A los peregrinos a la Catedral en el Año de la Fe

Esta es la primera parroquia que viene en peregrinación, en este Año de la Fe, a este templo catedralicio. Templo singular, puesto que está indicando la unidad de toda la comunidad cristiana de Burgos.

Hemos cantado a Jerusalén que para nosotros es un punto de referencia porque nuestra vida es un camino hacia Dios, hacia esa Jerusalén celeste de la cual es un símbolo la Jerusalén terrestre y que se reproduce en cada una de las mansiones donde Dios habita y que son puntos de referencia en nuestro acceso a Dios. Por eso hoy quería saludaros como la primera parroquia que hace este camino. La catedral es bien conocida para todos. Quizá hoy vais a deletrear algunos aspectos más concretos de las bellezas, de los detalles, de las riquezas, de los tesoros que nos han ido legando nuestros antepasados.

Pero yo, lógicamente, desearía para todos y cada uno de vosotros que esta visita supusiera una renovación gozosa de la comunión de vida que tenemos con Dios nuestro Padre, con Cristo Jesús nuestro hermano, en el Espíritu Santo. No es tanto el templo, que en este caso es bellísimo, cuanto el símbolo de la Iglesia de Jesucristo, es decir, de su Esposa, de la comunidad de los bautizados con la que Cristo ha querido fundir su vida y hacerla partícipe de la vida divina que tiene con el Padre en el Espíritu Santo. Sí, la Iglesia es la Esposa amada por la cual se da gozosamente la vida y Cristo nos lo ha manifestado.

Por eso, aprovechando esta ocasión del Año de la Fe, los cristianos renovamos el gozo de haber sido mirados por Dios con amor y haber sido elegidos para ser suyos. Porque nosotros hemos asentido y renovamos nuestra profesión, pero renovamos nuestra adhesión a aquel que nos eligió primero, por tanto bien con que los cristianos hemos sido agraciados. La fe ha sido para nosotros el gran don recibido en nuestra existencia. Ciertamente, previo a la fe, hemos recibido esta vida humana, pero ¿de qué nos serviría esa maravilla de la vida humana si no hubiéramos conocido a Dios y Dios no nos hubiera hecho don, regalo, de esa amistad divina?

Por ello realizáis esta visita que en la materialidad de la catedral está expresando el deseo de conocer más y más a Dios. El conocimiento material de este templo nos lleva al deseo de conocer más y más, en toda su riqueza, nuestra fe. Ahí tenemos el catecismo que podemos ir ahondando y con el que enriquecernos en estos meses que quedan del año de la fe, y sucesivamente sin límite de tiempo. Cada celebración en la comunidad cristiana tiene que despertar en nosotros la curiosidad santa de Dios, una curiosidad que nos haga descubrir nuevos horizontes de la riqueza que poseemos. Como un niño va percibiendo detalles nuevos conforme va siendo más consciente y va cayendo en la cuenta de distintos aspectos, así nosotros somos esos hijos de Dios que vamos descubriendo las riquezas de la casa de Dios, es decir, de nuestro cohabitar con Él, de las riquezas que Él nos ha dado y de los distintos detalles y manifestaciones de su amor. Seguro que todos, –también a mí me ocurre de vez en cuando-, cuando leemos la escritura o algún salmo, percibimos y descubrimos aspectos que, aun habiéndolos tenido delante de los ojos, no habíamos percibido en toda su hondura.

Por ello, queridos amigos, que esta visita no cumpla solo con la materialidad requerida para lucrar la indulgencia plenaria sino que os ayude a abrir horizontes, agrandar la perspectiva de ser miembros de esa amada Iglesia Esposa de Cristo. Eso es lo que deseo para todos vosotros, y en vosotros, para todas las parroquias que vendrán durante los meses que quedan hasta finalizar el Año Santo de la Fe.

Muchísimas gracias y que llevéis a vuestros hogares, a vuestros ambientes, a vuestras familias el deseo de que el Señor os llene de gracia y de consuelo espiritual.

Comentarios

Se el primero en publicar un comentario.

Danos tu opinión