«Dar posada al peregrino»
En 2009 Dominique Tiendrebeogo abandonaba Burkina Faso para emprender un largo y difícil camino con la idea de encontrar un futuro que permitiese su supervivencia y la de su familia. Atrás dejaba a su mujer, sus dos hijos, sus cuatro hermanos y su madre, todo para iniciar un viaje que se prolongó durante dos años, el tiempo que le llevó a salir de su país, atravesar Níger, pasar Argelia y Marruecos para una vez allí, embarcarse en una patera que le llevaría a Europa. Dicha llegada se produjo en 2011, en Granada, cuando por fin desembarcó junto con 37 personas. Allí fueron recibidos por la policía, que les dirigieron a un centro donde se estudió la situación de cada uno.
En estos Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs) sólo se puede estar un máximo de dos meses, y al pasar este tiempo «si tienes suerte, te sacan de ahí, y si no la tienes, te deportan a tu país», cuenta Dominique. Una suerte que depende en cierta medida del país de procedencia: los hay que han firmado con España un acuerdo de devolución de sus ciudadanos que han emigrado en condiciones irregulares. Durante esta estancia, se acercan al centro miembros de los consulados de países africanos para preguntar a los recién llegados por su nacionalidad. Sin embargo, hay consulados que a pesar de que el inmigrante diga que es de determinada procedencia, terminan por adjudicarle otra diferente, forzando así su salida de España. Afortunadamente para Dominique, no fue su caso: él sí tuvo suerte.
Tras 55 días en el centro, la policía le sacó de las instalaciones y le preguntaron si tenía algún contacto o alguien a quien acudir, pero no era su caso: «No sabía dónde ir ni conocía a nadie». Es en estos momentos cuando intervienen instituciones como Cruz Roja o ACCEM, una ONG que trabaja con personas refugiadas. Tras una breve estancia en Cádiz, le facilitaron un piso en Burgos con la idea de que pudiese empezar a construir su vida e integrarse. Además, Dominique desconocía el idioma al llegar a la ciudad, por lo que uno de los primeros pasos sería aprenderlo, algo que también le facilitó ACCEM.
Por fin, una situación estable
A través de esta organización, pudo ponerse en contacto con Cáritas, que le acogió en el albergue durante una semana, para después enviarle a la casa de acogida de San Vicente de Paul, en una estancia que se prolongó durante dos años, y con idea de ser temporal. Pasado ese tiempo, Cáritas le ofreció estancia en un piso de acogida, hasta que consiguió el contrato con la huerta Molinillo, perteneciente a la asociación Promoción Solidaria. Ya con este trabajo, Dominique puede empezar a arreglar sus papeles, y en la actualidad ya cuenta con ellos, «gracias a Dios».
La situación, ya por fin estable, abre ante él posibilidades como la de viajar para ver a su familia, con la que no ha podido estar desde hace años. Sin embargo, se muestra prudente: «toca seguir trabajando e ir poco a poco. Hay cosas que no se pueden adelantar». Es pronto todavía para hacer planes a futuro.
Dominique muestra en todo momento agradecimiento hacia todas las personas que se han volcado con él desde que llegó a España. Y en las fechas de Navidad, agradece especialmente que sus amigos y compañeros de Promoción Solidaria le hayan invitado a pasar esos días en compañía: «Una familia me invitó a pasar la Nochebuena en su casa y lo pasé muy bien con ellos».
Pero no terminan ahí los reconocimientos a tantas personas que se han cruzado en su camino durante estos años: «Agradezco a todos lo se que ha hecho por mi. Cada uno me ha ayudado de la mejor forma que ha podido. También estuve en Atalaya para aprender el idioma, y allí éramos atendidos por voluntarios para darnos clases. El que una persona dedique esa parte de su tiempo a enseñarte o echarte una mano, es algo que hay que agradecer siempre, porque es mucho lo que están haciendo por ti».