Comunicado con motivo del día de la Merced 2020

El 24 de septiembre se celebra la fiesta de la Virgen de la Merced, patrona de instituciones penitenciarias.
El próximo día 24 celebramos la fiesta de la Merced, o de las Mercedes, patrona de los presos. Desde 1218 Pedro Nolasco dio forma, a través de una comunidad religiosa, a una de las obras de misericordia que nos recoge Mateo: «visitar a los presos».
Los Mercedarios han tratado de socorrer y liberar a los cautivos durante siglos. Hoy, continuando con esta labor, podemos encontrar la pastoral penitenciaria organizada en todas las diócesis de España y de gran parte del mundo. Son muchos los cristianos voluntarios que acuden a los diferentes centros penitenciarios para acompañar, humanizar y llevar el Evangelio a quienes están privados de libertad.
En Burgos concretamente desarrollamos diversos programas tanto en el interior, realizando diferentes actividades, como fuera de la prisión con la acogida y el acompañamiento para la incorporación de nuevo a la realidad social.
Este año nos vemos todos identificados de alguna manera por el confinamiento, con las limitaciones de movimientos, la presión que nos impone la covid-19 al tener que usar mascarillas o alejarnos de los demás, hasta de los más cercanos y queridos y no poder darnos abrazos ni tocarnos.
Quizás podemos entender un poco mejor lo que supone alejarse de la familia, los amigos, el trabajo, los lugares que amas y con los que te identificas… lo que significa perder tus señas de identidad y el grupo humano que te arropa y te aúpa.
Desde la Pastoral Penitenciaria de Burgos queremos manifestar nuestra cercanía y cariño a quienes, por las razones que sean, cumplen condenas en la Cárcel de Burgos.
Además queremos decir alto y claro que estamos también al lado de las víctimas, que sabemos el dolor, a veces irremediable, que les han ocasionado. Que nadie tiene derecho a incomodar a otras personas, ni a molestarles o privarles de su realidad, espacio, bienes, ideas… Defendemos la grandeza de cada persona y su inviolabilidad.
Somos conscientes de las limitaciones que tenemos las personas, también nosotros. Sabemos de las dificultades en que a veces nos vemos involucrados, la dureza de las dependencias, la incapacidad de controlar impulsos, emociones, gestos y actos de violencia… Comprenderlo no es justificarlo. Nunca justificaremos ningún gesto o palabra contra otro ser humano.
La Palabra de Jesús y su Espíritu nos lleva a acercarnos con todo el amor de Dios a estas personas para acompañarlas en su camino de vuelta.
Y cuando entramos en la cárcel comprobamos que aislar en prisión no arregla las cosas, no soluciona los problemas. Los problemas que tenemos entre nosotros los tenemos que afrontar entre nosotros. No sirve apartar o arrinconar.
Ni se cambian las personas con más años de aislamiento. No se puede pretender que una persona aprenda a nadar encerrado en un armario. Hay que acercarle al agua, despacio, pero ese es el elemento en que debe manejarse.
Tenemos que buscar modos de poner distancia, proteger, dar tiempo para revisar, reflexionar, corregir, pedir perdón, cambiar o reaccionar que no sean tan violentos, humillantes, inhumanos y paralizantes como es mantener aislados durante años a tantas personas entre rejas.
Una persona presa no pierde su dignidad, ni parte de sus derechos, ni su condición humana. No se los neguemos. Somos todos los que construimos esta sociedad que queremos sea un espacio de convivencia, respeto, participación… no permitamos que a nadie le falte lo necesario de acuerdo a su dignidad: una familia, un espacio acogedor, un lugar de estudio, una formación, un trabajo, una vivienda, una sanidad, la posibilidad de sentirse orgulloso de la humanidad.
Y no queremos oír, como respuesta cómoda y conformista con la actual situación y modo de afrontar los problemas: «que no lo hubieran hecho». Ya sabemos y saben, la mayoría, que no es ese el modo de comportarse. La mayoría reconoce el error y pide perdón.
Intentaremos entre todos cambiar las cosas para afrontar como una sociedad adulta, democrática, responsable de cada uno de sus miembros, los problemas que generamos o no sabemos descubrir a tiempo y ponerles límite o remedio. No se puede arrinconar a una persona como se mete un mueble viejo en el trastero o en el desván.
Trabajemos por el desarrollo de otros modos de tratar a las personas, que por diversas circunstancias no han respetado las leyes que juntos nos hemos dado para la convivencia y a tratar de encontrar otros ritmos, espacios y tiempos para que se reconozcan ciudadanos con todos los derechos y deberes que todos valoramos.
¡Salud y libertad! En el nombre de María de las Mercedes y su Hijo Jesucristo el Misericordioso.