De visita pastoral: Un obispo en camino
Fue el 9 de abril de 2016 cuando el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, comenzó su visita pastoral. Sus primeros destinos fueron las parroquias de Buniel, Frandovínez y, en Burgos, Nuestra Señora del Pilar. Dos meses antes ya había expresado mediante una carta a los sacerdotes su deseo de visitar todas las comunidades parroquiales. Y, con la ayuda del vicesecretario canciller, Félix Castro, se puso en marcha para materializar «una tarea que la Iglesia indica sabiamente que los obispos debemos hacer, o sea, que no es un capricho personal, aunque ciertamente yo lo hago con alma, vida y corazón y me estoy empleando muy a fondo, todos los fines de semana, siempre que no haya algún acontecimiento diocesano que requiera mi presencia», asegura don Fidel.
«Y es que la visita pastoral», recalca Castro, «es una de las acciones fundamentales que tiene que realizar el obispo en su ministerio de servicio a la diócesis. Hay una exhortación postsinodal de san Juan Pablo II muy bonita, Pastores gregis, que nos habla precisamente de cómo la visita pastoral tiene que ser un tiempo de gracia. El obispo ejercita en este tiempo de gracia la misión de santificar (en todas las comunidades parroquiales a las que va o bien celebra la Eucaristía, o administra la Confirmación o la Unción de Enfermos o incluso confiesa), un tiempo de gracia también porque en cada parroquia puede llevar a cabo la misión de regir y de pastorear, escuchando a los feligreses, compartiendo con ellos sus vivencias, el discurrir de la vida parroquial de cada pueblo, aunque sea muy pequeñito, o de cada parroquia grande, y también tiempo de gracia porque el obispo se acerca como testigo y como maestro de la fe».
De norte a sur, de este a oeste
La diversidad de nuestra diócesis llevó a don Fidel a organizar la visita de un modo determinado: él personalmente decidió no diseñar un recorrido por zonas geográficas, ya que «no quería tener una visión parcial, sino de conjunto», explica. «Por eso he querido moverme por toda la geografía e ir visitando parroquias muy diferentes; junto a las pequeñitas, todas las de mayor o mediana población».
La visita pastoral es «una tarea que la Iglesia indica sabiamente que los obispos debemos hacer, o sea, que no es un capricho personal, aunque ciertamente yo lo hago con alma, vida y corazón», señala el arzobispo.
Ha conocido ya todas las de mayor densidad, las urbanas, que concentran casi al 85% de los fieles, y a partir del mes de enero se centrará en las de mínima población». Porque, aunque parezca un contrasentido, don Fidel se acerca, si tiene posibilidad, incluso a pueblos completamente deshabitados, donde los únicos signos de vida son un gato paseando por la tapia de una iglesia derruida o semiderruida o el ladrido de algún perro. ¿Y por qué lo hace? «Porque en esos núcleos despoblados hay un cementerio y un templo, un cementerio donde están los restos mortales de las personas que dieron vida a esas poblaciones, los que construyeron ese templo, los que vivieron allí los sacramentos –nunca en sus visitas falta la oración por los difuntos–. Y hay pueblos deshabitados donde aún existe un patrimonio valiosísimo (que no fue fruto de la estética, sino de la fe, y esas raíces de fe siguen permaneciendo de algún modo, palpitando y latiendo)». Es un patrimonio que hay que seguir protegiendo, y en este sentido, el arzobispo califica como «un gran acierto» el Museo del Retablo, una solución que poco a poco los vecinos de los núcleos rurales desprotegidos van aceptando, hasta el punto de que ya apenas existen reticencias para que algunos de sus retablos o piezas artísticas se conserven en este centro único, «conscientes de que en el pueblo no las iba a admirar casi nadie y en cambio aquí reciben la visita de miles de personas».
Planificación
En cuanto a la dinámica de la visita, varía en función de las características de cada comunidad (cuando se trata de una parroquia mediana, con grupos de acción pastoral estructurados, suele destinarse un día completo, en las grandes más de un día, y cuando son núcleos pequeños, puede llegar a recorrer en un fin de semana hasta diez parroquias). Previamente es Félix Castro, junto con los párrocos correspondientes, quien se ocupa de organizarla. Les envía una ficha que deben cumplimentar para que cuando acuda don Fidel disponga no solo de un conocimiento de los aspectos litúrgicos o sacramentales sino también de una referencia social y geográfica.
«Aunque visite muchos pueblos, para mí cada uno tiene su entidad propia, no son parroquias en serie, y cada una ha recibido su propio tratamiento por mi parte». No es de extrañar, porque la visita le permite un contacto muy directo con los miembros de la Iglesia que forman parte de esas comunidades, empezando por los propios sacerdotes. «A pesar de que cuando llegué a Burgos una de las primeras cosas que hice fue entrevistarme con cada uno de los sacerdotes (entonces unos 400) durante una hora, ahora voy teniendo un contacto mucho más pausado con la mayoría», explica don Fidel. «Si me recogen y viajo en sus coches no es porque no pueda llevar el mío, sino porque me gusta recorrer las parroquias con ellos, y los trayectos son momentos de conversación que además me sitúan mejor en los lugares que voy a visitar».
«Aunque visite muchos pueblos, para mí cada uno tiene su entidad propia, no son parroquias en serie, y cada una ha recibido su propio tratamiento por mi parte».
El arzobispo, que siempre procura el encuentro personal y cercano con los feligreses, valora mucho la acogida que se le brinda en sus visitas, que en algunas comunidades se viven como un verdadero acontecimiento. «Los mismos sacerdotes se sorprenden. Igual en un pueblo hay censadas 20 personas y se encuentran con que en la visita hay 60 o 70 personas que acuden». Y es que don Fidel trata de encontrar tiempo para todo y para todos: visita las residencias de ancianos, saluda uno por uno a cada residente y les hace alguna carantoña, se acerca también a visitar a enfermos en sus domicilios, mantiene conversaciones desenfadadas con los vecinos e incluso se lanza a jugar una partida de futbolín o de ping-pong.
Hacia el futuro
Tantos miles de kilómetros recorridos y de horas compartidas con sacerdotes, laicos y religiosos (don Fidel ha visitado uno por uno dos veces todos los monasterios de vida consagrada contemplativa, 31 en total, aunque ahora quedan 29, y también las 75 casas de congregaciones religiosas de vida activa) han posibilitado que disponga de una radiografía bastante clara de la Iglesia en Burgos, que ha dejado plasmada en su última carta pastoral y que le ha llevado a convocar una Asamblea Diocesana. «Estas visitas pastorales, a la vez que me hacen estar constatando el presente de cada una de ellas, me llevan un poco también a su pasado y me hacen ir vislumbrando por dónde tiene que ir el futuro», explica. «No tenemos que limitarnos a contemplar el futuro desde fuera, porque quien no crea futuro tiene que tragarse el que otros le den hecho, que puede ir en consonancia o en disonancia con él».
Desde esa experiencia, don Fidel destaca algunas realidades, algunas que le llenan de alegría, como la elocuente y viva devoción a la Virgen en cada pueblo y en cada parroquia, la implicación de los vecinos de pequeños núcleos en la conservación y recuperación del patrimonio, la acción social que se lleva a cabo «a través de Cáritas, de las parroquias mismas, hermandades, cofradías…», la valía del clero («en Burgos tenemos unos sacerdotes muy buenos, pienso que ellos no se valoran todo lo que valen»), la riqueza que supone para la diócesis la vida consagrada… Destaca también la presencia de la mujer en la vida de las parroquias («no hago de menos la presencia de los hombres», aclara, «pero es llamativa la diferencia, la de los hombres es más bien escasita; en la mayor parte de las parroquias son mujeres las que están viviendo y llevando, atendidas en lo que les es posible por sus respectivos sacerdotes, el vivir nuclear de esa parroquia, las que están manteniendo el rescoldo de la fe».
Junto a estas luces que ha podido detectar recorriendo la provincia de norte a sur y de este a oeste, son varias las sombras que le preocupan, como la despoblación, «una de las realidades más fuertes, dolorosamente honda» y «la clamorosa ausencia de jóvenes y niños en las parroquias». Y, por supuesto, es plenamente consciente del reto que supone prestar atención pastoral en cada uno de los rincones de la diócesis. En muchas de las localidades que ha visitado, es la cuestión recurrente que los feligreses le plantean: «Algunos me plantean lo que yo llamo preguntas de lujo. “¿No podría celebrarse la Eucaristía a la una en lugar de a las once?» A eso llamo preguntas de lujo, en el sentido de que mientras pueda ir un sacerdote… En muchos pueblos donde los domingos no hay Eucaristía y me piden que les envíe un sacerdote, pienso: ¡Qué más quisiera que poder hacerlo! Luego, en broma, me miro la manga de la sotana y les digo: «No veo que de la manga me salgan sacerdotes, pero os invito a pensar en la importancia de las familias para que haya nuevas vocaciones. Vamos todos a pedirlas a Dios con confianza»».
Carlos
27 octubre, 2019 en 11:06
Siga haciendo esas visitas con “ alma,vida y corazón “estoy seguro de que sus feligreses se lo agradecerán eternamente,y de paso porqué no,saque un “ratillo para jugar al pim-pong” eso le hará estar en plena forma.