Unas hermanas «muy madres»
La ciudad de Burgos acoge a más de 3.500 rumanos y de ellos el 98% son cristianos ortodoxos. Desde 2007, sus necesidades espirituales son atendidas por la parroquia ortodoxa de Rumanía Santos Apóstoles Pedro y Pablo, que en sus inicios celebró el culto en la iglesia de la Ventilla, cedida por el Arzobispado de Burgos, y posteriormente en un local que tuvieron que abandonar por no poder hacer frente a los elevados gastos de alquiler (700 euros al mes).
Desde diciembre de 2014, esta comunidad ortodoxa celebra su liturgia cada fin de semana en la iglesia de las Hermanas Trinitarias por mediación del Arzobispado. «Nos lo pidió el vicario y nosotras no hicimos otra cosa que obedecer», relata Madre Mercedes, superiora del convento. «Estaban buscando un lugar por todas partes y nos lo pidieron a nosotras, que estamos para dar vida y ayuda. Así que damos lo que podemos dentro de nuestras posibilidades para hacer un servicio a la Iglesia». El humo de las velas, muy utilizadas por los ortodoxos en sus ritos, está haciendo mella en el recinto, pero «las cosas están para utilizarse y se van a quedar aquí; mientras tanto, hay que compartirlas», argumenta la religiosa.
Y así, cada domingo desde hace tres años, más de un centenar de rumanos acude a la iglesia de las Trinitarias para celebrar la misa. Llegan temprano, hacia las 9,30, para colocar su iconografía y objetos litúrgicos y, según cuenta la superiora, están prácticamente hasta mediodía. Los sábados, de 4,30 a 6,30 de la tarde, acuden a rezar vísperas aproximadamente unas 30 personas. «Pero eso sí, esos días se forman auténticas colas para confesar, Se confiesan mucho. Muchas veces se quedan hasta las 9 de la noche». Este es un pequeño inconveniente para la comunidad, con una mayoría de religiosas de edad avanzada, porque a la madre superiora le gusta «dejar todo bien cerrado» para irse tranquila a dormir.
La comunidad ortodoxa es consciente de este trastorno, como apunta Adriana, la esposa del pope Claudiu Nicoara, al frente de la parroquia desde 2013. «Las religiosas ya tienen una edad y las molestamos mucho porque a veces salimos muy tarde. También nos ceden la iglesia cuando celebramos la fiesta de algún santo. Pero se portan con nosotros como auténticas madres. Son madres, madres. Siempre estaremos agradecidos porque somos personas llegadas de otro país y que te ofrezcan un lugar donde poder celebrar el culto significa mucho para nosotros».
El sentimiento de afecto es recíproco. La superiora de las trinitarias asegura que «son gente buenísima y muy respetuosa». Cuando celebran sus fiestas, siempre comparten sus viandas con ellas, añade. «En cierto sentido, cuando se vayan, los vamos a echar de menos». Y ese momento está ya más cercano, puesto que en septiembre del pasado año se bendijo el terreno sobre el que se asentará el primer templo ortodoxo de la ciudad. Estará ubicado en la calle Navas de Tolosa y ya se están realizando los trámites administrativos para iniciar su construcción.
Mientras tanto, las religiosas y la comunidad ortodoxa seguirán compartiendo cada fin de semana una iglesia que, en determinadas fechas, concretamente en la Pascua, se queda pequeña y obliga a los ortodoxos a trasladarse a alguna parroquia (San Julián, Hermano San Rafael), porque llegan a congregarse hasta un millar de fieles.