Este martes, 13 de mayo, ha fallecido el sacerdote diocesano José María Quintana Raigadas a los 78 años de edad y tras 53 como presbítero. Era natural de Villaño de Losa.
Tras concluir sus estudios en el Seminario Diocesano de Burgos, José María Quintana Raigadas fue ordenado sacerdote en septiembre de 1971 en Burgos, momento en el que se incorporó al presbiterio de la archidiócesis.
Su primer encargo pastoral fue como encargado de Campillo de Bricia, Arreba y Población de Arreba, un servicio que compaginaba con los estudios en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos. En 1972, recibe los nombramientos de ecónomo de Hontoria de la Cantera y sirviente de Revillarruz, Tornadijo y Humienta.
En 1977, es nombrado ecónomo de Condado de Valdivielso y sirviente de Población de Valdivielso, El Almiñé, Santa Olalla de Valdivielso-Toba y Valdenoceda. En 1982 se encarga también del servicio de Quintana de Valdivielso.
En 1994, se le conceden transitoriales por tres años para la diócesis de Cádiz, que se van prorrogando por períodos de tres años hasta que en 2022 regresa a Burgos, con el nombramiento de capellán de los tanatorios de la ciudad.
La capilla ardiente con sus restos mortales se instalará este martes, 13 de mayo, a partir de las 13:00h, en una de las salas velatorias del tanatorio San José de Burgos. La misa de exequias por el eterno descanso del alma de José María Quintana Raigadas se celebrará mañana, miércoles, 14 de mayo, a las 18:00h en la capilla del tanatorio San José de Burgos. La comunidad diocesana, con el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, a la cabeza, lloran su pérdida y piden oraciones para que Dios lo colme con el don de la vida eterna. Descanse en paz.
La lluvia no ha sido obstáculo para que, un año más, cientos de fieles secundaran la llamada a participar en el tradicional Rosario de la Aurora. Cubierta bajo un plástico para protegerla de la intemperie, la imagen de la Virgen de Fátima ha recorrido las calles del centro de la ciudad sobre un mar de paraguas y arropada por el canto de las avemarías de cientos de fieles, que han completado los misterios dolorosos de esta popular oración mariana.
El Rosario ha salido puntual, a las 6:30 de la mañana, de la plaza del Rey San Fernando y ha recorrido las calles de la Paloma, Laín Calvo, San Juan, La Moneda, plaza de Santo Domingo y paseo del Espolón hasta llegar de nuevo a la catedral, donde el arzobispo, mons. Mario Iceta, ha presidido la eucaristía.
Durante el trayecto, se ha tenido un especial recuerdo por el nuevo papa, León XIV, y se ha implorado la intercesión de María en su «difícil misión de evangelizar a todo el mundo». Teniendo como trasfondo el Año Jubilar ‘Peregrinos de Esperanza’, también se ha orado por los jóvenes, las familias, los representantes políticos, el fin de los conflictos y las guerras y las personas que atraviesan cualquier tipo de dificultad en sus vidas.
Devoción
El 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció a tres jóvenes pastorcitos en Cova da Iría (Portugal), unas manifestaciones que se repitieron durante cinco ocasiones más. En sus apariciones, la Virgen trasladó a los pequeños pastores mensajes acerca de la conversión, la oración, la penitencia y la reparación. El consejo del rezo del Rosario y la devoción a su Inmaculado Corazón hizo que pronto la devoción a la Virgen de Fátima se propagara en todo el mundo. En Burgos, el Rosario de la Aurora, impulsado por la Milicia de Santa María, es uno de los actos de piedad popular más secundados de la ciudad.
El papa León XIV, en la primera misa tras su elección como Santo Padre. VATICAN MEDIA.
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo del Buen Pastor, cuando celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada Mundial de las Vocaciones Nativas, volvemos nuestra mirada al Papa León XIV, nuevo sucesor de Pedro, y dirigimos el corazón a una imagen preciosa, la de Cristo, dejándolo todo, para buscar a la oveja descarriada, encontrándola y cargándola sobre sus hombros, con un amor inagotable e inexplicable a los ojos del mundo. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas, las llama por su nombre, cuidándolas y protegiéndolas de cualquier peligro. Su amor es tan grande que si una se pierde, no le basta con hallarla, sino que la mira con ternura, ofreciéndole su auxilio para alcanzar el hogar que ha construido para ella.
El Pastor, personificado en la imagen de Jesús de Nazaret, nos recuerda la manera con la que Dios nos trata a cada uno de nosotros como hijos suyos que somos. Y ante esta imagen consoladora y compasiva, sentimos el peso del amor por encima de nuestras calamidades y caídas. El Señor Resucitado nos encuentra y nos salva una y otra vez.
El Papa, con imagen de Cristo Buen Pastor, sirve con amor a la Iglesia Universal y a una humanidad herida por tantos desencuentros, guerras, hambrunas. Su presencia es signo de esperanza y su vida se configura con la del Señor, que no vino a ser servido sino a servir en el amor, siendo visible como de comunión y unidad de Iglesia, impulso y fortaleza en la evangelización, sembrador de esperanza en las situaciones de pobreza, angustia, dolor y sufrimiento.
La Pascua nos conduce al Salmo 22, donde el Señor nos recuerda que con Él nada nos falta. «En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas». Él va con nosotros sosegándonos con su callado, una promesa que nace de sus manos misericordiosas para envolver nuestros corazones. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Este domingo nos introducimos en la fragilidad del cuidado con que Dios nos mira y nos custodia, y lo hace a través de una vocación concreta para hacernos felices y también suyos, llamándonos a gozar todos los días de su presencia, hoy de modo particular en León XIV, nuevo Sucesor de Pedro. Como buen samaritano, el Buen Pastor está deseando que volvamos nuestros corazones a él, para poner en nuestros silencios el don y la gracia que edificarán a su tiempo y a su modo el reino de Dios. Hoy, orando por el Papa León XIV y por las vocaciones sacerdotales y nuestros seminarios, descubrimos que la oración es una ventana abierta a lo más íntimo de Dios.
Por ello es la primera fuerza de la esperanza, como destacó el papa Francisco en una catequesis de mayo de 2020: «Mientras tú rezas, la esperanza crece y avanza. Es más, yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta». La Palabra de Dios se hace carne en nosotros cada vez que hacemos con nuestros hermanos lo que Él hizo con nuestra propia debilidad. Ahora, en la imagen evangélica del pastor y del rebaño, se elevan al Buen Pastor las oraciones para que suscite en nuestros jóvenes una respuesta generosa a la llamada a la vocación sacerdotal.
Hoy resuena la promesa que Dios hizo a su pueblo por medio del profeta Ezequiel: «Yo mismo apacentaré mis ovejas, las haré reposar, buscaré a la perdida, recogeré a la descarriada, vendaré las heridas, fortaleceré a la enferma, pero la que esté rusta y fuerte la guardaré». Que el Buen Pastor que nos busca para cargarnos sobre sus espaldas y pronunciando nuestro nombre, cuide del ministerio del papa León XIV.
Que su Madre le ampare y nos ampare, María Santísima, para estar siempre disponibles para ayudar a nuestros hermanos heridos en el abrupto camino de la vida.
«Ofrece el sufrimiento y déjate llevar por el Señor», ha señalado el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ante casi dos centenares de sacerdotes que han celebrado este viernes a su patrono, san Juan de Ávila, cuya fiesta se conmemora mañana, 10 de mayo. Lo han hecho durante la celebración de la misa, concelebrada por gran parte del presbiterio burgalés y por el obispo emérito de Ciudad Rodrigo, el burgalés Mons. Cecilio Raúl Berzosa Martínez.
La celebración del patrono del clero secular español, organizada por la Vicaría para el Clero, ha comenzado pronto, a las 11:00h de la mañana, con una conferencia titulada Sacerdotes para una pastoral vocacional, que ha impartido el Javier Pérez Mas, rector del Seminario Metropolitano de San Valero y San Braulio de Zaragoza el Espacio Compañeros de Valentín Palencia del Seminario Diocesano de San José.
Tras la conferencia, ha llegado el momento de conmemorar a los sacerdotes que este año celebran sus bodas sacerdotales de platino (70 años), diamante (60 años), oro (50 años) y plata (25 años). El vicario para el Clero, Miguel Ángel Díez Villalmanzo, ha ido llamando uno por uno a los homenajeados, con los que el arzobispo ha tenido unas palabras, un abrazo y a los que ha obsequiado con un pequeño detalle.
Tras el homenaje, los sacerdotes se han dirigido a la capilla mayor del Seminario, donde han concelebrado una solemne eucaristía. En su homilía, el arzobispo ha mostrado su «inmenso agradecimiento y gratitud» a los sacerdotes del presbiterio por su entrega y les ha orientado en la importancia de la Eucaristía en la vida sacerdotal. En ese sentido, les ha recordado que «no hay vida sin Eucaristía. El sacerdote, sin Eucaristía, no vive, sobrevive. La familia, sin Eucaristía, no vive, sobrevive. Qué inmenso es nuestro ministerio para que el mundo tenga vida».
Al concluir la misa, el arzobispo ha compartido una comida de fraternidad con los sacerdotes en el seminario para celebrar al patrón del clero secular español.
Sacerdotes jubilares
El sacerdote que ha celebrado sus bodas de platino sacerdotales, al cumplir 70 años de la ordenación, ha sido José Luis Gallo Martín.
Los que han celebrado sus bodas de diamante sacerdotales, al cumplir 60 años de la ordenación, son: Manuel Alonso López, Manuel del Campo Guilarte, Constancio Escolar Royuela, Gabriel Martínez Calvo, Alejandro Millán Cuesta, Laureano Oca Barrio, Antonio Pérez Fernández, Victoriano Ruiz Bueno y Pedro Sáez Vesga.
Los que han celebrado sus bodas de oro sacerdotales, al cumplir 50 años de la ordenación, son: Isidro Arnáiz Vázquez, Juan Castillo Vegas, Florentino Díez Grijalba y Dionisio Fernández Campo CSsR.
Los que han celebrado sus bodas de plata sacerdotales, al cumplir 25 años de la ordenación, son: Lorenzo Carrillo Lezcano, Juan María González Oña, Juan Miguel Gutiérrez Pulgar, Roberto Nebreda Martín, Francisco Javier Pérez Illera y Marcos Pérez Illera.
Del 1 al 4 de mayo se ha llevado a cabo la peregrinación a Córdoba, organizada por el Departamento de Peregrinaciones de la Archidiócesis de Burgos y presidida por el arzobispo, Mario Iceta, en la que han participado 47 personas. A lo largo de estos días, en medio de la fiesta cordobesa de las cruces, han podido conocer la catedral cordobesa (antigua mezquita mayor del califato Omeya), incluso en visita nocturna, con la espectacular integración en el templo de la arquitectura del edificio musulmán. Además, han hecho un recorrido por las iglesias fernandinas y han conocido las ermitas de Córdoba, un lugar poco conocido por los turistas, donde en su tiempo vivió Osio de Córdoba, un reducto de espiritualidad eremítica en las afueras de Córdoba que sigue los pasos iniciados por san Antonio abad y san Pablo ermitaño.
Con guías locales y acompañados por el arzobispo de Burgos, que en su día fue sacerdote en Córdoba, han podido recorrer las iglesias y rincones de Córdoba, desde el Cristo de los Faroles hasta las iglesias fernandinas, que fueron levantadas por el rey san Fernando III, que conquistó la ciudad en el año 1236, poco después de iniciar la construcción de la catedral de Burgos.
El motivo de la peregrinación era la conmemoración este año del 1.700 aniversario del Concilio de Nicea, celebrado el año 325, que fue presidido por el obispo Osio de Córdoba, un personaje fundamental, porque fue consejero del emperador Constantino, influyó en el Edicto de Milán que decretaba la libertad religiosa y en nombre del emperador presidió el Concilio de Nicea, en el que se redactó el Credo que hoy seguimos profesando todas las iglesias cristianas. Él fue uno de los redactores de esa profesión de fe y combatió la herejía arriana que en aquellos tiempos proliferaba por todas las latitudes de la Iglesia. Sorprendentemente, en España es poco conocido, aunque es venerado como santo en las iglesias orientales.
También han podido visitar las ruinas de los palacios de Medina Azahara, ciudad residencial de los califas cordobeses. Y, por supuesto, disfrutar del ambiente festivo de Córdoba, que celebraba su fiesta de las Cruces, con bellas cruces florales situadas en multitud de plazas de la ciudad.
La peregrinación culminó con la visita guiada de la catedral y la Eucaristía dominical en el primer templo cordobés, presidida por el arzobispo de Burgos, Mario Iceta.