Mensajes para España desde Corea
2014 08 24 mensaje arzobispo de Burgos pdf
Acaba de finalizar el viaje del papa Francisco a Corea del Sur. Ha sido un viaje maratoniano y muy fructífero, hablando en términos cristianos. Quizás el momento culminante haya sido la misa en Seúl, para beatificar a un buen puñado de mártires coreanos. Allí se reunió un millón de personas, cifra que si es importante siempre, referida a Asia, donde el cristianismo tiene una presencia cuantitativa poco significativa, bien puede calificarse como espectacular.
De todos modos, las cifras numéricas no son con frecuencia lo más importante. A veces, un mensaje que han escuchado muy pocas personas tiene tal fuerza que enseguida involucra a muchos millones. Pienso que esto se ha dado en Corea, pues el Papa ha dejado muchos mensajes de hondo calado no sólo para los coreanos sino para todo el mundo asiático y occidental. A mi modo de ver, el más importante de todos es el de la fidelidad, en esta hora en la que no es fácil ser cristiano.
Como recordó el papa Francisco en la misa de beatificación, la fe cristiana fue puesta a prueba poco después de haber llegado a las costas de Corea. Los cristianos tuvieron que elegir entre seguir a Cristo o seguir al mundo. Sabían que el precio de ser discípulos para muchos significaba “persecución y, más tarde, la huida a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo: posesiones, tierras, prestigio y honor, porque sabían que Cristo era su único tesoro”. Y fueron fieles. Prefirieron dejarlo todo antes que abandonar su fe. Gracias a ello, aquellas aldeas católicas refugiadas en las montañas, fueron transmitiendo la fe de generación en generación, incluso sin sacerdotes. ¡Todo un ejemplo para quienes “se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo”!
Muy importante ha sido también el mensaje lanzado a los laicos. Tras reconocer “la labor de numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados” y recordar que “asistir a los pobres es bueno y necesario”, el papa señaló con rotundidez: “esto no basta”. Es preciso “multiplicar los esfuerzos en el ámbito de la promoción humana, de modo que todo hombre y toda mujer llegue a conocer la alegría que viene de la dignidad de ganar el pan de cada día y de sostener a su propia familia”. No es suficiente “dar de comer. Él y ella, que están sin trabajo, deben sentir en su corazón la dignidad de llevar a casa el pan, de ganarse el pan. Os confío esta tarea”. Todo un reto para empresarios, políticos y fuerzas sociales.
Muy importante ha sido también el mensaje dirigido a las familias cristianas. Refiriéndose a la “importancia del testimonio dado por las familias cristianas”, ha recordado el gran reto que tienen planteado nuestras comunidades cristianas de hoy: “ayudar a los esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la sociedad”. Porque la familia no ha pasado de moda sino que “sigue siendo la célula básica de la sociedad y la primera escuela en la que los niños aprenden los valores humanos, espirituales y morales que los hacen capaces de ser faros de verdad, de integridad y de justicia en nuestras comunidades”.
Por último, está el mensaje a los jóvenes cristianos. Les ha dicho el Papa: “Ya sean trabajadores o estudiantes, hayan elegido una carrera o respondido a la llamada del matrimonio, de la vida religiosa o del sacerdocio, no sólo son parte del futuro de la Iglesia: son una parte necesaria y apreciada del presente de la Iglesia”. ¿Qué horizonte pueden tener nuestras parroquias y nuestra diócesis sin la presencia, testimonio y acción de los jóvenes?