700 aniversario de las Clarisas en Medina
Monasterio de Sta. Clara – 29 julio 2013
Celebramos hoy la fiesta de santa Marta, una de las pocas santas de las cuales habla expresamente el Evangelio. Marta era la mayor de tres hermanos, que formaban una familia que era muy amiga de Jesús. Vivía en Betania, un pequeño pueblo que distaba algo menos de tres kilómetros de Jerusalén. Jesús iba a pasar allí lo que hoy llamamos «un fin de semana en el campo». Jesucristo, en efecto, como perfecto hombre que era, trabajaba y se cansaba, y necesitaba reponer fuerzas y descansar. El evangelio nos ha dejado constancia de dos ocasiones en las cuales Jesús estuvo hospedado en aquella casa. Una de ellas es la que recoge el evangelio que hemos proclamado hace unos momentos y la otra seis días antes de la Pascua. Hay otro momento en el cual Jesús se hace presente en casa de Marta, pero en esta ocasión para realizar el más prodigioso de los milagros que realizó a lo largo de su ministerio público: la resurrección de Lázaro, sepultado desde hacía cuatro días y cuyo cuerpo estaba ya en estado de corrupción y descomposición.
Como Marta era la mayor de los tres hermanos, realizaba las funciones propia de una ama de casa: preparar la comida y todo lo necesario para que los huéspedes se encontraran a gusto. En la ocasión que nos narra el Evangelio de hoy, Marta perdió los nervios, al verse desbordada por la preocupación de preparar la comida y se dirigió a Jesús para que le dijera a su hermana que le echara una mano, pues ella no daba abasto. Gracias a esta intervención, ahora tenemos la suerte de haber escuchado de labios de Jesús esta sentencia: «Marta, Marta, andas inquieta con muchas cosas. Sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor».
Estas palabras han hecho correr ríos de tinta y no siempre han sido interpretadas bien. Más aún, con frecuencia se han interpretado mal, pues se ha querido ver en ellas una canonización de la vida contemplativa y una suerte de menosprecio de la vida activa. En otras palabras, se ha querido contraponer la vida de trabajo con la vida de oración, la acción y la contemplación.
La mejor prueba de que esa contraposición no es correcta la encontramos en la existencia de muchos santos que han pasado su vida dedicados al trabajo y a la acción y otros muchos dedicados a la contemplación. Además, los conventos de vida contemplativa, como el que nos encontramos, han sido y son una familia donde se trabaja mucho y duro. Así mismo, hay mucha gente que vive en medio de la calle, metida muy a fondo en su trabajo y convirtiendo ese trabajo en una oración continua y agradable a Dios. No hay que contraponer, por tanto, acción y contemplación, trabajo y oración, vida contemplativa y vida activa.
Ahora bien, hay algo que sí conviene resaltar en las palabras que Jesús le dirige a Marta, cuando alaba la actuación de su hermana María. Lo que Jesús quiere enseñar a Marta es que lo que más le agrada a él no son las cosas que hagamos por él sino que le acojamos a él mismo y que nos preocupemos más de él que de prepararle una buena comida y un buen alojamiento. Y quien dice una buena comida o un buen alojamiento dice cualquier cosa que podamos hacer por él. Lo importante que nosotros podemos hacer por Jesús es estar con él, estar pendiente de él.
La pregunta es inevitable: ¿cómo podemos estar cada uno de nosotros con Jesús y estar pendiente de él? Hay dos modos bien concretos y complementarios. Jesús está en la Sagrada Eucaristía y Jesús está en los pobres. Nosotros podemos estar con Jesús pasando tiempo a los pies del sagrario y dedicando nuestro tiempo y nuestros esfuerzos a los pobres.
Jesús se hace realmente presente en la Eucaristía, cuando el obispo o el sacerdote consagra el pan y el vino. Gracias a esa acción, desaparece el pan y el vino y se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo, es decir, en Cristo mismo. Esta presencia dura más allá de la misa. Por eso, guardamos las hostias consagradas en el sagrario y en esas hostias está el mismo Cristo. No una fotografía, no una imagen virtual como de Internet, sino su misma Persona. Contemplando cómo le tratamos en el Sagrario, ¿a quién representamos: a María o a Marta? ¿Verdad que en no pocos casos estamos más preocupados de nuestras cosas que de estar con Jesús? Hoy puede ser una buena ocasión para formular este propósito: que no pase un solo día sin ir a ver y a estar con Jesús unos minutos ante el sagrario.
Pero a Jesús hay que encontrarle en las personas con las que convivimos y con las que nos cruzamos en el sendero de la vida, especialmente con los más pobres. Al decir pobres hay que pensar en los ancianos que viven solos especialmente nuestros padres , en los enfermos que no pueden salir de casa, en las personas que están pasando un mal momento en su matrimonio, en los padres y madres que sufren las consecuencias de la drogadicción y del alcoholismo de sus hijos. Para que no nos quede la menor duda de que ahí está Jesús recordemos lo que nos dijo cuando nos habló del juicio que nos hará al final de la vida: «Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste». Y cuando le preguntemos cuándo le vimos hambriento o sediento o enfermo, el nos dirá: «Cuantas veces lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis».
Queridos hermanos: estamos celebrando los 700 años de la fundación de este convento de Santa Clara de Medina. En él, incontables generaciones de religiosas clarisas y de vecinos de Medina de Pomar han sabido encontrar a Jesús y estar con él junto al Sagrario y en los pobres y necesitados. Damos gracias a Dios por ello y le pedimos que nosotros continuemos esta larga historia. Más aún, que la mejoremos y se la comuniquemos a cuantas personas entren en contacto con nosotros. Las nuevas instalaciones que hoy inauguramos darán muchas posibilidades de hacerlo, porque serán muchas más las personas que se acerquen a este convento y entrar en relación entre sí y con las Religiosas. Por ello, mi más cordial enhorabuena a cuantas personas e instituciones lo han hecho posible y mi bendición hacia ellas y sus familias.
Que Santa Marta presente estos buenos deseos al Señor.