«Los mártires son testimonios profundos de fe, esperanza y caridad»
El altar mayor de la catedral de Santa María la Mayor de Burgos ha acogido este domingo, 3 de noviembre, la misa de acción de gracias por la reciente canonización del burgalés san Manuel Ruiz López OFM, fraile franciscano martirizado en Damasco, Siria, en 1860. La misa ha estado presidida por el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, y concelebrada por parte del Cabildo Metropolitano -representado por el deán-presidente, Félix José Castro Lara– y por el director del Departamento para las Causas de los Santos, Cecilio Adrián Haro Guerrero, entre otros sacerdotes. A la celebración también han acudido la vicepresidenta tercera de la Diputación Provincial de Burgos, Inmaculada Sierra Vecilla; así como el vicealcalde del Ayuntamiento de Burgos, Fernando Martínez-Acitores Puig.
Pero el grueso de los fieles congregados han sido personas vinculadas a San Martín de las Ollas, el pueblo de Las Merindades del que era natural el nuevo santo. De hecho, han sido ellos los que han aportado la reliquia que ha estado presente en el presbiterio durante la celebración, junto a una reproducción del tapiz que se desplegó en la balconada de la Basílica de San Pedro de Roma durante la canonización de san Manuel Ruiz y sus compañeros mártires.
Durante su homilía, Mons. Iceta ha destacado que los mártires, como san Manuel, son «campeones en el amor, en la esperanza y en la fe», y ha subrayado que la Iglesia los propone como modelos a imitar en nuestro caminar cristiano. El arzobispo ha reflexionado sobre el significado profundo del amor en la vida cristiana, señalando que, al responder a un escriba sobre el mayor de los mandamientos, Jesús llamó a «escuchar y amar», ya que «la fe viene de la escucha». Mons. Iceta ha explicado que escuchar implica hacer espacio en el corazón para Dios y para el prójimo, recordando que «la necesidad de escuchar significa la necesidad de hacer hueco en nuestro corazón a Dios y al prójimo».
El prelado también ha resaltado el nuevo mandamiento de amor que Jesús ofrece a sus discípulos, en el que no solo se nos llama a amar «como a ti mismo», sino a «amaos como Dios os ha amado». Este amor, ha señalado el arzobispo, se entrelaza de manera inseparable con el amor a Dios: «Amar a Dios profundiza el amor al prójimo. Y no se puede amar a Dios plenamente si no se ama al otro».
Al recordar la vida de san Manuel, Mons. Iceta ha relatado su compromiso con el pueblo cristiano de Damasco, donde el santo, junto con otros frailes franciscanos, dio la vida para proteger a los cristianos perseguidos durante la masacre de 1860. «San Manuel, como superior del convento, consumió la sagrada Eucaristía y fue decapitado delante del altar de la iglesia», explicó el arzobispo, destacando el acto de valentía y entrega del santo burgalés, que eligió permanecer junto al rebaño confiado a él en un momento de gran peligro.
Además, el arzobispo ha resaltado cómo los mártires son para nosotros «testimonios profundos de fe, esperanza y caridad», y ha citado al papa Francisco en relación con la esperanza cristiana: «El testimonio más convincente de la esperanza nos lo ofrecen los mártires, que firmes en la fe en Cristo resucitado supieron renunciar a la vida terrena con tal de no traicionar a su Señor».
Finalmente, Mons. Iceta ha invitado a los presentes a vivir un «martirio cotidiano» en la vida diaria, es decir, a dar testimonio cristiano a través de los actos de cada día. En sus palabras, los mártires como san Manuel Ruiz nos enseñan a amar «de una manera que no es posible para el corazón humano», sino que se hace realidad al «acoger la gracia de Dios».
Tras la celebración, el arzobispo ha tenido ocasión de saludar a algunas de las personas llegadas del pueblo natal del nuevo santo, con los que se ha hecho una foto de familia.