In memoriam Antonino García Delgado

Por lo general, los humanos tendemos a valorar las cosas por las apariencias, por los datos que nos ofrecen los sentidos, por tanto lo sujeto al tiempo y al espacio. Y esto nos lleva a equívocos: pensar que lo grande es, eso, lo grande cuantitativa o cualitativamente considerado, el puesto que uno ocupa, con quien se relaciona, las veces que sale en la prensa, etc.etc…

Pero, la verdad no está en lo accidental sino en el ser. Lo grande, casi siempre, suele coincidir con lo silencioso lo humilde, lo que no cuenta para la gran mayoría, ni se cuenta en público.

Antonino ha muerto, un hombre, un sacerdote, ha pasado a la historia, a esa Historia escrita por los grandes hombres que, por eso, pasará desapercibida a los ojos de los hombres y nunca se contará.

Porque, pasar 13 años en San Martín de Humada y 39 en Lomas de Villamediana es, podríamos calificarlo, con sumo respeto a estos pueblos, sin temor a equivocarnos, heroico.

Sí, Antonino ha sido uno de esos eclesiásticos que, en Palabras del Papa Francisco, “nunca buscó hacer carrera”. Su sencillez, su silencio, su ser buen compañero, le llevó a integrase en los pueblos, a hacerse querer por las gentes que veían en él al sacerdote que les quería, que les acompañaba y que les ayudaba en los momentos difíciles.

Y esto fue Antonino, su grandeza está precisamente en no buscar ni pretender ser grande, en intentar hacer el bien, sin altavoces amplificadores, sin escribirlo en las crónicas personales, sin creerse el imprescindible; su grandeza estuvo en saber escoger el último puesto, algo, sin duda, propiedad de los auténticamente grandes. Y no voy a decir más, profanaría tu gran currículo.

¡Descansa en paz, Antonino! Tu vida siempre me ha interrogado. ¡Gracias!

Jesús Yusta Sainz

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