La HOAC de Burgos clama contra la siniestralidad laboral

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El pasado viernes, 29 de noviembre, la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Burgos volvió a realizar una concentración para denunciar y hacer visible el dolor que supone la siniestralidad laboral tras los últimos accidentes laborales ocurrido en la provincia de Burgos.

 

El pasado 30 de octubre fallecía José Jorge Peláez Gutiérrez, transportista de 57 años, tras sufrir un accidente de tráfico en la N-623 a la altura de la localidad de Escalada. Unos días después, el 5 de noviembre, Jesús Curiel Ortega, agricultor de 31 años, murió arrollado por su propio tractor en Hormazuela, pedanía de Villadiego. Y el viernes, 22 de noviembre falleció un transportista tras el accidente ocurrido en la N-627, a la altura de la localidad de Pedrosa de Valdelucio.

 

Los militantes de este movimiento mostraron su dolor más sentido y solidaridad con los familiares, amigos y compañeros de estos trabajadores y, desde su campaña Cuidar el trabajo, cuidar la vida, reafirman su compromiso en la lucha por unas condiciones de trabajo dignas y por la defensa de la salud laboral.

 

Y es que, a pesar del desarrollo en materia de prevención de riesgos laborales, lo cierto es que se siguen produciendo muertes en el trabajo. «Se trata de una realidad que exige el compromiso de toda la sociedad: administraciones, empresarios, trabajadores, sindicatos, partidos políticos, asociaciones, etc., ya que es un problema social y político, que no solo afecta a los implicados en el ámbito laboral», afirman desde la HOAC de Burgos.

 

Cada día, dos personas mueren en el trabajo y 35 son hospitalizadas por accidentes laborales en nuestro país. Ya son más de 40 trabajadores de Castilla y León que han perdido la vida en sus puestos de trabajo en lo que va de año. Estos datos son la punta del iceberg de una pirámide cuya base registra más de 19.000 accidentes de trabajo con baja. En la provincia de Burgos se ha registrado el mayor número de víctimas mortales en el trabajo, con 12 fallecidos, diez durante la jornada y dos in itinere.

 

Algunas de las causas que están detrás de los accidentes laborales son «la falta de control en las medidas de seguridad, la escasa formación, el empleo precario, la subcontratación o la economía sumergida», recuerdan. La HOAC de Burgos también señala cómo «las enfermedades relacionadas con el trabajo son también una de las causas que convierten el trabajo en un lugar peligroso. Conllevan muchas bajas laborales y ocasionan bastantes muertes por enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares debido a largas jornadas de trabajo o la exposición a materias tóxicas, gases y humos».

 

Por eso, afirman que «las personas trabajadoras tienen derecho a unos ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física y mental». Nadie, absolutamente nadie, debería perder la vida por trabajar y huir de la pobreza. Por eso, afirman, «las personas trabajadoras tienen derecho a unos ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física y mental. No es mala suerte ni es inevitable. El trabajo debe ser un lugar donde, además de ganar un sueldo para vivir, el trabajador pueda desarrollar sus capacidades y ponerlas al servicio del bien común. No puede tratarse de un sitio donde enfermar o incluso morir».

 

Para ello, desde la HOAC de Burgos reivindican «mejores condiciones laborales y mayor seguridad en los trabajos; implicación más activa de las instituciones para controlar el cumplimiento de la ley; mayor conciencia y sensibilidad social y empresarial, y que los trabajadores no se resignen ante la siniestralidad laboral. El trabajo es para la vida. Si todos ponen los medios necesarios, crecerá la esperanza», concluyen.

La archidiócesis celebra un encuentro de reflexión vocacional

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Un grupo de veinte agentes de pastoral de la archidiócesis de Burgos, entre los que había sacerdotes, religiosas, matrimonios y jóvenes, se ha reunido este pasado sábado para participar en un encuentro de reflexión vocacional, de cara al próximo Congreso Nacional de Vocaciones.

 

La jornada, desarrollada en un ambiente de oración y trabajo comunitario, ha girado en torno a tres ejes fundamentales: reconocer, interpretar y elegir en el marco de la cultura vocacional propuesta por la Iglesia. Los asistentes han trabajado a partir de dinámicas grupales inspiradas en textos bíblicos y reflexiones guiadas por las fichas preparatorias del Congreso, poniendo el foco en el discernimiento personal y comunitario.

 

El encuentro ha concluido con un rato de adoración eucarística, acompañado por música de Hakuna Group Music, donde se elevaron peticiones por la Iglesia, las familias, los jóvenes y los frutos del Congreso.

 

Este encuentro, ha sido un espacio enriquecedor para fortalecer el compromiso de la archidiócesis con la promoción de vocaciones y su misión evangelizadora, impulsando a los participantes a ser instrumentos de esperanza y discernimiento en sus comunidades.

«Adviento: el pesebre de nuestra fragilidad»

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Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Ven, Señor Jesús, e infunde en nuestra vida la esperanza de tus ojos, la que nunca falla ni defrauda, la que jamás aparta su corazón del pesebre de nuestra fragilidad.

 

Con esta oración que nos compromete a ponernos por entero al servicio del corazón de Cristo Jesús, quisiera dar la bienvenida al tiempo de Adviento que hoy comenzamos y que inaugura el año litúrgico. Cuatro domingos para preparar el nacimiento del Señor, para celebrar la Navidad.

 

«Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a despojarnos de una forma de vida resignada y rutinaria y a salir alimentando esperanzas para un futuro nuevo», recodaba el papa Francisco durante el Ángelus en diciembre de 2018. Una invitación, sin duda alguna, que volvemos a hacer vida en nuestro camino, porque sólo desprendiéndonos de nuestro yo y entregando hasta la última fibra de nuestro ser podremos parecernos a Aquel que nace, una vez más, para que podamos abrazar la plenitud del Amor.

 

Este tiempo de andadura, servicio y misión, nos invita a seguir la senda del Señor, a acompañar sus caminos y a transitar sus pisadas para abrazar un compromiso concreto: el de estar cerca de quien necesita ser querido como nunca le pudieron querer o ser cuidado como nunca le pudieron cuidar.

 

Empecemos por ahí, dándonos sin medir la talla del cansancio, aunque solamente sea un poco; a veces, una migaja de fe puede cambiar un corazón cansado, quebrantado y humillado. Y si Él nunca lo desprecia (cf. Sal 31), ¿acaso no tendremos que hacer nosotros lo mismo? Sólo así podremos vivir una Navidad auténtica que haga, del pesebre, nuestro hogar, nuestro reino, nuestro vivir.

 

Jesús, quien lo hace todo nuevo (cf. Ap. 21, 5), anhela que preparemos este camino junto a Él. Comencemos por la oración humilde, continuemos por el perdón –tanto de uno mismo como del Señor– y concluyamos este andar sanador hacia la Navidad con actos de caridad que, dóciles al Espíritu, conserven el precioso arte de amar para que Él crezca mientras nosotros disminuyamos (cf. Jn 3, 30).

 

La oración es el principio que derrama su plegaria en aquel que anhela con todas sus fuerzas abandonar por un tiempo su soledad, aunque solamente sea con lo pobre de nuestro ser.

 

«Cristo será todo en todos» (Col 3, 11) y no quiere que se pierda ninguno mientras nosotros llevemos su nombre grabado a fuego en las entrañas. Visitemos a ese anciano que hace tiempo que no recibe a nadie en su hogar, vayamos a esa habitación de hospital a confortar a ese enfermo que apenas tiene con quien compartir su dificultad, salgamos para abrigar la soledad de quienes viven la pobreza de afectos, llamemos a ese amigo que perdimos por el camino o a ese familiar con quien lo compartimos todo y hace tiempo que comenzó a enfriarse la relación.

 

La Iglesia «necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario» (Evangelii gaudium, n. 169). Por tanto, nunca es tarde para volver a escribir las Obras de Misericordia en el diario de nuestra vida.

 

Y este tiempo de conversión, espera y esperanza, es una oportunidad especial que nos ofrecen el Hijo de Dios hecho hombre, el «sumamente amable que nos atrae hacia sí con lazos de amor» (EG, 167), y la Virgen María, en cuyo seno Dios se hizo carne, para que aprendamos a quitarnos las sandalias ante la tierra sagrada del hermano que siempre debe ser el objeto de nuestra mirada y nuestro abrazo (cf. Ex 3, 5). Y de este modo, llegaremos al portal de Belén con el corazón preparado para adorar al Niño Dios y tomarlo en nuestros brazos bajo la mirada materna de la Virgen María y el cuidado paterno de San José.

 

Con gran afecto, os deseo un feliz y santo tiempo de Adviento.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa
Arzobispo de Burgos