In memoriam D. Teodoro

por administrador,

D. Teodoro, nuestro obispo (1982-1992), ha muerto. La muerte de un padre siempre es dolorosa. Los cristianos el dolor lo vemos mermado gracias a la fe: memoria de la Resurrección de Cristo, que garantiza la esperanza de un futuro plenificador, preparado en un presente vivido en el amor.

Era el primer domingo de Adviento de año 1982 cuando D. Teodoro entraba en nuestra Diócesis; venía de la vecina Osma-Soria, ese día, así nos lo recordaba en su homilía, comenzaba a regir en la Iglesia universal un nuevo Código de derecho canónico. Esa fue precisamente su primera tarea dar a conocer las nuevas normas eclesiásticas.

Luego vendría su división de la Diócesis en zonas pastorales para responder mejor a aquella situación. Notable su deseo de conocer y estar cercano a todos.
Cercanía que llegaba a los mínimos detalles. Las manos rotas para repartir lo que tenía; recuerdo estando estudiando en Roma, como todo estudiante con las reservas financieras muy justas, precisamente por estas fechas llegó él.., nunca olvidaré aquellas liras que me dejó envueltas en un sobre de dulces.

Podríamos contar muchas cosas buenas de D. Teodoro. Sin duda, la que a todos nos ha dejado asombrados ha sido su silencio, su soledad, su prudencia, desde que pasó a ser emérito. En este tiempo, escaso en homilías, su silencio ha sido elocuente, ejemplar y fecundo.
Un abrazo, D. Teodoro.
¡Gracias!
¡Descanse en paz!.

Jesús Yusta Sainz