Tiempo de campamentos: una oportunidad de crecimiento personal

El verano significa para muchos tiempo de campamentos. Y esto implica convivencia, diversión, maduración y aprendizaje, y no sólo para los chicos y chicas participantes, sino también para los monitores que les acompañan. En Burgos, muchos de ellos se forman en la escuela diocesana Voluntared.

Juan José Ángel Madrid, Juanjo, lleva años al frente de Voluntared. Esta escuela de formación es una entidad burgalesa sin ánimo de lucro de origen diocesano, nació hace 30 años para cubrir la necesidad de capacitar a los jovenes de las parroquias que organizaban actividades de verano. «Fuimos pioneros en Burgos, ya que aún no había salido una ley orgánica para este tipo de titulaciones», explica Juanjo. El propósito de Voluntared es que estas personas sean agentes de transformación social desde una perspectiva integral, y que se sumen al desarrollo humano de la ciudad de Burgos, en aquellos campos en los que participan. «Estamos reconocidos por la Junta de Castillla y León y somos los número dos. Voluntared es una escuela confesional pero abierta, y nuestro estilo de trabajo y valores son los de Jesús de Nazaret, los del evangelio. El principal valor que damos es un tiempo libre educativo, que no es solamente para divertirse y entretenerse, sino que también sirve para crecer como persona y como cristiano, siendo una ayuda para crecer evolutivamente en la fe».

 

Voluntared no sólo se ocupa de la formación de monitores para campamentos y actividades de tiempo libre; también cuenta con seis albergues y casas de convivencias que ponen a disposición de parroquias, colegios, movimientos y asociaciones. En verano, su finalidad es acoger a los numerosos chavales que participan en campamentos. Los tres albergues oficiales están localizados en Santibáñez, Poza de la Sal y Castrillo de la Vega, mientras que las tres casas de conviencias se encuentran más próximas a Burgos. Se tratan de antiguas casas parroquiales que han sido reformadas para sus actuales fines, destinadas a cursos y convivencias.

 

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Juanjo, atendiendo como monitor uno de los campamentos en los que participa.

 

De todos estos albergues y casas, el más solicitado es el de Poza de la Sal: «Debido a su ubicación, ya que está cercano al pueblo pero sin llegar a estar dentro de él; el entorno con el que cuenta, en medio de la naturaleza; y las instalaciones deportivas y piscina que se pueden encontrar en el pueblo. Además, es grande y puede albergar hasta cien personas», cuenta Juanjo. Este año, el albergue contará con cuatro campamentos, «así que estamos completos, ya que se organiza uno por quincena». Los albergues no solo sirven para la zona de Burgos, sino de toda la zona norte de la península.

Formación integral

La formación de los monitores ha de ser completa a todos los niveles, no sólo para que puedan llevar a cabo actividades que diviertan a  los niños que participan en los campamentos, sino para que sean capaces de realizar una buena aportación en su educación. En definitiva, se busca que para los monitores, los campamentos supongan una experiencia vital, que les ayude a conocerse mejor.

 

En cuanto a los niños acampados, Juanjo comenta que para ellos, estos días de convivencia suponen un importante paso adelante en su maduración: ya no está ni su padre ni su madre presentes, por lo que tienen que vérselas solos, y una situación así les exige cierta maduración. «A los chavales les ayuda a encontrarse con ellos mismos, aprenden a conocerse, afianzan amistades y conocen a gente nueva». También les ayuda a «desintoxicarse» de la vida que llevan diariamente durante el curso, que como señala Juanjo, «durante esos días de campamento disfrutan viviendo en un entorno natural y se olvidan por unos días de los aparatos que estamos todo el día utilizando. Así son capaces de divertirse sin recurrir a la televisión, al ordenador o al móvil». El valor de las amistades que allí surgen, los talleres, las excursiones, los juegos… son actividades que además de divertidas, educan a estos chicos y chicas, y que les enseñan a trabajar en equipo, a respetar a los demás y a descubrir a Cristo.

 

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Jóvenes participando en una de las actividades organizadas por su campamento.

 

Con estos campamentos, Juanjo comienza sus vacaciones. Se irá al albergue de Poza de Sal, junto con su mujer y sus dos hijos de tres y dos años. Allí ejercerá de monitor en un campamento organizado por la parroquia en la que él participa, la de San Fernando Rey: «Para mi es algo vital en mi vida, me ha ayudado a crecer como persona. Primero iba como acampado, luego como coordinador y ahora como monitor». Comenta Juanjo que implicarse como monitor es algo que le ayuda a ver la realidad social, y conocer como está la sociedad a través de los niños. «También me sirve para coger fuerza para la fe: unos se van de ejercicios y yo de campamentos. Me fortalece y me confirma mis creencias y me ayuda a vivir los valores del evangelio. Y sobre todo, al tiempo que educo a otros, me estoy educando a mi. No puedo educar sino estoy educado, y esto es algo que me exige una reflexión seria».

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