«El mejor Tesoro de nuestras vidas»

Mensaje de Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, para el domingo, 5 de enero de 2025, víspera de la solemnidad de la Epifanía del Señor

reyes magos

Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy, víspera de la Epifanía del Señor, celebramos la manifestación de Cristo a las naciones en las personas de los Magos de Oriente. Una manifestación ya no sólo al pueblo elegido, sino a toda la humanidad, que pone en boga la universalidad que Jesús, desde su nacimiento, revela: un Dios de todos y para todos, que no hace acepción de personas ni de culturas ni de razas, que llega a esta Tierra en humildad y pobreza y que entrega hasta la última gota de su sangre por la salvación del mundo.
El Evangelio nos muestra la imagen de unos Magos que vienen de Oriente con el único deseo de encontrar a Dios. Y a pesar de que no sabían nada de las Sagradas Escrituras, decidieron seguir el rastro de la estrella que les mostraba el camino hacia el que sería, sin ellos siquiera imaginarlo, el sentido de sus vidas. Y aunque el encuentro con el Rey de reyes era la razón de su alegría, el pasaje estuvo lleno de pruebas, contratiempos y desafíos; el frío de la noche y el calor del día, el miedo ante lo desconocido, el cansancio en medio de la incertidumbre…
Durante su travesía hasta el corazón del Hijo de Dios, pasarían por momentos en los que, incluso, dejarían de ver la estrella que les guiaba hasta el pesebre de Belén Y, sin embargo, no cesaron en su búsqueda, y ni siquiera se plantearon aminorar el paso por lo que les podría suceder; incluso el encuentro con el rey Herodes y su homicida voluntad de eliminar a quien osara poner en peligro su grotesco reinado. Porque se fiaban y esperaban, como anunciaría el profeta Isaías: «Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora» (Is 60, 3). Así, continuaron con su misión, por encima de cualquier impedimento, hasta que llegaron al portal, se postraron ante el Niño y le adoraron como se ama lo que más se espera.
Esta actitud de los Magos nos enseña una hermosa lección, y es que, en los momentos de incertidumbre, lucha interna y aflicción, ante tantas vicisitudes que la vida nos presenta, es preciso ponerse en marcha, confiar en Quien nos guía, vencer las comodidades y los miedos con actitud de servicio, alegría y entrega, y asumir los riesgos del camino. Sólo así, la recompensa de abrazar el Misterio tendrá el sentido que el corazón anhela.
En Dios, cada paso es una nueva oportunidad, una encrucijada vencida, una vida por vivir. Por eso, la Epifanía es una fiesta de caridad que nos recuerda que en Jesucristo se revela el lenguaje universal del amor de Dios, el de la apertura, el de la escucha, el de la confianza, el del encuentro.
Y lo es por amor: un amor que no conoce límites ni fronteras, que nos hace a todos coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio (cf. Ef 3, 6).
Ahora, pues, de la mano de los Magos de Oriente y con el espíritu de san Pablo, quien se hacía llamar «el más insignificante de los santos», se nos da la gracia de anunciar a todos los pueblos la riqueza insondable de Cristo y de iluminar la realización del Misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, el Creador de todo (cf. Ef 3, 8-9).
Hoy, con el oro, el incienso y la mirra que los Magos posaron a los pies de Jesús (cf. Mt 2, 1-12), conmemoramos la humildad de Dios y la grandeza del destino de la humanidad. Él se rebaja hasta el extremo y, despojado de cualquier privilegio, se encarna en la humildad más absoluta; y nosotros, frágiles siervos del Amor, sólo tenemos que acoger su pobreza hasta ser imagen viva de su bondad, de su fidelidad y de su belleza.
En el Niño de Belén se nos revela el rostro de Dios. Seamos, a imitación de la Virgen María, la primera Custodia de Cristo, el regalo más preciado para los demás. Recorramos el Camino de la Verdad para adorar al Mesías, que es la Vida. Y, después, vayamos a todos los pueblos a anunciar –con inmensa alegría– lo que hemos visto y oído: quienes buscan a Dios acaban encontrando el mejor Tesoro de sus vidas.
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

 

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