes no dudan en animar a otros a plantearse su vocación: «Yo les diría que no tengan miedo, que den el paso si sienten que Dios les está llamando y se dejen en las manos del Señor», comenta Isaac, «porque si él se empeña, nosotros no podemos escapar. A pesar de los miedos, yo di el paso y ahora soy plenamente feliz».

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