Urgencia de la oración por la unidad de los cristianos

2015 01 18 mensaje arzobispo burgos pdf

 

Jesucristo fundó una única Iglesia. Sin embargo, quienes nos llamamos “sus discípulos” hemos roto esa unidad. Durante el primer milenio estuvimos unidos y, dentro de las legítimas y deseables diferencias, todos profesamos la misma fe y celebramos los mismos sacramentos. El año 1054 tuvo lugar el primer gran desgarrón del manto inconsútil de la Iglesia, surgiendo dos grandes bloques: el de Oriente y el de Occidente. En el siglo XVI tuvo lugar otro gran desgarrón: el de la Reforma Protestante y Anglicana. Desde este momento la Iglesia de Jesucristo presenta este estado de cosas: la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y las Iglesias reformadas.

No hace falta tener la piel espiritual excesivamente fina para percibir que esto es una gran tragedia y un grave obstáculo para la evangelización. Más aún, un escándalo, pues contraviene la voluntad expresa de Jesucristo. Como las culpas no suelen ser patrimonio exclusivo de una de las partes, todos tenemos nuestra propia responsabilidad y hemos de pedir perdón al Señor. Ahora bien, para que esta petición sea auténtica necesitamos aportar lo que esté en nuestras manos para remediar con urgencia nuestra desunión.

Con todo, sería una ingenuidad creer que la tarea es sencilla y que todo se resolvería si cada una de las partes aporta un poco de buena voluntad. Las heridas profundas e inveteradas –como es el caso- tienen un proceso de curación lento y difícil. Más aún, hay casos en los que la enfermedad está tan arraigada, que supera las posibilidades humanas y sólo queda el recurso a la fuerza de lo Alto, a la gracia de Dios. Las personas y grupos con una especial sensibilidad sobre la desunión están firmemente persuadidos de que los hombres somos incapaces de superar la situación actual y necesitamos que Dios nos conceda el don de la unidad.

Fruto de esta convicción es la Semana de oración u Octavario. Desde la primera asamblea de obispos anglicanos en Lambeth, en el lejano 1867, pasando por los papas León XIII, Pablo VI, Juan Pablo II y el papa Francisco, sin olvidar al Concilio Vaticano II y la Comisión Fe y Constitución han insistido en la necesidad de pedir a Dios que tenga misericordia de nosotros y nos conceda el don de la unidad. El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II señala que la oración es el alma del movimiento ecuménico y anima a la práctica de la semana de oración.

No cabe duda de que se han dado ya pasos importantes, sobre todo, en la remoción de obstáculos. Por ejemplo, ya es historia la mutua excomunión entre ortodoxos y católicos y ha desaparecido lo que podríamos llamar psicología de desconfianza y hostilidad. Pero no podemos engañarnos: resta mucho camino por hacer. Por eso, nuestra oración tiene que ser aún más insistente y apremiante. Hay que urgir al Señor poniendo ante sus ojos la grandísima necesidad que tiene el mundo actual del anuncio salvador de Jesucristo y el freno que a ello supone la desunión entre quienes nos llamamos cristianos.

Por otra parte, causa mucha pena que persista la desunión ahora que el cristianismo está sufriendo grandes oposiciones en tantas partes y son tantos los cristianos de Oriente, Asia y África que padecen en sus carnes intensos dolores físicos y morales por ser fieles a su fe.

Desde aquí animo a todos los que hemos recibido el Bautismo a volcarnos este año en el Octavario por la Unidad de los Cristianos que comienza hoy y se prolongará hasta el próximo 25, fiesta de la Conversión de san Pablo. Acudamos a la Virgen, como Madre de la unidad, para que nos alcance de su Hijo la gracia de ser pronto un solo rebaño bajo el cayado de uno solo Pastor.

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