Rebelaos contra la banalización del amor
2015 02 22 mensaje arzobispo de Burgos pdf
Esta es la consigna que el papa Francisco lanza a los jóvenes, en su Mensaje para la XXX Jornada Mundial de la Juventud de 2015. No es la única. El Papa les pide también que se rebelen contra la “cultura de lo provisional y relativo” y tomen opciones definitivas, opciones que “comprometan para siempre”. Incluso va más lejos. Les vuelve a proponer lo que ya les dijo en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro: “que seáis revolucionarios, que vayáis contracorriente; atreveos a ir contracorriente y atreveos a ser felices”.
Quizás llame la atención que el Papa diga a los jóvenes que se atrevan a ser felices. Porque si alguien va en busca de la felicidad es, precisamente, la gente joven. Ciertamente, todas las personas de todos los tiempos, edades y situaciones van siempre en busca de la felicidad. Porque Dios ha puesto en el corazón de todo hombre y de toda mujer el ansia de ser feliz y alcanzar la plenitud. Pero esto vale de modo especial para los jóvenes. Durante la juventud surge el deseo profundo de un amor maravilloso, verdadero y grande, una capacidad inmensa de amar y ser amado. Ahora bien, amar y ser amado sin límite es un ingrediente fundamentalísimo para encontrar la felicidad. ¿Por qué, pues, el Papa insta a los jóvenes a que “se atrevan” a ser felices?
El Papa sabe muy bien que las expectativas de los jóvenes son frustradas muchas veces por falsas promesas mundanas. Así sucede cuando se les propone, por ejemplo, modelos de amor que son mentira y que, lejos de conducir a la felicidad, son causa de profundos sufrimientos y clamorosas insatisfacciones. Más en concreto, “cuando las relaciones están marcadas por la instrumentalización del prójimo para nuestros fines egoístas, en ocasiones como mero objeto de placer”. Estos planteamientos contradicen frontalmente la belleza de la vocación humana al amor. Por desgracia, es el modelo que, debido a los medios de comunicación y a los poderes fácticos, se ha instalado en la sociedad actual y es seguido por una inmensa mayoría de jóvenes. Desafiar ese ambiente y no plegarse a los comportamientos políticamente correctos es muy difícil y arriesgado. Para hacerlo hay que tener mucho coraje, hay que “atreverse”.
Ahora bien, vale la pena. Porque, cuando el amor se reduce al aspecto sexual y se le priva de sus características esenciales de belleza, comunión, fidelidad y responsabilidad, produce los mismos efectos desastrosos que produjo el alejamiento de Dios de nuestros primeros padres. También a ellos les ofertó el demonio la cumbre de la felicidad desafiando a Dios y convirtiéndose ellos mismos en dioses. Sin embargo, en ese preciso momento la brújula interior que les guiaba en busca de la felicidad perdió su punto de orientación y les condujo hasta el abismo de la tristeza y de la angustia. Si hasta entonces podían mirarse limpiamente a los ojos, ahora sienten vergüenza el uno del otro, y aparece la tentación del poder, del dominio y del deseo del placer a toda costa, con la consiguiente pérdida de la felicidad.
Los jóvenes necesitan desandar este camino si quieren ser felices. Necesitan volver al amor primitivo, al amor originario. Ese camino de retorno pasa por Jesucristo. Él es quien –como les dijo san Juan Pablo II en Tor Vergata- empuja a los jóvenes “a dejar las máscaras que falsean la vida” y quien suscita en ellos “el deseo de hacer de la vida algo grande”. Este es el camino que ahora vuelve a proponerles el papa Francisco. Si los jóvenes no quieren errar en la búsqueda de la felicidad, necesitan acercarse a Jesucristo, leer el Evangelio a diario para conocerle, reconciliarse con él en el sacramento de la Penitencia y entregarse al servicio de los demás. Siguiendo esta ruta su amor desembocará en el matrimonio o en el estado sacerdotal y religioso, según sea la personal vocación que cada uno tenga. Pero en uno y otro caso, encontrarán la verdadera felicidad.