In Memoriam P. Marcos J. Yusta

Esta mañana, apenas había finalizado la primera clase, sonaba el teléfono, me comunicaban, con palabras entrecortadas, la noticia: el P. Marcos ha muerto… Primero la duda e incredulidad, después la oración ¡Descanse en paz!

El hecho de la muerte siempre se alza como un muro lleno de interrogantes y
de temor en el centro mismo del camino de la vida. Vamos avanzando por
nuestra existencia y, de repente, nos encontramos encarados con esta
muralla misteriosa que nos impide el paso.

Pero, para un cristiano, para uno que, como el P. Marcos, toda su vida ha sido un ensayar para dar este paso, la muerte no tiene la última palabra.
Esta muralla de la muerte puede parecer impenetrable, como si no nos dejara pasar al
otro lado, pero, para el seguidor del Resucitado, la vida, aquello que constituye verdaderamente su personalidad, «probada como oro en crisol», libre de los
obstáculos que impone el tiempo y el espacio, «resplandecerá como
chispa que prende» y atravesará el muro.

El viernes pasado nos veíamos en la clínica, como siempre bromeamos y nos reímos. ¡Qué fugaz es nuestra vida y los instantes que la componen! Pero, el P. Marcos no ha muerto, vive. Por eso el P. Marcos no nos ha dejado, ha atravesado el muro y desde la otra cara, desde donde se ve todo con perspectiva de eternidad, él nos ve, nos contempla y acompaña.

Su partida nos ha dejado sorprendidos y tristes, a la vez que animados a continuar lo noble, lo bello, honrado y justo que él inició y que muchos, desde cerca, gozamos de él.

¡Descanse en paz!

Jesús Yusta Sainz

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