«Que mi vida sea una Iglesia abierta en la que todos quepan, especialmente los que menos cuentan»
Un saludo a todos:
Como podéis imaginar, desde ayer estoy atravesando muy acompañado un auténtico Domingo de Ramos, lleno de alabanzas, aclamaciones y vítores… El teléfono ha hervido en estas últimas horas, y siento no haber podido responder a nadie… Pero seguro que también llegarán momentos de Viernes Santo, en los que espero y deseo estar tan bien acompañado, en la esperanza de que al final siempre vence la Pascua, que tiene la última palabra, y todos nos reunamos en la comunión y la alegría…
Gracias a todos por estar aquí en este momento tan importante y significativo en mi vida, en mi vocación, en mi respuesta a la única llamada del Señor. Como podéis imaginar, son muchos los sentimientos que hoy alberga mi corazón y que quisiera compartir con vosotros.
En primer lugar de agradecimiento: ¡Cuánta gratitud hay hoy en mi corazón! Gracias a Dios que es el que guía nuestra historia, y hoy especialmente mi historia personal de salvación. Gracias porque Él se fijó en mí, gracias porque él me ha ido llevando de la mano a lo largo de los diferentes ministerios que me ha ido encomendando, gracias porque me ha modelado en mi ministerio a través del trato con tantas personas y realidades que ha puesto en mi camino, gracias porque él me ha dado fuerzas y guiado…
Gracias, también, al Papa Francisco que me ha escogido como Obispo de la iglesia en Mondoñedo Ferrol. Me uno muy especialmente a su magisterio y quiero vivir muy estrechamente en comunión con él. Estoy convencido de que el Espíritu concede a la Iglesia en cada momento los papas que necesitamos.
Gracias a mi familia aquí presente, a mis padres y hermanos, a mis familiares más cercanos: vosotros sois los que mejor me conocéis y me habéis dado los mimbres más importantes para que se trenzase mi historia al servicio de los demás. Con vosotros y vuestro apoyo seguiré caminando en esta nueva etapa que comenzamos.
Gracias a esta Iglesia de Burgos en la que nací, crecí y a la que he servido lo mejor que he podido. Gracias a todos los Arzobispos con los que he tenido la suerte de colaborar. Muy especialmente, gracias a D. Fidel por haber confiado en mí y haberme querido y ayudado a crecer en mi ministerio. Gracias también a D. Mario por sus palabras y su afecto.
Gracias, muy especialmente, a la gran familia de Cáritas donde en los seis últimos años he desarrollado con gran alegría mi sacerdocio y vocación. Los voluntarios, los trabajadores, las personas a las que acompañamos me habéis enseñado muchas cosas: con vosotros he aprendido y crecido mucho. Nunca olvidaré vuestra lección.
Gracias a la Facultad de Teología, donde me formé principalmente y donde desde el año 2000 he podido compartir con el claustro de profesores y los alumnos una de mis pasiones: el amor a los pobres y la enseñanza del proyecto de la doctrina social como la propuesta de la Iglesia en la construcción de una sociedad alternativa. Han sido muchos los seminaristas, los laicos y religiosos que han pasado por las aulas y los diferentes lugares de formación a lo largo de estos más de 20 años… creo sinceramente que la doctrina social hoy es más conocida y apreciada.
Gracias a todas las parroquias a las que he servido y con las que he celebrado y alimentado mi fe: Santa Agueda, Briviesca, Santa Catalina de Aranda, Solarana, Villalmanzo, pueblos del Arlanza, Nuestra Señora de las Nieves, San Martín de Porres… Gracias a los sacerdotes y diáconos de la diócesis con los que he compartido tarea y que me habéis demostrado vuestra generosidad y entrega. Ha sido para mí un privilegio formar parte de este Presbiterio de Burgos, tan diverso y plural, pero que juntos es capaz de generar grandes sinergias y promover tanta imaginación pastoral. Gracias a las personas consagradas, a los laicos, a las delegaciones de pastoral… Gracias a todo el personal de la Curia con los que he colaborado y me he sentido tan a gusto. Gracias a las instituciones públicas y sociales, a la Fundación VIII Centenario, a los medios de comunicación social con los que he compartido tantos momentos especialmente en las celebraciones del VIII Centenario de nuestra Catedral. Sinceramente creo que hemos creado lazos de amistad y colaboración que nos han beneficiado a todos.
La nueva misión que la Iglesia me encomienda es una tarea de servicio, no de poder; es una entrega, no un mando; no es el fin de una carrera, sino un paso más en el camino de expropiación personal y de vocación
Junto a este largo agradecimiento, también mi petición de perdón a todos los que, en algún momento, no haya podido servir, ni ayudar, ni atender como quisieran… me siento hoy frágil, débil, necesitado también de la misericordia y de su perdón…
Hoy el Papa Francisco me ha nombrado Obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. A ellos saludo ya muy entrañablemente y, como les digo en el mensaje que he enviado y que será compartido en las redes, les llevo ya en el corazón y me ofrezco para ser un pastor a imagen del único pastor. Como sabéis, se trata de una diócesis que está al norte de Galicia, de raíces muy antiguas, ya presentes en el s. VI pero sobre todo en torno al s. IX. Su fe se ha fortalecido en torno a San Rosendo Obispo y bajo el patrocinio de la Virgen de los Remedios a cuya advocación consagro ya mi ministerio episcopal. La diócesis la conforman la zona norte de la provincia de Lugo y de La Coruña, tiene unos 275.000 habitantes, 420 parroquias y unos 100 sacerdotes… Mi ordenación episcopal será el 4 de septiembre en Mondoñedo, en su catedral que celebró el año pasado sus 800 años… ¡eso que me he perdido!: desde entonces, no seré yo quien tome posesión de la Diócesis sino que será ella la que, todavía más, tomará posesión de mi corazón.
Bien podemos decir que es una Iglesia periférica, por la que difícilmente se pasa, sino a la que se va… Una Iglesia que apenas conozco, solo en los papeles y en el contacto con el Administrador diocesano D. Antonio Valín y su anterior obispo, P. Luis Angel de las Heras, actual Obispo de León a los que agradezco su acogida y ayuda. Pero una Iglesia que descubro muy ilusionada en la clave de la conversión pastoral a la que nos convoca el papa Francisco y con mucho deseo de vivir esta nueva etapa misionera siendo discípulos y servidores. Juntos estamos llamados a provocar el encuentro con Jesús que nos transforme y nos convoca a construir el Reino a favor de los más empobrecidos.
Como podéis imaginar, el temor, el temblor y la alegría afloran en mi corazón. La nueva misión que la Iglesia me encomienda es una tarea de servicio, no de poder; es una entrega, no un mando; no es el fin de una carrera, sino un paso más en el camino de expropiación personal y de vocación. Así lo vivo yo, y así me gustaría que lo vierais… Tarea y misión que, sin la ayuda de Dios, sin su Espíritu y sin sus fuerzas, imposible poder realizar: Él siempre elige la debilidad para mostrar mejor su misericordia.
Gracias a todos, y seguid rezando por mí, para que pueda llevar adelante esta nueva misión. Espero que las puertas de mi casa estén siempre abiertas para todos, haciendo una Iglesia abierta en la que todos quepan, especialmente los que menos cuentan. Y esas puertas, por supuesto, estarán muy abiertas para todos los burgaleses… ¡Gracias y nos vemos en el camino!