50 aniversario de Cáritas Burgos
Catedral, 7 junio 2014
1. Nos hemos reunido esta mañana en la Catedral –madre de todas las iglesias de la diócesis- con motivo de los 50 años de la Fundación de Cáritas de Burgos. Pienso que hemos venido aquí por tres motivos fundamentales: para dar gracias, para pedir perdón y para pedir ayuda y luces que nos abran al futuro.
Primero, dar gracias a Dios por toda la inmensa labor que él ha llevado a cabo a lo largo de estos años. Cáritas diocesana de Burgos ha sido la comprobación permanente de la parábola de la simiente que cae en tierra buena y produce fruto abundante. Desde su origen en 1951 hasta hoy los pobres de solemnidad, los transeúntes, los drogadictos, los emigrantes, las mujeres solas con cargas familiares, los niños y adolescentes necesitados de enseñanza o de cuidados, las personas necesitadas de un trabajo digno, y un largo etcétera han encontrado en Cáritas una buena madre que ha venido en su ayuda.
Dios nos ha dado a nosotros la inmensa suerte de descubrir a tantos hermanos postrados en el camino de la vida y apaleados por los problemas materiales o humanos. Y, sobre todo, nos ha dado las fuerzas físicas y espirituales necesarias para poder ejercer de buenos samaritanos. Seguramente que todos tenemos la experiencia de que es verdad lo que dice el Señor: es más grato dar que recibir.
Además, nosotros no sólo somos los que han beneficiado a otros con el tiempo, los recursos, la ayuda del más variado tipo. Hemos sido también muy beneficiados y ayudados por quienes recibían nuestra ayuda. ¡Cuántos ejemplos de paciencia, de reciedumbre, de fe en la Providencia… hemos visto y nos han ayudado a crecer en esas y otras virtudes!
Hay que pedir prestadas al salmo sus expresiones de agradecimiento y decir asombrados: ¿Cómo no agradecer a Dios todo el bien que me ha hecho? Sí, Dios ha estado grande con nosotros y estamos contentos. Por eso, hemos venido a esta Eucaristía, pues sólo ella –al ser el único sacrificio perfecto y agradable al Padre- puede alabar y agradecer a Dios todos sus beneficios.
2. Junto a nuestra acción de gracias, nuestra petición de perdón. Seguramente que hemos hecho cosas que ahora nos gustaría no haberlas hecho o hecho de otro modo; y otras que no hemos hecho, que ahora nos gustaría haberlas realizado. Pienso en las veces que no hemos visto el rostro de Cristo en el pobre que se nos acercaba y, por ello, en lugar de tratarlo con la delicadeza y amabilidad, le hemos tratado con displicencia o desconsideración. Pienso también en las ocasiones en que nuestro trabajo ha sido un trabajo burocrático y meramente administrativo, en lugar de ser un servicio que nace del amor a Jesucristo y deja trasparentar su rostro de Buen Samaritano. La Eucaristía es también el mejor modo de pedir perdón por nuestras deficiencias y pecados, pues es un sacrificio que ofrecemos -unidos a Jesucristo- por nuestros pecados y los de todo el mundo.
3. Finalmente, hoy es un día para mirar con ilusión y esperanza hacia el futuro, porque queremos apoyarnos todavía más en la fuerza y el poder de Dios. En el horizonte de ese futuro están escritas con letras de oro las palabras que el Papa Francisco no se cansa de repetir: “La Iglesia no es una ONG de servicios sociales y asistenciales”. Ciertamente, la Iglesia y Cáritas prestan innumerables servicios sociales y asistenciales a los necesitados. Más aún, cada día tendrá que prestarlos en mayor número y calidad, teniendo en cuenta la realidad por la que están pasando muchos hermanos nuestros.
Pero si la Iglesia y Cáritas se limitaran a prestar dichos servicios, se convertirían en una mini o macroempresa llena –quizás- de eficacia humana, pero habría perdido su identidad.
En efecto, las señas de identidad de Cáritas son las de ser un ministerio eclesial, un servicio que nace de la entraña misma de la Iglesia, la manifiesta y la robustece. Ese servicio es inseparable y está en íntima relación con los otros dos servicios propios de la Iglesia: el servicio de la Palabra y el servicio de los Sacramentos. Palabra-Eucaristia-caridad están indisolublemente unidos en la vida y ministerio de la Iglesia; y han de estarlo en la vida y servicio del personal asalariado y voluntario de Cáritas.
Si una Eucaristía que no está refrendada por la caridad es sospechosa y corre el riesgo de ser una caricatura del culto verdadero y agradable al Padre; así también, la caridad que no se alimenta de la Palabra y no brota y conduce a la Eucaristía corre el riesgo de ser una caricatura de la caridad cristiana.
Esto explica que Caritas no puede renunciar a hablar de Dios y ofertárselo a quienes a ella se acercan. No se trata de instrumentar el servicio a los necesitados y convertirlo en instrumento de proselitismo. Menos todavía de imponer las propias creencias a los demás o de discriminar a quienes no comparten nuestra fe. Cáritas no ha pedido ni pedirá nunca el carné de cristiano para hacer de Buen Samaritano. Pero tampoco puede renunciar a su fe, que es esencialmente misionera.
Mirando al futuro, hoy es una buena oportunidad para preguntarnos si estamos a la altura de lo que Dios espera de nosotros respecto a la propuesta de la fe en él. Siendo conscientes de que la mayor de todas las pobrezas y carencias es no conocer y amar a Dios. Que el Señor no dé luces de fondo y siga derramando su gracia abundante para continuar haciendo el bien y para hacerlo según él quiere y espera.