«Enseñar al que no sabe»
Este año, el colegio diocesano de San Pedro y San Felices celebra su cincuenta aniversario. Medio siglo ha pasado desde que el por entonces arzobispo de Burgos, don Segundo García, comenzase esta iniciativa con el objetivo de ofrecer una labor social, educativa y pastoral en un barrio que carecía de un centro escolar de estas características. La educación en valores y prestigiosa que este colegio busca inculcar a su alumnado no sería posible sin el trabajo diario y constante de sus profesores. Felipe Rodríguez Miguel es uno de ellos, y trabaja en el mundo de la educación desde hace 30 años. En San Pedro y San Felices lleva desde el 2010, y con la responsabilidad de la director de Primaria en este «cole» desde 2012.
A Felipe se le nota que le apasiona su trabajo, y relata cómo son las caras de asombro e ilusión de los alumnos cuando se emocionan ante un tema, una explicación, «algo nuevo que pones a su alcance y lo quieren devorar con sus ansias de saber, conocer, experimentar. Eso es increíble e inolvidable». También le gusta el trato con los padres, aunque reconoce que no siempre es fácil y que es todo un reto: «Los padres hasta del más complicado de los alumnos, necesitan escuchar algo positivo de su hijo, eso requiere tu esfuerzo para sacar sus valores positivos y mostrárselos, ya que a veces no son capaces de valorar o ver esas cosas». Sobre los alumnos de Primaria, cuenta lo mucho que le gusta ver la inocencia de los más pequeños y la picardía de los más mayores, «me gusta hablar con ellos, ver y aprender como es el mundo a sus ojos, me gusta derrochar cariño, ver como a los más mayores les escuchas activamente y te los ganas porque necesitan ser escuchados… me gusta estar enamorado de lo que hago, vivirlo y entregarme hasta el límite. Me gusta buscar cosas nuevas, formas nuevas, experimentar técnicas nuevas, todo para conseguir mejorar cada día técnica y humanamente».
Profesores con cerebro y corazón
Como puede verse, no sólo de conocimientos técnicos ha de estar hecho un profesor, sino que es también muy importante una parte alta de inteligencia emocional, «sentido común, empatía con padres alumnos y compañeros docentes, ganas, muchas ganas, derrochar amor, sonreír, estar alegre, transmitir en positivo, saber apreciar y ver lo bueno que toda persona tiene para arraigar en eso bueno, la construcción de la persona». De sus palabras se desprende que el trabajo como profesor hoy en día no es más difícil en la actualidad, sino que es sencillamente «distinto»: «No se puede estar o llegar a la enseñanza porque es un trabajo con cierta estabilidad, donde se cobra a fin de mes… si alguien se hace ese planteamiento, el trabajo de profesor le va a costar mucho, estará abocado a la depresión, y no va a disfrutar de una profesión tan bella, y lo peor de todo es que va a repercutir negativamente en su alumnado.
Por el contrario, si tu planteamiento es otro, te gusta la enseñanza, los niños, amas lo que haces y te entregas por entero a él, no es hoy más difícil, solo requiere técnicas nuevas, procedimientos nuevos, adaptarse y estar abierto a la evolución de los tiempos.
No hay que añorar los viejos tiempos de la enseñanza. Estuvieron bien en su momento y ya está, ahora tiempos nuevos, odres nuevos. Hay tanto por descubrir y tantas cosas que enseñar, tanto que aprender y tanto que vivir y compartir, que sinceramente no miro hacia atrás más que lo necesario para no cometer errores viejos. El trabajo de maestro es personalmente enriquecedor, seguir los pasos del Maestro y que a uno le llamen maestro, es un honor».
Y es en este punto donde Felipe se detiene a explicar los retos que ha de afrontar como profesor cristiano: «Me parece fundamental reconocerse y hacerse reconocer como cristiano, hay que asumir que nuestro espacio natural de evangelización son las aulas, por tanto un profesor, un maestro tiene que estar dando testimonio con su vida, y con su comportamiento tiene que ser ejemplo vivo.
Otro reto para un profesor o maestro cristiano es saber integrar los nuevos medios y métodos de enseñanza, dentro de la moral y los valores cristianos, no todo puede valer en honor a la ciencia y las tecnologías innovadoras, la moral y los valores cristianos tienen que estar presentes en el aula y en nuestras enseñanzas, en nuestra vida como personas y como maestros.
Tenemos que ser un filtro que ayude a nuestro alumnado a discernir, a saber enfocar sus vidas, a encontrar su sitio en el mundo, a crecer como personas. Si solo vamos a dar conocimientos a secas… para eso ya están los buscadores de Internet».