Feliz año de esperanza y paz

Mensaje del arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, para el domingo 30 de diciembre de 2018.

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Estamos hoy a las puertas del nuevo año, y quiero empezar felicitándoos con las palabras de bendición que se recogen en la primera lectura de la Misa del día 1º: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Núm 6, 24-26). Me uno así al saludo, felicitación y buenos deseos que se repiten e intercambian entre nosotros estos días, y que también hago hoy especialmente míos. No se trata, lo sabéis bien, de un saludo protocolario, sino que alberga un hondo deseo para todos y cada uno de paz, felicidad y gozo profundo. Una alegría que nace, como somos conscientes especialmente en este tiempo navideño, del encuentro con Jesús que ha plantado su tienda entre nosotros, fortalece nuestro peregrinar y derrama su misma Vida en nuestra vida.

 

Damos gracias a Dios por el año 2018 que termina. Guardaremos, sin duda, en nuestra retina los mejores acontecimientos de lo que el Señor nos ha regalado durante este año. Se trata de un tiempo de gracia para todos. Como Iglesia diocesana hemos seguido caminando bajo la senda de nuestro Plan Diocesano de Pastoral. Con agradecimiento también yo guardo en mi corazón tantos momentos en los que nos hemos encontrado sintiéndonos «discípulos misioneros»: momentos de oración, reflexión, fiesta y comunión en mis continuas visitas pastorales, en los encuentros diocesanos, en la celebración de mis bodas de oro sacerdotales, en los eventos del VIII Centenario de la Catedral, en la sencillez del discurrir y el acompañamiento de cada jornada…

 

El 1º de enero, además de sellar el inicio de un nuevo año, está marcado también por la celebración de la Jornada Mundial de la Paz. ¿Qué mejor deseo para el nuevo año que sea un año de esperanza y paz para cada persona, para cada familia, para cada comunidad, para cada país, para cada continente? Una paz que, además de ser don de Dios, se tiene que ir construyendo poco a poco, porque es un trabajo complejo y laborioso que requiere el concurso de todos.

 

El papa Francisco, a fin de ir contribuyendo a esa cultura de la paz, nos ha escrito un hermoso discurso que os invito a leer en cuanto podáis. Lleva por título: «La buena política está al servicio de la paz». Su interés es todavía mayor en nuestro caso particular, cuando existe tanta desafección a la política, especialmente en los jóvenes, abundan los casos de malas prácticas políticas, preocupan los nacionalismos, crecen actitudes radicales, o nos disponemos a celebrar diversas convocatorias electorales durante este nuevo año…

 

Por lo tanto, animar, fomentar y educar en una buena política se convierte hoy en un enorme desafío en nuestras sociedades, del que los cristianos no podemos permanecer al margen. Una política al servicio de los derechos humanos y de la paz únicamente se consolida si se edifica desde el ejercicio de la caridad y las virtudes humanas. Como dice el Papa Francisco: «La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad». Y es que estamos convencidos de que la política es un medio hoy muy importante para trabajar por la construcción de una sociedad más justa, pero que ha de ser motivado únicamente por el espíritu de servicio en la búsqueda del bien común.

 

Gracias a Dios este espíritu sigue moviendo a muchos hombres y mujeres que desempeñan esta tarea con enorme celo y rectitud. Sus testimonios ciertamente permanecen silenciosos, pero son imprescindibles para el sostenimiento de nuestra sociedad. Ellos nos hablan de escucha, de coherencia, de credibilidad, de bien común, de apertura, de consenso, de eficacia, de compromiso… Frente a los muchos vicios de la política, su presencia fomenta la participación y la confianza que están en la base de la buena política. En este sentido hacemos también nuestra la oración del Papa Francisco: «¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!» (EG 205).

 

El primer día del año la Iglesia celebra también la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Nos ponemos con sencilla confianza bajo su amparo y protección maternal y le confiamos el nuevo año, nuestra comunidad diocesana, la sociedad burgalesa… ¡¡Santa María, Reina de la Paz, ruega por nosotros!!

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