Testimonio de confianza en Dios y de servicio a los demás en las misiones

La próxima semana comienza en la Facultad de Teología la 69 semana de la Misionología. Del 4 al 7 de julio, misioneros, teólogos y amigos de las misiones dialogarán sobre aspectos de la misión y del diálogo interreligioso. Con tal motivo, damos a conocer el testimonio de una misionera burgalesa, sor Ana Isabel Sáiz, hija de la Caridad que ha trabajado durante más de ocho años en el Chad. Allí fundó una comunidad de Hijas de la Caridad, donde sirvieron a los demás. El testimonio de uno de los 884 misioneros de nuestra diócesis, que sigue estando a la cabeza en número de vocaciones que trabajan en las misiones.
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Sor Ana Isabel Saiz, hija de la Caridad, en el día del Misionero Burgalés.

 

Sor Ana Isabel Sanz es una Hija de la Caridad a la que de pequeña siempre le había sorprendido la vida de los misioneros. Animada por alguna compañera, ha estado de misión en Marruecos y en El Chad.

 

Para ella, la misión es una llamada a servir a Dios y a los demás. «Para ser misionero de una vocación religiosa tiene que ser una llamada a servir a los demás, a servir a Dios y la llamada de Dios», afirma. En el caso de su Compañía sor Ana Isabel aclara que «tienes que ser tú la que decides pedir ir a misión, y luego si los superiores y los demás creen que puedes ir, te permiten ir».

 

Para esta hermana de la caridad, ser misionera es «un descubrimiento de la vocación, del servicio de los demás, de la ayuda, es una doble llamada de la vocación. Para ir a misiones tuve que tomar una nueva decisión, como cuando fui Hija de la Caridad».

 

Antes de partir para la misión, Sor Ana Isabel cree que hay que prepararse, recibir una formación. «Me tuve que formar en el idioma, en este caso lo hice desde Francia, sobre la mentalidad de misiones, proyectos, antropología de donde vas a ir… Si vamos con nuestra mentalidad de aquí, de estrés, y de que yo voy a hacer por los demás, pues se choca. Y de todas formas chocamos porque es otra cultura y ritmo y otras experiencias y otros valores también», reconoce.

 

Sor Ana Isabel ha estado ocho años en el corazón de África, concretamente en El Chad, un país ignorado para Occidente. Allí, junto con otras misioneras, ha tratado de ayudar con alegría a pesar de las dificultades. En principio hizo pastoral pero también hacía algunas actividades relacionadas con la enfermería, unas curas, un seguimiento en el hospital. Hasta que luego con los años, el hospital del pueblo en el que vivían, que era llevado por protestantes,  pidió ayuda y apoyo a las Hijas de la Caridad que allí vivían. Por lo que sor Ana Isabel trabajó con ellos dos años y medio. «Fue lo que más me gustó porque mi dominio es la enfermería. Un hospital muy pobre, muy mísero pero muy a gusto. Es lo que más me llenó», recuerda.

 

El lema del misionero de Burgos es «testigos de la Misericordia en el mundo», una misericordia que para Sor Ana Isabel tiene una doble vertiente. «Por un lado es la misericordia que Dios tiene conmigo, de que a pesar de todo, a pesar de no hacer bien las cosas, a pesar de que en la misión cometí errores, a pesar de ello seguía allí feliz y me seguía llamando. Y me seguía poniendo delante de mí personas para ayudar y nuevos proyectos. Y luego la misericordia que puedo encontrar con otras personas, con la persona necesitada». Misericordia para ella es «sinónimo de compasión  y no de hacer cosa en lugar del otro, no por el otro»,.

 

La experiencia de Sor Ana Isabel le ha enseñado que para ser misionero hay que dejar a un lado el miedo, confiar en Dios y darse a los demás con respeto.

 

 

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