Arte para plasmar el nacimiento del Niño Dios. Así es el belén de la Fundación Caja Círculo

Bien puede considerarse arte al estilo puro. El belenismo es una tradición que comenzó en Italia en el siglo XIII y que hoy en día cuenta con auténticos profesionales y apasionados de este mundo. Francisco Guerrero es uno de ellos y desde hace años es el encargado de montar el belén monumental que la fundación CajaCírculo monta en la plaza de España de Burgos. Con él conocemos los entresijos de este belén y cómo es su trabajo de construcción.

 

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En 1223, cuando faltaban solo tres años para su muerte, san Francisco de Asís celebró una misa con el permiso del papa Honorio III, en un pueblo de Greccio, en Italia. Allí colocó una imagen del Niño Jesús, un buey y una mula. Sin apenas imaginarlo, estaba fundando una tradición que se iría difundiendo por todo el mundo. Aunque las representaciones de la Sagrada Familia eran comunes desde comienzos del cristianismo, tal como reflejan algunas imágenes de las catacumbas, con la idea de san Francisco nació el belenismo propiamente dicho. La estampa creada por el santo emocionó a la gente, haciendo que esta costumbre se extendiera durante los años sucesivos por otros pueblos y ciudades, siendo los Franciscanos los que comienzan a conmemorar plásticamente el aniversario del Nacimiento de Jesús. Las Clarisas fueron las que propagaron la tradición de adorar al Niño Jesús representado en una imagen en la cuna y, con el paso de los años se fueron añadiendo otros personajes a la estampa, siendo en el año 1330 cuando en la iglesia de Santa Clara de Nápoles, se instala un verdadero belén, tal como lo conocemos hoy.

 

Esta ciudad italiana se convirtió durante los siglos XVI y XVII en el exponente mundial del arte belenista. Los estudiosos de la materia cuentan que fue Carlos III quien importó la tradición del belén a nuestro país, siendo escuela de importantes escultores como Montañés, Cano y Becerra.

Continuar la tradición

Los años han pasado y la tradición de montar el belén ha pasado de padres a hijos de generación en generación. Así le sucedió también a Francisco Guerrero, uno de los maestros belenistas de la provincia. Recuerda cómo su afición por los belenes le viene de pequeño, cuando lo montaba en casa con ayuda de su padre: «Con un portalito y cuatro ovejas y gallinas hacíamos cosas muy bonitas. Yo iba con él a buscar el musgo, las piedras… Ahí comenzó a gustarme y ahí seguimos, como un apasionado más del belén…»

 

La afición comenzó a hacer mella en él y poco a poco sus trabajos se fueron ampliando. «Un año, puse un belén en un escaparate que quedó precioso y gustó mucho; los niños se pegaban al cristal para mirarlo», comenta. Tras varios trabajos y proyectos y ampliar su colección de belenes, le llegó la ocasión de exponerlos con Caja Círculo; después empezó a colaborar con el maestro Fabri y tras su muerte, es el encargado de montar el belén que esta institución expone en su sede central de la plaza de España.

 

Se trata de un belén monumental, de 90 metros cuadrados y más de un centenar de cuidadas figuras procedentes de los talleres de arte sacro de Olot. Un grupo de cuatro amigos y voluntarios capitaneados por Francisco han llevado a cabo una intensa labor durante una semana, trabajando una media de 13 horas diarias. El resultado, un espectacular belén de obligada visita durante las Navidades burgalesas. Cada año, pasan por delante de las escenas creadas por Guerrero más de 24.000 personas: «Después de tanto esfuerzo, te sientes realizado, haces el trabajo que te gusta y cuando ves cómo disfruta la gente y busca todos los detalles que has querido meter en el belén», comenta orgulloso.

 

Para él, el belenismo es más que un hobby, «no es solo algo artístico. Hay un mensaje de trasfondo: el nacimiento del Niño Dios que vino al mundo». Para Guerrero, las construcciones que realiza tienen como objetivo «plasmar la llegada de Dios, dando un toque artístico, un toque personal que con el que quieres dibujar ese bonito misterio». En efecto, todo en el belén está enfocado para que la mirada se dirija al portal. Una gran cueva hecha con musgo y cortezas de árbol queda iluminada por una suave luz blanca que ilumina la escena: María sostiene en brazos a Jesús ante la atenta mirada de san José. Y alrededor, todo un enorme monumento artístico que reproduce al estilo clásico hebreo la vida y costumbres de la época. «Nada está al azar», asegura. «Cada figura tiene una vida y su colocación no es arbitraria: con varias figuras formamos diversas escenas» que cuentan a su vez pequeñas historias», comenta señalando diversos puntos de su gran belén. Este año, por ejemplo, Guerrero ha querido destacar a los reyes desde todos los prismas y ha incluido entre esas escenas cotidianas una bajada de bueyes inspirada en una estampa que vio hace años en Vallejimeno.

 

Nada en el belén, por tanto, se improvisa. Para Francisco, es una afición que dura todo el año y ya está pensando en cómo será el del año que viene. Al belenismo dedica sus ratos libres y le sirve como contrapunto a su frenética labor como hostelero. Él mismo prepara y fabrica las casas de sus montajes y en ellos intenta dejar su propia impronta personal: la forma de colocar las cortezas, el musgo de colores, las piedras… todo tiene su razón de ser.

 

A pesar de que el mundo del belenismo y las asociaciones de amigos del belén «son un poco pobres en Burgos», «él y cuatro locos más» mantienen con vida una tradición que conjuga arte y evangelio. Y persuade a hacerlo a todos: «Animo a los burgaleses a poner el belén por tradición: nos lo han enseñado los padres y tenemos que mantenerlo vivo. El sentimiento religioso depende de cada cual. Pero independientemente de ello, el belenismo engancha»…

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