«El Señor ha probado tus sufrimientos y con su cruz te da la vida eterna»

Don Mario Iceta ha presidido en la Catedral la eucaristía en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, tras la cual la imagen del Santísimo Cristo de Burgos ha recorrido las calles de la ciudad.
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El 14 de septiembre fue, hasta 1873, el día más solemne en el calendario burgalés. Su «Santísimo Cristo» paralizaba la actividad de la ciudad, que celebraba en torno a la venerada imagen sus fiestas mayores, hasta que el Consistorio decidió trasladarlas a junio, con la feria de San Pedro y San Pablo, por aquello de que hacía mejor tiempo. Razón no les faltó a los de entonces, ya que hoy la lluvia ha amenazado con deslucir la anhelada procesión del Santo Cristo de Burgos después de dos años de ausencia por la pandemia. Pero el cielo ha respetado –una vez más– y los costaleros de la cofradía de las Siete Palabras han vuelto a portar sobre sus hombros la imagen a la que cientos, miles de personas, han rezado a lo largo de los siglos en tiempos de calamidad.

 

También hoy la imagen articulada, de gran realismo, cubierta con piel de becerro y uñas naturales, ha recibido las oraciones de los fieles que, siguiendo la propuesta de las Conferencias Episcopales de Europa, ha rezado por la paz del mundo, en especial por la paz en Ucrania, en su capilla.

 

Antes de la procesión, la Catedral ha acogido una solemne eucaristía presidida por el arzobispo, que ha bendecido a los presentes con el Lignum Crucis –la reliquia de la verdadera cruz de Cristo– que custodia el Cabildo. Don Mario Iceta ha asegurado que «el Señor te comprende porque ha probado tus sufrimientos». «El Señor no nos quiere curar desde fuera, sino desde dentro, asumiendo nuestra propia humanidad». «Él ha padecido todos nuestros sufrimientos para llenarlos de luz y de paz». Así, un «arma de tortura», como era la cruz, acabó convirtiéndose en «fuente de salvación»; el sacrificio de Jesús supuso «asumir un mal por el bien y el amor». «El Señor ha probado tus miserias, sí. Todas», ha insistido en su homilía.

 

Por eso, «él es capaz de comprendernos» y de «comprendernos por dentro» y «desde dentro hace brotar la luz pascual, la vida». Por eso, ha revelado, «la mejor esperanza es confiar la vida a Dios, confiarla a sus brazos». «Ojalá reposemos nuestras dolencias en los brazos del Padre».

 

La historia del Santo Cristo está cargada de leyenda. Varios documentos aseguran que llegó a la península en un barco y que el baúl que lo guardaba fue rescatado de una tempestad y traído hasta Burgos. Desde la Edad Media, el Santo Cristo es el mejor embajador de la ciudad y la devoción que arraigó en Burgos se extendió rápidamente gracias a la difusión que le dieron los Agustinos por ciudades de la península y de todo el mundo.

 

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