«Para la fraternidad hace falta la referencia a un Dios que sea Creador y Padre»
¿En qué clave leer «Fratelli Tutti»?
Las claves de la encíclica responden a la situación que el Papa ve del mundo, porque varias veces ha repetido que vivimos una guerra mundial en pedazos, un mundo fragmentado, dividido, y trata de ofrecer una serie de claves para afrontar esa situación que se ha agravado a raíz de la pandemia. Entonces los cristianos tienen que aparecer como un signo de luz y de reconciliación desde lo concreto para crear lo que él viene propugnando desde siempre, que es la cultura del encuentro.
¿Cuál es la novedad de la encíclica?
Creo que prácticamente recoge lo que el Papa ya venía diciendo en sus intervenciones, sobre todo en las referidas a la pandemia. Como novedoso me ha llamado la atención el trato que ha dado al tema del populismo. Cuando los populismos se han puesto tan de moda, y presuntamente sigan creciendo, tanto por la derecha como por la izquierda, trata de precisar y distinguir entre lo que es la cultura del pueblo, que él sigue defendiendo, y critica los populismos en la medida en que hay líderes que tratan de utilizar o manipular las emociones del pueblo en favor de intereses particulares.
Cuando se mira un mundo tan amplio, ¿Cómo conjugar lo global con lo concreto?
El Papa insiste en que hay que tener mirada global pero desde lo local. Precisamente si el objetivo de la encíclica es lograr un mundo que supere la fragmentación, hay que crear un mundo abierto, un mundo de encuentro, y eso solo se puede hacer desde la actitud de cada uno. Por tanto, yo creo que conjuga bien lo que son los problemas del mundo actual con la interpelación a cada persona y concretamente al cristiano, a la luz de la parábola del buen samaritano, que también tiene que ir abriendo su corazón creando lo que él denomina la amistad social.
No han faltado críticas…
Es curioso porque es una encíclica que ha suscitado polémica desde el principio y lecturas de carácter muy variado. Basta ver en España, dentro del arco político, quién han hablado y apoyado la encíclica y quiénes han guardado un silencio llamativo y sorprendente. Yo creo que evidentemente hay también un sector dentro de la Iglesia que ante el Papa adopta siempre una actitud de reticencia y de sospecha. Y de cara a la encíclica, creo que hay tres puntos de polémica. Por un lado, quiénes son los destinatarios, porque tradicionalmente las encíclicas van dirigidas a los obispos; aquí el Papa se dirige a toda la gente. Pero tampoco es tan novedoso esto, porque ya Juan XXIII, por ejemplo, dedicó la encíclica «Pacem in terris» a la gente de buena voluntad, y el papa Francisco también se dirige a todos, como ya lo hizo en «Laudato Si».
También se critica en algunos sectores que más que defender o hablar desde criterios cristianos, el Papa habla desde aquello que dice simplemente la razón. Incluso se ha dicho que lo que hace es defender los principios de la masonería, como habla tanto de fraternidad, de igualdad y de libertad… Esta crítica resulta sorprendente porque el Papa dice en algún momento que la razón humana puede fundamentar la igualdad pero no la fraternidad, porque para la fraternidad hace falta la referencia a un Dios que sea Creador y Padre. Desde el punto de vista cristiano, lo que no podemos dejar de decir es que si Dios es el creador y el padre de todos y todo ser humano ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, todos somos hermanos. Desde el punto de vista más teológico, los cristianos decimos: somos hijos en el Hijo. Es decir, el bautismo, la eucaristía, aportan un elemento peculiar, pero eso no significa que se pueda cuestionar que Dios es Padre de todos.
Y luego, el tercer foco de polémica es la crítica radical frente a la forma como se lleva adelante el neoliberalismo económico, que algunos creo que también interesadamente interpretan como si el Papa criticara la propiedad privada, lo cual es absurdo. Este es uno de los puntos en los que se puede hablar de la continuidad con sus predecesores: el destino universal de los bienes como elemento primero de la doctrina cristiana, y la propiedad privada, que es fundamental pero secundaria.