«Jesús, te amo»

Homilía del arzobispo, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, pronunciada en el funeral diocesano por el eterno descanso del papa emérito Benedicto XVI.

Queridos hermanos en el episcopado. Abades de Silos y Cardeña. Queridos hermanos sacerdotes y diáconos, miembros de la vida consagrada.

 

Queridas autoridades locales, provinciales, autonómicas, nacionales, judiciales, militares, académicas, cuerpos y fuerzas de seguridad que nos honráis con vuestra presencia.

 

Presidente de la FAE, de la Cámara de Comercio, representantes de los ámbitos económicos, laborales, culturales y sociales.

 

Muy querido y santo Pueblo de Dios, querida Iglesia de Burgos.

 

1. “Jesus, ich liebe dich”, “Signore, ti amo”. La madrugada del 31 de diciembre, muy pocas horas antes de fallecer, el enfermero que velaba a Benedicto XVI pudo percibir estas palabras entre otras entrecortadas y a penas inteligibles: “Jesús, te amo”.

 

2. Desde que, sobre las diez de la mañana de ese último día del año, se nos comunicó el fallecimiento del querido Papa emérito, se ha desatado en los medios de comunicación un torrente de noticias, impresiones, análisis, entrevistas que intentan desentrañar las claves fundamentales de la vida y el ministerio de Benedicto XVI. Hemos intentado repasar su multitud de trabajos filosóficos y teológicos, publicaciones, libros, conferencias, encíclicas, homilías… Y nos invade una sensación de pequeñez ante una obra profunda y monumental que ponen sin duda al Papa emérito entre los grandes pensadores de la segunda mitad del siglo XX y los inicios del siglo XXI.

 

3. También hemos conocido en estos últimos días su hermoso testamento espiritual que redactó el 29 de agosto de 2006. En él agradece todos los dones recibidos de Dios, de sus padres y hermanos, y de los amigos que Dios puso a lo largo de su camino. Pide perdón de corazón a quien haya podido agraviar, nos insta a mantenernos firmes en la fe y no dejarnos confundir, nos recuerda que Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo y concluye pidiendo oraciones para que el Señor le reciba en su morada eterna orando también él por quienes hemos sido confiados a su cuidado de pastor. 

 

4. Pero me gustaría que nos preguntáramos cuál es el fundamento último de su vida realmente fecunda y entregada. Y pienso que la clave está precisamente en sus últimas palabras: “Jesús, te amo”. Toda su vida podría leerse desde esta perspectiva: amar a Jesús con todo el corazón, fundamentar la vida en Él, ponerlo en el centro de todo, amarle con obras concretas y el servicio diario en lo cotidiano de la vida, en el cumplimiento fiel de la vocación y la misión. Responder de esta manera a la percepción del amor infinito de Dios de quien todo procede y que todo lo llena de luz, de vida y de esperanza. Benedicto XVI ha sido un hombre de profunda fe, testigo de la verdad, servidor de la Iglesia y de la humanidad, y sembrador de esperanza.

 

5. El joven Joseph Ratzinger aprendió a conocer a Dios y a amarlo en el seno de su familia, en una situación histórica difícil y dolorosa. Como él mismo recuerda: “Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente” (testamento espiritual).

 

6. Los acontecimientos que jalonaron su vida como seminarista, sacerdote, profesor de Teología, teólogo del Concilio Vaticano II, arzobispo de Munich, cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y después Sucesor de Pedro han sido vividos en clave de amistad y comunión con sus estrechos colaboradores como estilo de vida: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Y así afirma: “De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado” (testamento espiritual).

 

7. “Jesús, te amo”. Esta exclamación revela el modo en que el amor de Dios va cambiando los corazones llenándolos de mansedumbre y humildad. Cuando el trabajo teológico no es puramente especulativo, sino profundamente existencial, Jesús va impregnando el corazón de sus sentimientos y plasma su forma de ser en quien lo busca con amor. El encuentro personal con Benedicto XVI permitía percibir esta humildad, con un rostro sereno, sencillez de trato y acogida cálida y amable. Siendo ya Papa, no resultaba fácil conciliar estos aspectos con encuentros multitudinarios que muchas veces exige el pontificado. Pero aquí también se revelaba su gran bondad, su mansedumbre y la magnanimidad de su corazón. Los grandes acontecimientos no le desviaron del cuidado concreto a los pobres, los enfermos, los migrantes sembrando en ellos la esperanza como bien queda reflejado en su encíclica Spe Salvi. Dedicó un gran esfuerzo al cuidado de las familias y de los jóvenes, de modo particular en su magisterio y en los encuentros mundiales, mostrando el camino del amor capaz de iluminar toda oscuridad, encender el corazón y restañar las heridas como aparece en su encíclica Deus caritas est. Se preocupó por los problemas sociales, económicos, políticos y ambientales que acucian al mundo actual, a las pobrezas, injusticias, aspectos que han quedado reflejados en su encíclica Caritas in veritate.

 

8. El amor a la liturgia se revela desde sus inicios como seminarista, se muestra en la delicadeza en la celebración siendo plenamente consciente de penetrar en el misterio del amor de Dios que nos envuelve y nos santifica: ser introducidos en el amor de Dios, en su obra salvadora que plenifica nuestra humanidad. Su exhortación apostólica Sacramentum caritatis es un magnífico exponente del amor y veneración por el sacramento del amor, la Eucaristía que sostiene la Iglesia, la humanidad y el Universo.

 

9. La humildad es la puerta de la Sabiduría. Sus cualidades morales, humildad, fortaleza, constancia, mansedumbre unidas su capacidad intelectual puestas al servicio del ministerio que se le confiaba como sacerdote y teólogo ha resultado en una obra teológica inmensa y fascinante, que lo acreditan como referente indispensable para comprender el pensamiento y la teología de los siglos XX y XXI. Sus encíclicas, homilías y escritos, con un lenguaje pedagógico a la vez que profundo, responden de modo concreto y con propuestas claras a las perplejidades, angustias y desafíos del hombre contemporáneo y de la compleja situación mundial actual. Es memorable su discurso de Ratisbona donde rehabilita la capacidad de la razón para conocer la realidad, poniéndola en estrecha relación con la fe y la revelación.

 

10. “Jesús, te amo” ha sido el motor profundo de todo su ministerio, también en las responsabilidades más delicadas y complejas, a veces incomprendidas y criticadas, como la desempeñada durante su servicio al Dicasterio para la Doctrina de la fe. No dudó en afrontar con valentía los dolorosos problemas de la Iglesia en relación a la secularización interna, los problemas financieros en la Santa Sede y los abusos sexuales a menores promulgando una normativa contundente, que el Papa Francisco ha seguido profundizando y desarrollando.

 

11. Visitó España en tres ocasiones mostrando gran afecto por nosotros: el encuentro mundial de las familias de Valencia, el encuentro mundial de los jóvenes de Madrid y el año santo compostelano en el que tras la visita al sepulcro del apóstol dedicó el altar y el templo de la Sagrada Familia de Barcelona.

 

12. Y llegó el día 28 de febrero de 2013 en el que presentó su renuncia tras ocho años de pontificado. Y es que el amor verdadero no se apega a las cosas, ni a los cargos, ni depende de la opinión pública. El amor, como la verdad, nos hace libres. Cuando Benedicto XVI toma conciencia de que ya no cuenta con las fuerzas necesarias para llevar adelante el ministerio como sucesor de Pedro, con la misma actitud con la que comenzó su ministerio: “sólo soy un humilde trabajador en la viña del Señor”, presenta su renuncia ante el colegio de cardenales y se retira a una vida monástica de oración y silencio, adquiriendo otra forma fecunda de trabajar en la viña como humilde trabajador, sosteniendo la labor evangelizadora de la Iglesia con la herramienta poderosa de la oración.

 

13. Su vida terrena se apagó en la madrugada del 31 de diciembre con las palabras salidas de un corazón que se entrega definitivamente al amor de Dios: “Jesús te amo”. Como afirmé en el día de su fallecimiento, hizo suyas las palabras del Eclesiástico (Ecclo 48, 11) que dicen: “Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor”. Así, entregado para siempre al amor, se cumple lo anunciado en el libro de Daniel (Dn 12, 3): “los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad”.

 

14. Descansa en la paz de Cristo, amado Benedicto XVI. Nos has querido con toda el alma. También nosotros te queremos. Te encomendamos al Padre que te creó, te revistió de tantos dones y entregó a la Iglesia y a la humanidad como un precioso regalo. Intercede por nosotros. Gracias por todo el bien que nos has hecho. Te encomendamos al cuidado amoroso de la Virgen María a la que siempre has amado con un corazón grande, con las palabras que le dirigiste al concluir tu encíclica sobre la esperanza: María, “la alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos,… Por eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino”. AMEN.

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