El santoral diocesano suma cuatro nuevos mártires burgaleses

El Cardenal Semeraro ha presidido en la catedral de la Almudena de Madrid la ceremonia de beatificación de doce redentoristas, cuatro de ellos burgaleses.
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«Concedemos que los venerables siervos de Dios Vicente Nicasio Renuncio Toribio y once compañeros, de la Congregación del Santísimo Redentor, mártires, humildes misioneros del Evangelio, fieles siervos del Señor hasta el derramamiento de sangre, de ahora en adelante sean llamados beatos y el día 6 de noviembre puedan ser celebrados cada año en los lugares y modos establecidos por derecho». Así lo recoge la carta apostólica que ha leído (por mandato del papa Francisco) el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Marcello Semeraro, esta mañana en la catedral de la Almudena de Madrid.

 

Los doce nuevos beatos fueron martirizados en la persecución religiosa en España de comienzos del siglo pasado. Encabeza la lista Vicente Renuncio Toribio, natural de Villayuda, y lo acompañan otros tres burgalesesBernardo (Gabriel) Sáiz Gutiérrez (de Melgosa), José María Urruchi Ortiz (de Miranda de Ebro) y Rafael (Máximo) Perea Pinedo (de Villaba de Losa). De hecho, un nutrido grupo de burgaleses se ha sumado a la celebración, encabezados por el vicario general, Carlos Izquierdo Yusta.

 

Una vez inscritos en el libro de los beatos, se ha descubierto un tapiz con la imagen de los nuevos beatos y se han llevado sus reliquias en procesión al presbiterio. Ellos, como ha subrayado después en su homilía el cardenal Semeraro, se vieron «atribulados, pero no aplastados; apurados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; privados, pero no aniquilados», y llevaron «siempre» a todas partes el Cuerpo de Jesús y su vida. «La vida del Crucificado resucitado está en el cristiano», ha subrayado.

 

El prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos ha destacado que «lo que es muerte se convierte en nosotros en vida». Y ha apelado a ser «fieles a Dios» como lo fueron los nuevos beatos, con «seguridad y confianza», con «la certeza de la Providencia del Padre» también expresada en el salmo —«A tus manos, encomiendo mi espíritu»—. «Esta es nuestra fe. “No temeré ningún mal”, explica san Agustín. […] Ahora Tú estás conmigo para que, después de la sombra de la muerte, también yo este contigo para siempre», ha concluido.

Fotos y texto: Arzobispado de Madrid

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