Andrés Martínez Abelenda, el último retablista

Con trabajos en las catedrales de Burgos o Ponce (Puerto Rico), está considerado como el último retablista. Para su satisfacción, sus obras se han reunido en el museo del Retablo. Por Paco Peñacoba.

Andrés Martínez Abelenda nació en Burgos capital en 1925. Por motivos laborales, vivió algunas etapas de su vida en Hispanoamérica, concretamente en Venezuela y Puerto Rico. Escultor de profesión y vocación, vivió desde su infancia un ambiente artístico, ya que su padre era retablista y decorador. Ha dedicado toda su vida a la escultura con obras muy importantes como el retablo de la iglesia de los Agustinos Recoletos de Maracaibo (Venezuela) o la escultura de San Pedro y San Pablo en la catedral de Ponce (Puerto Rico). Además tiene el honor de contar con una obra en la catedral de Burgos, el sepulcro del arzobispo Manuel de Castro, situado en la nave derecha. Casado y sin hijos, perdió a su esposa en un dramático accidente de tráfico. Actualmente vive solo y ha cedido gran parte de su obra al Arzobispado de Burgos, que ocupa toda una planta del Museo del Retablo en la iglesia de San Esteban.

 

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¿Artista por vocación?

Sí, me gustaba desde pequeño. Mi padre era retablista y decorador, tenía un taller en casa y siempre viví de cerca un ambiente de arte. Desde pequeño mi vocación fue la de escultor y me gustaba también mucho hacer dibujos.

 

¿Y por qué el arte sacro?

Sobre todo porque mi padre hacía retablos y, además, en esos momentos el arte principal de la escultura estaba en las iglesias, los más importantes escultores eran de arte religioso. El arte sacro era el que más encargos de trabajo proporcionaba y era la meta de todo escultor de la época.

 

¿Cómo surge la inspiración para esculpir el rostro de personajes tan emblemáticos como la Virgen María o Jesús de Nazaret?

La mayoría de las veces con mucha imaginación, porque sabemos poco de las caras de los santos y de María o Jesús. Siempre terminamos idealizando la figura y sus vestimentas. Para el rostro, solemos utilizar un ideal de cómo nos imaginamos que eran y muchas veces también nos inspiramos en personas que conocemos. A mí me han comentado más de una vez que la cara de algunas esculturas de la Virgen se parecían a mi mujer.

 

¿Se valora y se cuida el arte sacro hoy día?

Hay mucho más arte en general que arte sacro, aunque es verdad que es muy variado y numeroso, aunque en estos momentos está en decadencia y no hay apenas encargos. El arte sacro es muy caro y lleva un proceso de elaboración muy largo. Se necesita mucha mano de obra y termina no siendo rentable. La Iglesia ha cuidado mucho su arte, pero creo que ya no se cuida como antes, y es que mantenerlo supone mucho dinero: un retablo de 16 metros necesita una gran inversión para limpiar el polvo, cuidar la madera y restaurar las piezas que se van estropeando con el tiempo. Ahora, es necesaria, diría que imprescindible, la colaboración de instituciones con los arzobispados para poder mantener todo este patrimonio, porque ya no hay donaciones, como las había antes, de personas particulares implicadas en la conservación del patrimonio.

 

¿Por qué donó gran parte de su obra al Arzobispado de Burgos?

Principalmente, para garantizar que no se perdiera. Estoy muy contento de que mi obra esté reunida en un único lugar y el Museo del Retablo es el sitio adecuado en una exposición con carácter permanente. Para mí es muy importante porque quería evitar que mi obra se disgregara y se repartiera por varios lugares o que no se pudiera visitar por parte del público y también estoy muy satisfecho de que pueda estar en unas condiciones de seguridad y mantenimiento apropiadas.

 

¿Y qué supone tener una escultura en la catedral de Burgos?

Por supuesto para mí es un orgullo muy grande. Lo que siento es no haber tenido más tiempo en aquellos momentos para que la escultura del obispo Manuel de Castro hubiera estado mejor terminada. Creo que es mejorable en el rostro y la casulla del obispo. Me hubiera gustado añadir en la casulla algunas escenas de decoración, pero no pude porque llevaba mucho tiempo y la obra tenía que estar terminada antes.

 

¿Un artista de arte sacro tiene que ser creyente?

No necesariamente. Hubo algunos artistas que, en determinados momentos, estuvieron contra la Iglesia. También es verdad que para un artista no creyente puede ser más complicado expresar en sus esculturas, sobre todo en los ojos, lo que no sienten. En mi caso soy católico creyente, como mucha gente, uno más, con sus altibajos. Considero que ver la Creación y no creer en Dios es inexplicable. No hay nada que se haga solo y encontrar un sentido a las maravillas de la Creación no tiene explicación sin Dios.

 

¿Se siente satisfecho y reconocido por su trabajo?

Mi vida no ha sido fácil, con muchas crisis y desgracias: La Guerra Civil, la muerte de mi mujer en accidente, los cambios de legislación siempre me han perjudicado, no tengo familia y vivo solo. No me preocupa demasiado si se me valora o no. Pese a todo he tenido muchos momentos en los que he sido feliz y estoy satisfecho. Eso es lo que me vale. Mis obras pueden tener valor económico, pero prefiero fijarme en otros valores y no en la riqueza.

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