Semana Grande. Semana Mayor

Semana Santa. Semana Mayor. Semana Grande. Así califica la Iglesia la semana que comienza el Domingo de Ramos y concluye dando paso a la Pascua de Resurrección. No exagera la Iglesia con esos epítetos. Más bien se queda corta, porque esta semana es “única”, “irrepetible”. No en vano en ella se concentra la celebración de los misterios que dieron lugar a nuestra salvación: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor [...]
Mensaje del arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, para la Semana Santa 2015

Semana Santa. Semana Mayor. Semana Grande. Así califica la Iglesia la semana que comienza el Domingo de Ramos y concluye dando paso a la Pascua de Resurrección. No exagera la Iglesia con esos epítetos. Más bien se queda corta, porque esta semana es “única”, “irrepetible”. No en vano en ella se concentra la celebración de los misterios que dieron lugar a nuestra salvación: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

 

El Domingo de Ramos es la puerta de la Semana Santa. Ese día bendecimos los ramos, hacemos la procesión y celebramos la misa. Gracias a la reforma del Vaticano II, tiene mucho más relieve la procesión que la bendición de los ramos. Tenía que ser así, porque no se trata tanto del simbolismo de los ramos cuanto de rendir homenaje a Cristo, Mesías-Rey, imitando a quienes le aclamaron como Redentor de la humanidad. Durante la procesión llevamos en las manos los ramos como signo de paz y de esperanza, porque siguiendo a Cristo, pasando a través de nuestra propia pasión y muerte, viviremos la resurrección definitiva. Después los llevaremos a nuestras casas, como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. Los colocaremos sobre un crucifijo o un cuadro religioso para recordarnos que hemos optado por seguir a Jesús en el camino hacia el Padre y que queremos ser consecuentes con nuestra fe y seguir aclamándole con nuestra vida a lo largo de toda nuestra existencia.

 

Luego vendrán las grandes celebraciones del Triduo Sacro: la institución de la Eucaristía (Jueves Santo), la celebración de la Pasión (Viernes Santo) y la Vigilia Pascual. Las Cofradías nos ayudarán a convertir nuestras calles y plazas en un inmenso templo, y a que, gracias a las procesiones y desfiles, contemplaremos plásticamente los grandes misterios de nuestra Redención. Desde aquí quiero agradecerles este importante servicio y animarles a que nos ayuden a vivir la Semana Santa con su buen hacer, piedad y recogimiento.

 

El año pasado se incorporó a nuestra Semana Santa a la procesión del Viernes santo la imagen del Santo Cristo de Burgos que se guarda en la capilla del mismo nombre de nuestra catedral. El Cabildo ha hecho una reproducción muy cuidada de esta santa imagen y, de este modo, a la vez que nos da la posibilidad de preservar la original sin riesgos, nos permite hacerla presente en nuestras procesiones. Invito a todos los burgaleses y visitantes a participar en esta procesión y en el impresionante Descendimiento que se realiza en la plaza de Santa María ese mismo día a las 12’00. Será una ocasión sumamente propicia para que salga de nuestro corazón un acto de amor y de dolor agradecido, pensando que Jesús “me amó y se entregó a la muerte por mí”.

 

Sin embargo, la cumbre de todas las celebraciones se encuentra en la Vigilia Pascual. Nosotros, ciertamente, confesamos que Jesucristo murió verdaderamente en la Cruz. Pero confesamos también que al tercer día resucitó de entre los muertos y se convirtió en primicia y prenda de nuestra resurrección.

 

La luz de la Semana Santa nos invita a todos a realizar una lectura de nuestra vida y preguntarnos en qué la estamos gastando, qué rumbo lleva, si la estamos empleando en el amor a Dios y en el servicio a los hermanos, especialmente a los más necesitados, en una palabra si la estamos viviendo con hondura y coherencia. Vivamos de cerca estos días y propongamos seguir a Jesucristo todos los días del año, practicando la oración, los sacramentos y la caridad.

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