«Es necesaria una pastoral de cantera con un acompañamiento continuado de los grupos»

Juventino Sáiz es catequista en la parroquia de San Juan Bautista y es militante de Acción Católica. Nos explica cuáles son las claves para desarrollar procesos de maduración en la fe.

JUVENTINO

 

Juventino Sáiz Ballorca nació en Burgos en 1975 y siempre ha vivido en la ciudad, primero vinculado a la parroquia de San Pedro de la Fuente y desde 2003 a San Juan Bautista, donde desarrolla labores de catequesis acompañando a grupos de niños y niñas desde Primaria hasta su Confirmación, aunque ahora el objetivo es que los grupos tengan continuidad también desde la adolescencia. Casado y con tres hijos, dos niños y una niña, ha colaborado con la Delegación de Juventud y ha sido voluntario de Cáritas, además de militante de Acción Católica, donde todavía sigue nutriendo y desarrollando su fe.

 

Su compromiso con la Iglesia ha sido fruto de un proceso prolongado que nació tras conocer a una persona en la parroquia de San Pedro de la Fuente, donde comenzó a tocar la guitarra en el coro. Así nació su primera vinculación a la parroquia, que fue creciendo, ya que asistía a reuniones parroquiales con un grupo de jóvenes con los que compartía muchos momentos  de convivencia y amistad. Aquello le ayudó a conocer mejor el Evangelio y a sentir la necesidad de que «lo bueno que tú vives, tu alegría, la hagas también llegar a otras personas».

 

Antes de entrar de lleno en la vertiente evangelizadora hubo un periodo de transición, relata: «Tras la marcha de un padre paúl de San Pedro de la Fuente tuvimos que salir adelante con el grupo de jóvenes parroquial, llevando a cabo actividades, para terminar entrando en Acción Católica. Aquello fue un momento determinante porque yo nunca he dejado de pertenecer desde entonces a Acción Católica, que ha guiado mi camino en la fe. Acción Católica me ha enseñado a vivir la fe desde la vida, me supo educar la mirada, para saber valorar los pequeños detalles de la vida, saber mirar a cada persona y vincular la vida al Evangelio. El día a día no pasa sin más, sirve para transformarnos, primero nosotros y luego todo lo que nos rodea».

 

Acción Católica, continúa, ha sido su guía: «me ha dado un lugar donde vivir y compartir mi fe y mi oración. Eso ha sido muy importante porque tengo un sitio donde se cuida  mi dimensión espiritual y donde puedo valorar lo que supone ser diocesano y vivir la Iglesia, con todo lo que abarca».

 

Esa vinculación influyó totalmente en su decisión de ser catequista, «porque podemos decir que Acción Católica es la formación del laico, en definitiva es la catequesis. Así como en Cáritas su esencia es la caridad con los demás, en Acción Católica predomina un servicio a la Iglesia que es la formación de los laicos y en ello vuelco mi actividad, porque no pretendemos hacer militantes sino buscar laicos y procurarles un entorno y unos medios que faciliten esa formación».

 

Hoy no es fácil encontrar laicos comprometidos, y menos aún jóvenes, y es consciente de ello. «Vivimos una nueva etapa en cuanto a la trasmisión de la fe y quizá no se ha sabido desarrollar la formación para transmitirla, incluso dentro de la familia, que parece que se quedó en nuestros abuelos. Tampoco desde las parroquias se ha sabido ofrecer respuestas y solo se han aplicado parches en la búsqueda de catequistas, a la desesperada, por salvar un curso más, pero sin sentar las bases de la verdadera catequesis. Debemos pasar de una pastoral de necesidad a una pastoral de cantera, de cuidar las almas. Esa es la clave. Los parches no sirven», sostiene.

 

Vivimos en una pastoral de urgencia, de salir al paso del programa parroquial y diocesano, y buscamos cubrir las necesidades cuando lo importante es una pastoral que piense en el futuro

 

Con respecto a la juventud, argumenta que «estamos viviendo una Iglesia en la que el joven no es protagonista y a pesar de que queremos acercarle a la Iglesia para que participe, luego no le tenemos en cuenta y le intentamos acallar, no le escuchamos ni valoramos lo que necesita. Vivimos en una pastoral de urgencia, de salir al paso del programa parroquial y diocesano, y buscamos cubrir las necesidades cuando lo importante es una pastoral que piense en el futuro y lo fundamental de aquello en lo que trabajamos».

 

Y lo fundamental, en su opinión, es que «lo que hemos de conseguir no es solo dos catequistas más para afrontar el curso, ni rellenar con más niños los grupos, lo fundamental es conseguir integrarles en la vida de la fe y constituir grupos de vida, ese lugar en el que los jóvenes y los adultos puedan aprender a desarrollar su fe, desde la solidaridad y el compartir con los demás sus mismas circunstancias, problemas y dudas. Actualmente estamos inmersos en una dinámica sacramental, en la que los niños entran en la parroquia para recibir un sacramento y tenemos que entender que lo importante no es recibir el sacramento, sino que hayamos encontrado un proceso continuo en el tiempo de maduración de la fe, donde el niño se sienta seguro y atraído por compartir su experiencia con los demás».

 

Llevar esa filosofía a la práctica supone un cambio de metodología importante con varias claves, explica. «La primera el acompañamiento, porque los catequistas deben seguir en el mismo grupo durante todo el proceso, no vale que los catequistas vayan pasando de un grupo a otro cada año. El catequista, cuando acompaña al grupo durante varios años crea lazos entre sus vidas y las de sus familias, y con ello hay mucho camino andado, si se logra conectar a los jóvenes y sus padres y con la catequesis. Y acompañar no es solo estar la hora semanal de la catequesis, es mucho más, es estar siempre disponible y atento al encuentro en cualquier momento. Otra clave es escuchar, porque hay que saber escuchar  a los jóvenes, la persona se siente amada cuando se la escucha y ello nos lleva a saber orientar con respeto, sin imposiciones ni marcar el camino, porque eso lo debe recorrer cada uno. Y, por último, otra clave esencial es compartir y saber dotar de autonomía al grupo, que no tenga dependencia de ninguna persona en concreto, ni del catequista ni del sacerdote, enseñarle a caminar solo, porque es muy triste que haya grupos que desaparecen cada vez que cambia el párroco o la persona que lo lleva».

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