Decenas de voluntarios trabajan por recuperar el monasterio de Rioseco

Desde hace siete años, la primera semana de agosto reúne en el viejo monasterio a decenas de voluntarios que desean recuperar y embellecer este emblemático lugar.
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Un verano más, y ya van siete, el monasterio de Santa María de Rioseco acoge su semana del voluntariado. Siete jornadas en las que voluntarios de los pueblos cercanos y de otros lugares de la geografía burgalesa e incluso española trabajan para mejorar este viejo inmueble, construido por los monjes cistercienses en 1236 y abandonado con la desamortización de Mendizábal. La semana, que comenzaba el pasado 31 de julio, concluirá el próximo domingo con la celebración del día del voluntariado, que conjugará momentos para la celebración de la eucaristía, visitas al monasterio y comida de hermandad.

 

El estado «triste y lamentable» en el que se encontraba hace unos años el monasterio de Santa María de Rioseco poco tienen que ver con el actual. Aunque todavía hay mucho trabajo por hacer, se ha logrado adecentar el lugar limpiando la zona, eliminando maleza, desescombrando ruinas, enterrando huesos olvidados o adecentando y recuperando los sillares perdidos de los antiguos muros.

 

Junto a los estudios arqueológicos que está llevando a cabo la investigadora Silvia Pascual, este año se han encontrado las claves del refectorio, unas piezas de piedra policromada que sustentaban la bóveda del comedor del monasterio y estaban adornadas con los signos de la Pasión. Además, se están llevando a cabo las obras de retejado de la iglesia, la parte que mejor se conserva del inmueble, ya que fue parroquia hasta mediados del siglo pasado.

 

«Gratitud y altruismo»

 

Desde hace siete años, Juan Miguel Gutiérrez Pulgar, párroco de Villarcayo y el sacerdote con más pueblos a su cargo de toda la diócesis, se encarga de coordinar los trabajos de recuperación del inmueble. Junto con un grupo de feligreses del valle de Manzanedo, Sedano y la zona de las Merindades se afana por recuperar este emblemático lugar, poniendo en alza no solo su valor patrimonial, sino también los vínculos humanos que crea esta intensa semana de trabajo: «Aquí hay un ambiente fabuloso», recalca. «Los jóvenes trabajan al lado de la gente de los pueblos y de otros lugares; aquí se vive una bonita experiencia a nivel humano».

 

En efecto, cada día trabajan en la zona una media de 70 voluntarios, haciendo que cada año se desplacen hasta el lugar más de 130 personas distintas. «No hay distinciones; ninguno se cree superior a los demás ni por cuestión de edad, ideologías o lugar de procedencia. Se respira gratitud y altruismo», revela. Además, la gente de los pueblos colabora en la preparación de las comidas, el café o el almuerzo.

 

Una semana de trabajo y compartir que lleva a recuperar este emblemático lugar. Unas ruinas que, gracias a la colaboración de cientos de voluntarios que por allí pasan cada año, «son cada vez más bonitas».

Comentarios

Comentarios: 1

  1. Gloria Postigo

    Este año no he podido acudir a ayudaros pero mi corazón ha estado con vosotros,gracias por vuestro trabajo y un abrazo para todos en especial a Juanmi.


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