¡Daos fraternalmente la paz en el inicio del Año Nuevo!

Mensaje del arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, para el domingo 2 de enero de 2022.

Queridos hermanos y hermanas:

 

El primer día del año la liturgia celebra a Santa María como Madre de Dios. La Iglesia vuelve la mirada al don inmenso de la maternidad de María. También en este día celebramos la Jornada Mundial de la Paz.

 

Hace justamente un año, el Papa Francisco proponía la cultura del cuidado como camino de paz. Hoy, en el preludio de un nuevo año y cuando celebramos la quincuagésima quinta Jornada Mundial de la Paz, recogemos aquel mensaje de cuidado, delicadeza y escucha para dejarnos moldear –a la puertas de este nuevo amanecer– a imagen y semejanza del amor de Dios Padre.

 

Estos navideños días de largas tertulias, de voluntades lanzadas al aire y de promesas por cumplir, me traen a la memoria del corazón una de las expresiones más profundas y que dan sentido a mi ser sacerdotal: «Daos fraternalmente la paz». Responde a uno de los gestos que compartimos en la Eucaristía y que, merced a esta triste pandemia que continúa adherida a nuestras vidas, nos hemos visto obligados a detener. No es fácil reprimir el abrazo, el saludo en nombre de Cristo…

 

Un anhelo de quererse en Aquel que nos convoca que se ha quedado reducido a un gesto, a una palabra lejana o a un susurro de paz. Y recuerdo, a la luz de este sentir y de manera muy especial, a todos aquellos que, durante el año pasado, se vieron obligados a soportar en silencio su soledad: porque perdieron a un ser querido, porque no encontraron a nadie con quien compartir el sufrimiento, porque perdieron el trabajo, porque tuvieron que abandonar sus hogares o porque no pudieron compartir el trago más amargo de su enfermedad.

 

Ahí, en esa soledad, en esa angustia y en ese dolor también estaba Dios otorgándonos la inmensidad de su paz. Un Padre consolador, mostrándonos –en su mirada– el reflejo de la ciudad santa, «como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido» (Ap 21, 10-11). Y se hacía presente cuando, por un instante, un rumor de armonía inundaba de alegría el corazón sufriente de sus hijos más amados.

 

«La paz os dejo, mi paz os doy» (Juan 14, 27) les dijo el Señor a sus discípulos, momentos antes de partir a la Casa del Padre. “Pero no os la doy como la da el mundo (cfr. Juan 14, 28). Porque es una paz que, dos mil años más tarde, nos ha venido regalada por la sangre de Cristo derramada en la cruz. Porque Él «hizo las paces en su propio cuerpo mediante la cruz», llega a decir san Pablo en su carta a los Efesios. Y, por eso, nos dejó una paz distinta, nos dio su propia paz, definitiva y verdadera… Y sus promesas, que son Palabra de Dios, siempre se cumplen.

 

A las puertas de este nuevo año 2022, a partir de este día, comienza un nuevo capítulo de nuestra vida. Y como en aquella primera Eucaristía, que es, por su naturaleza, «sacramento de paz», tal y como afirma el Papa emérito Benedicto XVI en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis, hemos de disponer nuestros corazones para amarnos unos a otros (Jn  13, 34) en paz, siendo fieles a sus promesas, como hijos bienaventurados de un mismo Padre.

 

«¡Paz a vosotros!», clama el Señor a sus apóstoles en el Cenáculo el día de la Pascua. Un saludo que hoy nos ofrece en esta Jornada Mundial de la Paz, para que seamos –en nuestro cotidiano caminar– comunión sacramental en el Cuerpo del Señor: Eucaristías vivas que testimonian el amor cada instante de nuestras vidas.

 

La Santísima Virgen María, la Reina de la Paz y la artesana del cuidado, nos muestra los caminos de ternura que llevan a la curación de las heridas. Hoy, más que nunca, os encomiendo a Ella para que os ayude a no perder jamás de vista a los más débiles. Que su corazón de Madre buena, paciente, humilde, servidora y fiel sea –durante todos los días del año– el refugio de vuestro hogar y el anhelo fehaciente de todas vuestras promesas.

 

Y si algún día vuelve a visitaros el dolor, buscad a un hermano, confiad en él y daos fraternalmente la paz que Cristo nos ha traído. De este modo siempre revivirá el corazón. Con gran afecto pido al Señor que os bendiga en este nuevo año que ahora comienza.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

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