‘La dama del órgano’ Montserrat Torrent inunda Burgos con su música
La legendaria organista Montserrat Torrent i Serra (Barcelona, 1926) sigue enamorando con su música a los 98 años. Tras ofrecer cerca de 1.700 conciertos a lo largo de su dilatada carrera, la intérprete ha ofrecido este 5 de septiembre un recital de órgano en el ciclo Retablo Sonoro que durante todo el verano ha llenado de música las estancias de la iglesia de San Esteban, sede del Museo del Retablo.
Torrent ha señalado cómo nació su vocación a la música. «Mi madre era pianista, alumna de Enrique Granados, y tocaba el piano muy bonito. A las cuatro hijas que tuvo nos inculcó el amor por el piano y a mis hermanos, por los instrumentos de cuerda». La Guerra Civil truncó su carrera como pianista, pero le ofreció conocer al gran amor de su vida: el órgano. «Los bombardeos destruyeron nuestra casa. Con la guerra, nuestra familia se empobreció. No podíamos ir a veranear, y unos primos nos ofrecieron una casa que tenían en Santa Coloma de Farnés para pasar el verano».
«Lo primero que hicimos al llegar al pueblo fue visitar la iglesia, y encontramos a la organista, que tocaba algo horroroso. Con la mano izquierda hacía ‘Do-Mi-Sol’ –explica mientras lo demuestra en el teclado que tiene delante–. Yo me ofrecí a aprender un poco, para poder acompañar el canto durante la misa, pero sin mucho entusiasmo».
«Una tarde, entramos mis hermanas y yo a la iglesia, y oímos una fuga de Bach, una cosa fantástica. Era el doctor Jubany, que después sería arzobispo de Barcelona y cardenal. Fue entonces cuando dije ‘voy a estudiar en serio».
Se matriculó a las clases del célebre maestro Paul Frank y, tras dejar él las docencia en España, la dirección del conservatorio le ofreció a Montserrat ocupar su lugar. «Temía que él pensase que había hecho la carrera para quitarle el puesto. Fue un dolor grande, de esos que se pasan en la vida, pero ahora puedo decir que muchos de los grandes organistas que hay fueron iniciados por mí», explica.
Una vida de disciplina y estudio
A sus 98 años, Montserrat Torrent sigue dedicando cuatro horas diarias al estudio. «Un día estudiar una hora y otro cinco para mí es un desorden. Si estudio cuatro horas las voy a organizar. Personalmente, lo hago de 5 a 7 de la mañana, dos horitas en silencio. Claro, sin motor, porque los vecinos dirían ‘¿esto qué significa?’, aunque sea muy dulce. Después desayuno, hago lo que tenga que hacer y estudio otra hora antes de comer. Después de la comida, siesta, porque madrugo mucho, y después otra hora de estudio. Son cuatro horas sagradas», explica.
«Yo siempre se lo digo a los jóvenes: ‘si te levantas a las 8, pierdes muchas horas inútilmente y se te hace el día más corto’. Hay que ser constantes y saber renunciar. Si quieren hacer una vida social intensa… no puede ser. No quiero decir que tengan que ser salvajes, pero reducir un poco. No se puede estar de aquí para allí, ahora cine, ahora teatro… no».
Y es que Montserrat Torrent sabe lo que significa haber tenido que renunciar a cosas por amor. Por amor a la música. «Muchos se ríen cuando digo que yo nunca he escuchado a The Beatles ni nada de todo esto. No me pueden creer. Pues… lo siento, debe ser una falta muy grande por mi parte, pero es que no he sentido curiosidad. Estaba volcada en la música ‘seria’, aunque no quiero decir que ellos no sean serios, que lo serán si han tenido tanta fama, pero esto en mi casa no entró», señala.
«Tuve que cuidar de mi madre, cuando ya era mayor. Después, siendo profesora del conservatorio, por las tardes venían alumnos que me pedían que les diera clases. No me casé hasta los 60 o 70 años, porque había hecho voto de soltería. Pensaba que si me casaba y tenía hijos tendría que dejarlos solos para ir a los conciertos, y eso nunca lo hubiera hecho. La madre tiene que estar con los hijos. Mi vida ha sido estudiar, dar clases y conciertos. Pero, con todo, nunca me he sentido desgraciada. Estoy contenta con este trabajo», concluye.
El órgano, clave para la música litúrgica
Montserrat Torrent señala que el órgano es un instrumento «distinto». «No tiene nada que ver con una tecla que golpea una cuerda, con un arco que frota una cuerda o con un clarinete que sopla el aire al instrumento. El órgano también es aire, pero los organistas tañimos, no tocamos. Pero pienso que el repertorio es lo más importante del órgano. Abarca desde lo más antiguo a lo contemporáneo Y también el carácter de la música: imitativo, contrapunto, severo… y cómo se va desarrollando».
Además, la legendaria organista destaca la importancia de la música de órgano para la transmisión de la fe. «Ha salido ahora un libro que apunta una teoría según la cual todo lo escrito por Brahms y otros compositores habría sido como una ‘gracia’ de Dios, que ellos no han escrito por sí mismos, sino que han recibido una fuerza tan grande que les ha dado el don tan tremendo de escribir músicas preciosas, inimaginables. Esta música te hace pensar. Al tocar una obra de Bach, que era un hombre de una fe grandiosa, no se puede apartar este sentimiento religioso», explica.