«No estamos en África, sino que somos y hacemos África»

El impacto de 'Maximum Illud' en las congregaciones religiosas fue el tema de la segunda jornada de la Semana de Misionología, en la que se rindió homenaje a los misioneros mártires burgaleses.
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El segundo día de la Semana Española de Misionología, que se está celebrando en Burgos durante los días 1-4 de julio, estuvo dedicada al impacto que produjo la encíclica Maximum Illud en las congregaciones religiosas.

 

Eloy Bueno, profesor de la Facultad de Teología de Burgos, fue el encargado de presentar el documento en su contexto. En un momento de cierto desánimo, tras la Primera Guerra Mundial, el documento de Benedicto XV produjo una auténtica «eclesiogénesis» en los «países de misión». La mirada colonial de las potencias europeas, ratificada en el Pacto de Versalles (1919), también estuvo presente en la acción misionera o de conquista de la Iglesia. El documento de Benedicto XVI supuso una promoción de las iglesias jóvenes que poco a poco surgirían en África y América Latina.

 

Esa misma actitud «colonial» influyó en las congregaciones religiosas, que «se repartieron la acción evangelizadora sobre África como si de un pastel se tratara»: un pedazo para jesuitas, otro para dominicos, otro para claretianos, más allá para los combonianos. Así de contundente se mostró el profesor de la Facultad de San Dámaso (Madrid), el dominico Miguel Ángel Medina. A partir de este análisis expuso la transformación de las diferentes congregaciones, muchas de ellas convertidas ahora en «familias», como es el caso dominicano.

 

Tras las dos ponencias tuvo lugar el acto más emotivo de la jornada. En el claustro de la Facultad de Teología, tenía lugar un homenaje a los doce misioneros mártires burgaleses. Desde finales del s. XIX, la sangre mártir burgalesa está presente en los cinco continentes, repartida por lugares como Vietnam, Argel, Ruanda, Zaire, Guatemala, El Salvador, etc. Doce rosas, un poema y la elegía de un violín fueron el sentido homenaje a estos héroes de la fe. El acto con los misioneros de Burgos, presidido por el burgalés Mons. Jesús Ruiz Molina, obispo auxiliar de Bangassou, se va a convertir en tradición dentro de la Semana de Misionología. En sucesivas ediciones se hará algo similar con el resto de diócesis españolas.

 

La mesa redonda de la tarde recogía el testimonio de tres misioneros. Alberto de la Portilla, coordinador internacional de laicos combonianos, presentó la transformación de la Congregación de Daniel Comboni, fundada a finales del S. XIX, tras el documento de 1919. A pesar de las amenazas, a pesar de los fracasos, Daniel Comboni insistía en «no abandonar» porque «África solo puede ser salvada desde África», expresión precursora de lo que recogería veinte años después la encíclica Maximum Illud.

 

Las palabras del comboniano dieron paso a las de la mercedaria de Bérriz Amaya Modrego, quien presentó cómo unas religiosas de clausura, fundadas por Margarita María López de Maturana, se transformaron en misioneras: «Estoy tan feliz que no me explico cómo viven los que para Dios no viven». Así lo expresaba la monja del s. XIX, ahora convertida en misionera en la República Democrática de El Congo.

 

La tercera intervención correspondió a Mons. Jesús Ruiz Molina, muy conocido tras sus declaraciones ante la reciente muerte de la religiosa burgalesa Inés Nieves Sancho. Presentó la dificultad de vivir la fe y sobrevivir en el país centroafricano e insistió en que la misión tiene que «ir del Sur al Sur no del Norte al Sur», a la vez que presentaba la situación de una Iglesia joven (tan solo 90 años) que hace 25 estaba poblada de sacerdotes y obispos europeos y ahora apenas llegan a la veintena. Denunció el nuevo colonialismo de Rusia, de China y de India, patente en su acción sobre el segundo pulmón del planeta, el río Congo, y la alteración de su cauce para la obtención de diamantes: «No hay evangelización sin justicia social, ecología y flujos migratorios». Recordó una vez más la identificación del misionero con la cultura y con las personas del lugar. El eslogan tan conocido «No estamos en África, sino que somos y hacemos África» resonó una vez más en el aula, ante más de 140 participantes.

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