«La misión, portadora y constructora de esperanza»
Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta
Queridos hermanos y hermanas:
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (Gaudium et spes, 1).
Desde este sentido profundo de la misión como portadora y constructora de esperanza entre los pueblos, hemos celebrado durante estos días la Semana de Misionología de Burgos y el Día del Misionero Burgalés.
Las vidas de los misioneros, como siempre ha demostrado nuestra archidiócesis burgalesa, son una respuesta valiente al mandato de Cristo Resucitado, quien envía a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos (cf. Mt 28, 18-20). Un mandato que «comienza ciertamente en esta vida», pero que «tiene su cumplimiento en la eternidad» (Evangelii nuntiandi, 27).
Esta semana nos recuerda la vocación universal que tenemos todos los bautizados para ser, a través del fuego del Espíritu Santo y del compromiso cotidiano para con los más vulnerables y entre todos los pueblos, misioneros de la Esperanza que es Jesucristo y su Reino de santidad, amor y paz.
Si el Corazón de Cristo «es el núcleo viviente del primer anuncio» (Dilexit nos, 32), el de los misioneros es el eco humilde y veraz de esa llamada primera al amor entregado sin reservas, el que no se guarda nada para sí porque se sabe artesano y restaurador de una esperanza rota, incompleta e infeliz.
Y, por añadidura, también nosotros somos llamados y enviados para continuar con esta preciosa misión: «Ser signo del Corazón de Cristo y del amor del Padre, abrazando al mundo entero», como destacó el Papa Francisco en su discurso a los participantes en la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, en junio de 2023. En esto, destacaba el Santo Padre, «encontramos el corazón de la misión evangelizadora de la Iglesia: llegar a todos con el don del amor infinito de Dios, buscar a todos, acoger a todos, ofrecer nuestra vida por todos sin excluir a nadie. Todos. Esta es la palabra clave».
Con el propósito de ser «instrumentos de promoción y de responsabilidad misionera de cada bautizado y para apoyar a las nuevas Iglesias particulares» (Praedicate evangelium, art. 67 § 1), cada misionero restaura la humanidad herida, según el corazón de Cristo, en tantas zonas olvidadas de la Tierra.
Sus pies, siempre en camino, no cesan de recorrer sendas olvidadas hasta encontrar cualquier rostro que anhele su presencia, su protección y su cuidado.
Sus almas, siempre expuestas al servicio más puro e, incluso, entregadas al borde de la extenuación, no cesan de reflejar el rostro del Señor Resucitado, quien se hace cercano a sus discípulos misioneros y transita de su mano. Nuestro mundo, «herido por la guerra, la violencia y la injusticia, necesita escuchar el mensaje evangélico del amor de Dios y experimentar el poder reconciliador de la gracia de Cristo», como recordaba el Papa León XIV en su homilía de inicio de pontificado el 18 de mayo de 2025.
Le pido a la Virgen por nuestros fieles, miembros de la vida consagrada y sacerdotes burgaleses que, en cualquier horizonte del mundo, prestan su vida a Dios, testimoniando el poder salvífico de su Palabra y del Misterio Pascual de Cristo. Así, retomando al poder evangelizador del Papa san Juan Pablo II, permanezcamos «vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!» (Novo millennio ineunte, 59).
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.