Corpus Christi: «El pan que nos abraza»

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«Cuántos baños de eucaristía necesitamos». Como si de gestionar los melanomas se tratara, estar delante del Señor es similar a ponerse ante el sol. «El Señor está para ti en miles de sagrarios; se expone ante ti en la custodia. Yo me expongo ante el sol de tu amor, Señor, para que tú puedas sanar mis llagas y dolores». Con esta imagen, el arzobispo ha invitado a los burgaleses a vivir la solemnidad del Corpus Christi. Para mons. Mario Iceta, la eucaristía es el pan de la libertad, el pan que ayuda a caminar y fortalece en en recorrido de la vida, el pan del amor, el pan que anticipa el Paraíso. Así lo ha desgranado en su homilía, pronunciada en una concurrida catedral. En la celebración han cobrado especial protagonismo los niños que este año han recibido su primera comunión y los voluntarios y agentes de Cáritas diocesana.

 

«No se puede amar sin libertad», ha explicado. Y frente a un mundo en el que obedecer no está de moda, ha asegurado que «la perfección de la libertad es la obediencia a Cristo, porque nos libera de las esclavitud». Y «si no obedeces al Cristo por amor, obedeces a la serpiente como esclavo», ha recomendado. Por eso, y porque «la vida nos cansa porque es compleja y tiene oscuridades», Cristo se regala en este pan «de fortaleza, de esperanza; el pan que nos abraza» para poder avanzar por el camino de la vida.

 

Para el pastor de la Iglesia en Burgos, la eucaristía es también «el pan del amor», «es el don que posibilita que nosotros podamos ser don para los demás, para amar a los enfermos, a los que no tienen, a los migrantes; para amar hasta nuestros enemigos… Cuánto necesitamos este pan», ha insistido. Por eso, coincidiendo con el Corpus Christi hoy también se celebra el día de Cáritas. Porque esta entidad de la Iglesia, a la que ha agradecido especialmente su tarea, nos «espolea a entregarnos a los demás, a darnos como el Señor».

 

Por último, la eucaristía es también anticipo del banquete celestial. «Es el pan que une el cielo y la tierra, anticipo de aquel banquete donde no se sirven viandas humanas, sino que Cristo mismo se nos da para toda la eternidad», ha concluido.

 

Procesión

 

Tras la misa, y como celebra la Iglesia desde que se instituyera la solemnidad del Corpus Christi en el siglo XIII, ha tenido lugar la procesión con el Santísimo sacramento, que ha recorrido las calles del centro de la ciudad. A lo largo del trayecto, no han faltado los aplausos y vivas a Jesús sacramentado, los bailes de danzantes, altares adornando el recorrido y representantes de movimientos de adoración eucarística. Voluntarios de Cáritas han alfombrado con serrín parte de la calle Laín Calvo. El tintinábulo y la umbrela (distintivos propios de las basílicas) también han formado parte de la comitiva. Como es tradición, la fiesta ha contado además con la presencia de gigantillos y gigantones. El mundo civil también se ha hecho presente, con la alcaldesa de la ciudad al frente, y diputados provinciales.

 

Al finalizar la procesión, el arzobispo ha impartido la bendición con el Santísimo a los pies de la catedral, deseando que alcanzara a todos los rincones de la archidiócesis, especialmente a los enfermos, los migrantes, las personas que más sufren y los jóvenes que esta semana deberán pasar sus pruebas de acceso a la universidad.

«Corpus Christi: la presencia del Amor hecho Eucaristía»

por redaccion,

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Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«No es para quedarse en una ambula de oro que Jesús desciende todos los días del cielo, sino para encontrar otro cielo, el de nuestra alma, donde encuentra sus delicias», dejó escrito santa Teresita del Niño Jesús, refiriéndose a la presencia del amor de Dios en la Eucaristía: principio y fin del amor fraterno.

 

No es fruto de la coincidencia que la solemnidad del Corpus Christi vaya de la mano del Día de la Caridad. El Señor, en la Última Cena, ofrece su propia vida con su Cuerpo y su Sangre, y derrama su sentir en virtud de toda la humanidad. Esta donación suprema es el sacramento vivo que conmemoramos hoy: porque el banquete de la Eucaristía comienza en el altar y concluye en el alma del más necesitado. Y este mandamiento sagrado, que nos hace partirnos y repartirnos en favor de los preferidos del Padre, es indivisible.

 

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, destaca que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad no se alcanzan de una vez para siempre», sino que «han de ser conquistados cada día» (FT, 65). Una mirada a la realidad que debe interpelarnos de cara a una vida que se nos ha regalado para darle sentido a nuestra existencia. Porque de poco sirve entregarnos por amor, ser equitativos con quien lo necesita o revestirnos de caridad si lo hacemos un solo instante, y no cada uno de nuestros días.

 

Esta solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo que honra a Jesús, hecho vida y encarnado en sus hermanos más vulnerables, nos invita a revitalizar el gesto de la entrega en la vida diaria; con alegría, por caridad y en todos y cada uno de nuestros quehaceres, sentires y ambientes. No siempre será fácil, pero nuestro compromiso con el Amor debe promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad en general, tal y como nos enseñan desde Cáritas, «con la defensa de la dignidad de las personas más pobres y vulnerables y sus derechos».

 

Según los últimos informes de Cáritas y la Fundación Foessa, ha habido un crecimiento de éxodos masivos de personas que se han visto obligadas a huir a causa de las guerras, las sequias y la violencia. En medio de este panorama tan doloroso, asediados por situaciones de exclusión, de falta de vivienda, de precariedad laboral, de situaciones de irregularidad y de desventaja social en la población infantil y juvenil, nuestra Cáritas Diocesana atendió, durante el año 2023, a 10.683 personas. Personas con nombre propio, con historias concretas, con miradas colmadas de dificultades. Personas, al fin y al cabo, y no números, que perdieron la ruta y buscan en nuestros ojos el camino de vuelta a casa.

 

En la Eucaristía, Dios mismo se nos da como alimento. Pero no de cualquier manera, sino como Hostia consagrada donde está verdaderamente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo. Pero no podremos comer este Cuerpo si cerramos el corazón a nuestros hermanos, ni podremos beber de su Sangre si no consolamos la angustia de quienes más sufren.

 

Decía san Gregorio Nacianceno que el Santísimo Sacramento «es fuego que nos inflama de modo que, retirándolo del altar, esparzamos tales llamas de amor». Un camino hacia la santificación que pasa por la misericordia y que no puede separarse del corazón del necesitado.

 

En la Eucaristía, Jesús dona toda su fragilidad, se hace pequeño y pobre para hacernos a todos uno en su inagotable amor. Así, cada vez que comulgamos, el Señor da un nuevo sentido a nuestras fragilidades, y también a su infinita misericordia. Porque la misericordia de Jesús «no teme nuestras miserias», como expresó el Papa Francisco un día como el de hoy, en 2021, en la Plaza de San Pedro. Asimismo, «nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos […] Es él quien nos sana con su presencia, con su pan, con la Eucaristía», que «es una medicina eficaz contra estas cerrazones». El Pan de Vida, recordaba, «cura las rigideces, las transforma en docilidad y sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos y de responder al mal con el bien».

 

Le pedimos a la Virgen María que nos enseñe a ver a Cristo en cada Eucaristía, que no nos acostumbremos a este don inefable que se consuma por amor a nosotros y que hallemos la grandeza de Dios y la fragilidad del más vulnerable en esta presencia sacramental de Jesucristo.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos