Clausura del Año de la Fe en Burgos

Iglesia del Carmen – 23 noviembre 2013

Nos hemos congregado aquí para clausurar el Año de la fe en nuestra diócesis. No podíamos elegir otro marco mejor: la fiesta de Cristo, Rey del Universo, que recapitula el dominio de Dios sobre todas las cosas y nuestra incorporación gozosa a ese reino y la celebración de la Eucaristía para responder con un agradecimiento justo y adecuado a tantas gracias que Dios ha derramado sobre nosotros a lo largo de este camino que comenzamos hace ahora poco más de un año. Sin miedo a exagerar podemos decir ahora que Dios se ha volcado sobre nuestra diócesis. ¡Cuántas indulgencias plenarias lucradas a nivel personal y parroquial, cuántas confesiones y comuniones, cuántos obras de caridad y de servicio al prójimo, cuánto crecimiento hacia adentro, con la plegaria insistente: «Señor, yo creo, pero aumenta mi fe»! Demos, pues, gracias a Dios.

Sin embargo, esta lluvia de gracias que hemos recibido no puede quedar en un acontecimiento puntual y del pasado. Al contrario, tiene que lanzarnos hacia el futuro para encararle con absoluta confianza y con inmenso gozo. Por eso, más que clausurar el Año de la Fe, esta celebración inaugura un nuevo tiempo, para ser mejores evangelizadores, hoy y aquí, en íntima comunión eclesial, y a nivel personal y comunitario.

El Plan Diocesano «Seréis mis testigos» –que acabamos de aprobar–, es la hoja de ruta para este nuevo camino que comenzamos hoy. No voy a repetir ahora lo que en él está indicado. Pero sí quiero hacer algunos subrayados.

El primero y más importante es que deseo que entre todos hagamos una diócesis mucho más evangelizadora y mucho más misionera, centrada en la persona de Jesucristo. No tenemos oro ni plata para resolver todos los problemas materiales que acucian a tantos hermanos nuestros. Pero tenemos a Jesucristo. ¡Ese es nuestro tesoro y ese es el tesoro que hemos de ofrecer a los demás! Como nos ha recordado el Vaticano II, «el misterio del hombre encuentra únicamente su respuesta en el misterio del Verbo Encarnado» (GS 22).

El hombre y la mujer de hoy tienen muchas necesidades y están agobiados por múltiples problemas. Pero en el fondo, lo que el hombre y la mujer de hoy buscan por encima de todo –aunque sea de modo inconsciente– es a Dios, es a Jesucristo. Nosotros hemos tenido la inmensa suerte de conocerle y haber sido alcanzados por su amor. Tenemos la experiencia de que sólo Él colma las aspiraciones y da respuesta a las grandes preguntas del corazón. Como los Apóstoles tenemos la experiencia de que Jesús vive, que está entre nosotros, que es nuestro compañero de camino. Esta experiencia es la que hemos de comunicar a los demás.

Todos estamos, por tanto, invitados, más aún urgidos a anunciar con nuevo empuje y convicción la Persona de Cristo, muerto y resucitado. El Papa Francisco –el pasado domingo– nos ha señalado el horizonte hacia el que caminar: «Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables. Pues esto es lo que ha que llevar a toda la gente». ¡¡Pensad en tantas periferias existenciales que ha creado la inestabilidad en el compromiso matrimonial, el divorcio, el aborto, el abandono de los ancianos por sus hijos, la convivencia en pareja sin estar casados, el paro, la crisis económica, la inmigración, la droga y el alcohol, la tristeza de tantísimos jóvenes sin ganas de vivir!!

El Papa Francisco nos entregaba la falsilla sobre la que trazar nuestra evangelización. La tarea evangelizadora supone mucha paciencia, mucho sosiego para cuidar el trigo sin perder la paz por la cizaña, saber presentar el mensaje cristiano de forma serena y gradual, comenzando por lo más esencial y lo más necesario. Lo primero y más necesario es anunciar que Dios nos ama, que nos ha entregado a su Hijo Jesucristo, que en ese Hijo nos da la prueba más evidente de que nos quiere y desea nuestra salvación.

Sin embargo, esto no quiere decir que nuestra evangelización deba ser rutinaria o repetitiva. Todo lo contrario. Estamos en un nuevo escenario; un escenario que es muy distinto del que hemos conocido hasta ahora. Por eso, nuestra evangelización ha de tomarse al pie de la letra estas palabras del Papa: «Debe esforzarse por ser creativa en sus métodos. No podemos quedarnos encerrados en los tópicos del ‘siempre se hizo así’».

Los primeros convocados a la acción evangelizadora de nuestra iglesia diocesana son las familias. La familia es la iglesia doméstica y los padres son los primeros trasmisores de la fe a sus hijos. Como ha recordado con insistencia el Magisterio de los últimos Papas y confirma la experiencia de todos los tiempos, la educación religiosa que se realiza en la familia es insustituible. De tal modo, que si ella falta, la suplencia que realizan las otras dos instancias educativas: la parroquia y el colegio, nunca colma del todo ese vacío.

Son los padres quienes han de despertar la fe de sus hijos. Son los padres los que han de rezar con los hijos, participar en la misa del domingo con ellos, darles los criterios cristianos básicos, ayudarles a descubrir la vocación a la que Dios les llama y ayudarles y secundarla. En una palabra: la familia es la primera y gran educadora de la fe. Así ha sido durante siglos. Pero esa cadena se ha roto en muchísimos casos. Dios nos llama a pedir luces, a tener imaginación, a renovar esfuerzos para ir creando familias que sean las células de nuevas comunidades cristianas.

Evidentemente, soy yo –como obispo– y vosotros presbíteros –como indispensables colaboradores– los primeros impulsores de esta nueva etapa evangelizadora a la que Dios nos convoca. Somos nosotros los que primero tienen que ayudar a las familias en su tarea de trasmitir la fe; y a los seglares, en general, para que sean fermento en medio del mundo en el que viven: la propia familia, el trabajo, la cultura, el deporte, la política, etc. Hemos de pedir al Señor que nos enseñe a caminar más cerca de la gente, a enardecer su corazón, a entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. En esta tarea apasionante, no podemos regatear esfuerzos, atenciones y acompañamiento.

Y junto al Obispo y los presbíteros los catequistas que hacen –como lluvia mansa y fecunda– que el misterio de Cristo anide en los corazones desde muy temprana edad.

Los consagrados y consagradas tenéis también una tarea preciosa que desarrollar. El Papa Francisco decía también el domingo pasado refiriéndose a vosotros: «Pido a los consagrados y consagradas que sean fieles al carisma recibido, que en su servicio a la Santa Madre Iglesia jerárquica no desdibujen esa gracia que el Espíritu Santo dio a sus fundadores y que deben trasmitir en toda su integridad. Es esa la gran profecía de los consagrados. Seguid adelante –concluía el Papa– en esa fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia».

La diversidad de carismas no es un problema sino una riqueza. La pluralidad de carismas sirve para presentar de modo más completo y más nítido el rostro de la Esposa del Espíritu Santo. Por eso, no sólo no hay que tenerles miedo o recelo sino acogerlos y potenciarlos con amor. ¡Abracemos todos con amor la gran variedad de carismas religiosos que hay en nuestra diócesis!

Queridos hermanos: un inmenso y apasionante panorama evangelizador se abre ante nosotros. Dios nos convoca a revitalizar la Iglesia y a salir a todas las encrucijadas del mundo a anunciarles la gran noticia de que Dios les ama y que Jesucristo ha muerto por todos. El martes será publicada la exhortación postsinodal «Evangelii gaudium», «El gozo del evangelio». Estemos muy atentos, porque el Papa Francisco no nos defraudará con sus propuestas.

¡Virgen del Carmen: a tu sombra clausuramos este Año de gracia, que ha sido el Año de la fe. Míranos con especial ternura; haznos conocer más y mejor a Jesucristo; enséñanos a hacer lo que él nos diga; aumenta nuestro celo; danos la audacia que necesitamos para emprender caminos nuevos; y, sobre todo, haz que sintamos tu amor de Madre. Señora nuestra, estrella de la evangelización: en tus manos ponemos la nueva evangelización de nuestra diócesis y la de toda la Iglesia!

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