«El amor de Dios nacido en Belén»

Mensaje del arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, para el domingo, 24 de diciembre de 2023, y para el día de Navidad.

Queridos hermanos y hermanas:

 

«La Navidad es un símbolo de sufrimiento y, al mismo tiempo, de triunfo de la humanidad, del hombre, como hijo de Dios. Sufrimiento porque Jesús vino a nacer en un mundo de exilio y dificultades; triunfo porque, al hacerse hombre, salvó a la humanidad, venció a la muerte y ofreció la resurrección». Acojo hoy, con especial respeto y admiración, estas palabras de la Madre Teresa de Calcuta; e intento hacerlas mías en este día tan especial en el que celebramos el nacimiento de Jesús.

 

Ella quiso estar personalmente y por entero en contacto con Jesús «que vive en los pobres». Así, un 25 de diciembre de 1948, nada más terminar la Misa de Navidad, lo dejó todo y se adentró en un peligroso barrio de Calcuta. Quería estar con los pobres, ser parte de su dolor, dejarse la vida por ellos. Y se quedó a vivir en aquel lugar. Allí acabaría construyendo una escuela y, aunque Dios después le llevara por otros caminos, cada año, por Navidad, la Madre Teresa volvía allí para celebrar esta fecha con los preferidos del Padre: los niños enfermos de lepra o de sida o los moribundos de Calcuta.

 

Madre Teresa de Calcuta encontraba a Jesús en los más necesitados, en aquellos a quienes la sociedad de su tiempo despreciaba, en la miseria que se esconde en los más pobres de los pobres. Y así nacía cada día en el pesebre de su corazón. «Amarle y servirle en los pobres es para mí la mayor de las recompensas», repetía incansablemente la fundadora de las Misioneras de la Caridad.

 

Hoy, cuando celebramos la Navidad, lo hacemos abrazando la ternura de Dios: un Dios que se hace niño para estar cerca de cada uno de nosotros, para propiciar su encuentro con nuestra intimidad. La pequeñez, la miseria y la humildad del establo nos adentran en el misterio del amor: un Amor frágil, recién nacido y envuelto en pañales, que –aun siendo Dios– nace en la más absoluta desnudez para vestir de consuelo nuestras vidas.

 

La voz del Amor solo puede ser escuchada en silencio. ¿Estamos preparados para abandonar los ruidos y permanecer, con Él y en Él, en el silencio interior? Quizá es el momento de preguntarnos cómo queremos vivir estos días: ¿lo haremos desde la mansedumbre, la contemplación y la paz del pesebre o, por el contrario, nos dejaremos llevar por estilos de vida ajenos a la verdad del misterio de la Navidad?

 

«La Navidad no se trata solo de algo emotivo, sentimental», destacaba el Papa Francisco durante la Misa de Nochebuena del año 2013; «nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces». Y en esta noche, confesaba el Papa, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, «se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz que nos invita a reflexionar en el misterio de caminar y de ver».

 

Dejémonos sorprender durante estos días por la luz que disipa las tinieblas y que lleva a la vida (cf. Jn 1, 4-5), siendo plenamente conscientes de que la luz y la salvación de Dios nos amparan del peligro en momentos de prueba (cf. Salmo 27) y nos muestran el camino hasta sus brazos: «Ando errante como oveja perdida; búscame, pues no me he olvidado de tus mandamientos» (Salmo 119, 176).

 

San León Magno decía que no podía haber lugar para la tristeza cuando acababa de nacer la Vida, «la misma que acaba con el temor de la mortalidad y nos infunde la alegría de la eternidad prometida». Ante un escenario tan lleno de esperanza y ante un don tan indescriptible, ¿cómo no vamos a vivir con ojos nuevos de resucitados?

 

Hoy, día de Nochebuena, le pedimos a la Virgen María, la Madre del amor y de la espera, que vuelva a poner al Niño recién nacido en nuestros brazos, para que durante esta Navidad acojamos a Jesús en el pesebre de nuestro corazón: para que lo llene de generosidad y de misericordia, de humildad y de amor.

 

Con gran afecto, os deseo una Feliz y Santa Navidad.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa
Arzobispo de Burgos

Comentarios

Los comentarios están cerrados para esta noticia.