40 días por la vida: un gimnasio espiritual para poner fin al aborto
Oración y ayuno. Son las prácticas que numerosos burgaleses están ejerciendo desde el pasado 27 de septiembre en una campaña internacional que bajo el nombre “40 días por la vida” pretende poner fin al aborto y que se prolongará hasta el 5 de noviembre. «Rezamos por los niños y las mujeres, ya que sabemos que si han tomado esa decisión es porque se han abocado a una situación muy difícil y por eso estamos nosotros aquí», explica uno de los coordinadores de esta iniciativa en Burgos, Pablo Trigo, junto a un letrero, a pie de calle, que reza «no estás sola» y al que acompaña una imagen de la Virgen de Guadalupe. Al lado, un par de sillas plegables, unas botellas de agua y cuatro voluntarios más que cumplen con su hora de oración.
La Unidad de Atención a la Mujer (en la calle del Donante, junto al colegio Jesús María de la capital) es el lugar donde cada día, de 9:00 a 21:00 horas y en turnos de una hora, 211 voluntarios se turnan para orar «por todas las personas implicadas en un aborto», mujeres, bebés, médicos, familiares y amigos. Con ayuda de un devocionario, rezan el Rosario, se suman a una intención internacional diaria y meditan con textos sobre la defensa de la vida de los últimos Papas. Si sobra tiempo, el turno se completa con la coronilla de la Divina Misericordia o una oración personal en silencio. Lo hacen en la calle, haga sol o llueva, porque «en este lugar se ofrece el aborto farmacológico hasta la novena semana de gestación. Las mujeres son derivadas aquí, donde les recetan la píldora y luego abortan en su casa», lamenta Trigo.
Según datos del ministerio de Sanidad, el año pasado, 433 mujeres residentes en Burgos practicaron un aborto, algunas trasladadas al hospital de Valladolid o de Miranda, donde se realizan abortos quirúrgicos (las cifras, probablemente, no consideran los abortos farmacológicos). Por eso, Pablo y el equipo de “40 días por la vida” confían en que su oración pueda suponer «el principio del fin del aborto» en una acción ascética para quien se suma a la iniciativa, todo un «gimnasio espiritual» que ayuda a la «santificación personal»: «Venir aquí implica un sacrificio, la renuncia a uno mismo para dar vida a otras personas» e, incluso, someterse a la burla de los que pasan por el simple hecho de «defender a las mujeres y sus bebés o por dar testimonio de tu fe». «Algunos nos insultan porque probablemente hayan tenido alguna vinculación con el aborto, hay heridas abiertas y se manifiestan de esa manera», lamenta. En esas situaciones, «nosotros no respondemos, acogemos la humillación y la ofrecemos por su salvación». Otros viandantes, por el contrario, agradecen la acción y se santiguan al pasar o se suman, incluso, a las oraciones.
De hecho, esta iniciativa es toda una «declaración de paz» y la reunión frente al lugar escogido está destinada exclusivamente para orar. Se exhorta a no realizar proselitismo; tampoco se permite obstruir las calles o aceras ni amenazar o entrar en contacto físico con nadie, ni dañar la propiedad privada. En este sentido, el equipo de abogados de “40 días por la vida” aseguran que no se infringe la última ley del aborto aprobada en el país: «Nosotros no acosamos a las mujeres que quieren abortar; simplemente estamos rezando. No abordamos a las mujeres ni nos acercamos a ellas, sólo si ellas vienen a hablar, y aún no se ha dado el caso», relata Trigo. «No tenemos ningún miedo; el derecho a la libertad de culto también está garantizado» en el ordenamiento jurídico. «Rezar no es acosar», subraya.
Desde que se pusiera en marcha esta iniciativa en Estados Unidos en 2007, tras su paso por ciudades de todo el mundo, los impulsores de la iniciativa aseguran haber salvado la vida de más de 23.000 bebés, logrando que 251 empleados de la industria del aborto hayan renunciado a su trabajo y conseguido cerrar 145 clínicas abortistas. Tras esta campaña de otoño, “40 días por la vida” volverá de nuevo a Burgos durante la Cuaresma.