Reflexión del Evangelio – Domingo 5º de Pascua

por administrador,

CAMINO, VERDAD Y VIDA

 “Hombres de buena familia y llenos de espíritu de sabiduría”. Son dos cualidades imprescindibles para el ministerio del servicio. Así habían de ser los elegidos para atender a las necesidades de los pobres y especialmente de las viudas. La primera lectura nos introduce así en el ambiente de la comunidad de los seguidores de Jesús que se encontraba en Jerusalén.

Aquella situación dio origen a la elección de los siete varones que identificamos habitualmente con los “diáconos” o servidores. Ese grupo permitiría a los apóstoles dedicarse a otra tarea no menos importante: la de la oración y el servicio de la palabra. Con eso quedan reflejadas las tareas propias de los enviados por Jesús.

Hay que leer esta página de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7) cada vez que corremos el riesgo de perder la identidad de nuestras comunidades cristianas. Anunciar la palabra del Señor, orar y atender a los pobres. Si falta uno de esos apoyos, el trípode se cae y la comunidad se convierte en una secta o en una organización no gubernamental (ONG).

LA INTERROGACIÓN

El evangelio que se proclama en este domingo quinto de Pascua nos sitúa en el escenario de la última cena de Jesús con sus discípulos (Jn 14, 1-12). En él se recoge una interrogación del apóstol Tomas que parece reflejar su perplejidad: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”.

Si somos sinceros, hemos de reconocer que a veces también nosotros nos encontramos en la misma situación. En primer lugar, porque no comprendemos la identidad y la misión de Jesús. Y despues, porque son muchos los que tratan de orientarnos hacia sendas que no conducen a ninguna parte.

 El Señor se había presentado como “la puerta del redil”. Ahora nos revela el sendero que nos conduce a la plenitud de nuestra vida: es decir, a la vida de nuestro Pedre: “Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo”.

  

Y LA REVELACIÓN

Es inolvidable esa presentación de la identidad y la misión de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Si no aceptamos esta revelación no culpemos a los demás. Examinemos nuestra propia conciencia:

  • “Yo soy el camino”.  Desconocemos esta palabra de Jesús cuando nos empeñamos en decidir por nosotros mismos los valores morales que puede hacernos felices. Esos valores y virtudes que  nos impiden desviarnos de la senda del bien.
  • “Yo soy la verdad”.  Ignoramos esta palabra de Jesús cuando intentamos explicar su mensaje con las ideas que están de actualidad. Ideas sobre la salvación, sobre la responsabilidad  personal o sobre la gracia divina.
  • “Yo soy la vida”. Despreciamos esta palabra de Jesús cuando tratamos de ajustar sus enseñanzas a nuestros intereses personales.  O a las propuestas que nos vienen ofrecidas por la voz de la mayoría o por la tiranía de las modas.
  • Señor Jesús, Queremos seguir fielmente tu camino, proclamar tu verdad y hacer partícipes de tu vida a todos nuestros hermanos. Amén.

José-Román Flecha Andrés

No tengas miedo

por administrador,

El evangelio nos recuerda lo que “en aquel tiempo” vivieron los discípulos con Jesús, y revela también lo que en nuestra celebración eucarística vivimos nosotros con el Señor: Oímos lo que ellos oyeron, preguntamos como ellos preguntaron, creemos lo que entonces a ellos les fue revelado.

Les dijo Jesús: “No perdáis la calma”. Se lo dijo a ellos porque los alcanzaba la noche, la hora de Jesús, su despedida, la zozobra de la comunidad, la dispersión de los suyos. Nos los dice a nosotros, que nos acercamos al final de la Pascua y que, en la escuela de la fe, aprendemos a amar al Señor sin verlo.

“No perdáis la calma”: Se lo dice a los suyos el pastor que va a ser herido y sabe que su rebaño se dispersará. Nos lo dice el que conoce nuestro nombre y nuestra voz, nuestro paso y nuestro corazón, nuestros miedos y nuestras esperanzas.

“No perdáis la calma”: Lo dice el que se ha hecho uno de nosotros para hacer con nosotros el camino de la vida. Lo dice el amigo que nos precede, la voz que nos sosiega, la mano que nos sostiene. Lo dicEl evangelio nos recuerda lo que “en aquel tiempo” vivieron los discípulos con Jesús, y revela también lo que en nuestra celebración eucarística vivimos nosotros con el Señor: Oímos e quien va a ser apresado a quienes van a ser liberados, quien va a ser herido a quienes van a ser curados, quien va a morir a quienes van a resucitar.

El tiempo se ha hecho de oscuridad espesa por la violencia que sufren los débiles, los pequeños, los empobrecidos, los justos. Con Jesús, con sus discípulos de ayer, con los creyentes de hoy, no sólo experimentamos nuestra debilidad frente al mal, sino que nos escandaliza la debilidad de Dios, la impotencia de Dios, la ausencia de Dios, el abandono de Dios. “Satanás ha reclamado a los hijos de Dios para cribarlos como trigo”. Vivimos tiempos de prueba para la fe.

Por eso, el mismo que nos dice: “no perdáis la calma”, añade: “Creed en Dios”. Que es como decir: Sabed que Dios se ocupa de vosotros. “Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta… Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como uno de ellos”. Si crees, no temes, pues sabes que Dios cuida de ti.

Y añadió: “Y creed también en mí”, pues para vosotros he venido, por vosotros he entregado mi vida, y por vosotros vuelvo al que me ha enviado, pues “me voy a prepararos sitio… para que donde estoy yo estéis también vosotros”.

Y tú, comunidad creyente y probada en tu fe, vives hoy en la Eucaristía el misterio que se te ha revelado en la Encarnación: recibes al Señor que viene a ti, abrazas al que se entrega por ti, y entras por la fe en el “sitio” que Cristo te ha preparado, entras en quien será para ti, para siempre, tu casa del cielo.
No tengas miedo.

Feliz domingo.

El Camino

por administrador,

Jn. 14, 1-12
Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?

Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: «Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí». Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí». No lo han de olvidar nunca.

«Yo soy el camino». El problema de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.

Y, ¿qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

«Yo soy la verdad». Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad.

Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.

«Yo soy la vida». Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.

Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

José Antonio Pagola

Todo me falta… Nada me falta

por administrador,

Con el salmista, con la Iglesia y con Cristo, decimos: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

Me pregunto cómo puede la fe decir “¡nada me falta!”, si el grito de mi mundo va diciendo que le falta todo.
Necesito que entiendas, hermano mío, hermana mía, que no estamos solos en el camino, que no existe sólo tu pobreza, tu problema, tu preocupación, tu soledad, tu enfermedad, tu sufrimiento o tu muerte. Caminamos con nuestros hermanos, vivimos con ellos, sufrimos con ellos y morimos con ellos. Hueso de tus huesos, carne de tu carne, eso es tu hermano para ti.

Y hoy, mientras celebramos nuestra fe y decimos “¡nada me falta!”, la carne de tu hermano, tu carne, es humillada, despreciada, explotada, profanada, esclavizada, violada. Y tú, que no sabes, no puedes, no quieres separar tu vida de la suya, cuando dices en tu celebración: “¡Nada me falta!”, estás sintiendo con tu hermano que te falta hasta la vida, pues con él tiemblas de terror en tantos lugares de la tierra, con él te ahogas en el Mediterráneo, con él te deprimes en las filas del paro. Hoy, con tus hermanos, sientes que te devora el hambre en tierras innumerables, sientes que te llevan a la muerte enfermedades que sólo hubieran debido llevarte a un tiempo de cura en un lecho limpio, sientes que has de buscar con lágrimas en la basura de los grandes los restos míseros de lo que ellos, con frialdad, se llevaron de la mesa de los pequeños.
Necesito recordar que tú, Señor, eres pastor de impuros, de excluidos, de leprosos. Necesito recordar que has venido a buscar adúlteras sin más futuro que la lapidación, ladrones sin otro futuro que la crucifixión, amigos sin más futuro que el olor de los muertos en una tumba cerrada. Necesito recordar que tú has venido a buscar paralíticos que no podían buscarte, a iluminar ciegos que nunca podrían verte, a resucitar muertos que jamás hubieran podido pedirte que vinieses a ellos. Necesito recordarte, Señor, pastor de náufragos, pastor de pobres, pastor que da la vida por sus ovejas, pastor que lo eres todo para quien nada tiene: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

Necesito recibirte, comulgar contigo, llenarme de tu presencia, llenar de ti la vida de los pobres. Necesito creer que todos viven en ti, pues todos han sido bautizados en tu sufrimiento, todos han sido llevados a tu cruz, en todos has sido tú crucificado. Necesito creer que tú lo eres todo, toda bondad, toda dulzura, toda belleza, para quienes de todo han carecido si no es de humillaciones, amarguras y heridas. Necesito recordar que “somos miembros de tu cuerpo, hueso de tus huesos y carne de tu carne”, y que contigo hemos resucitado todos.

“Mi Dios, mi todo”: En ti “nada me falta”, “sólo Dios basta”.

Feliz domingo.

2014 05 20 martes: resumen de prensa

por administrador,

Sociedad

La exposición «Almas de construcción masiva» atrae a un gran número de visitantes, que se acercaron a conocer los 50 años de historia de Cáritas:

 

 

 

 

 

Cultura

La afluencia de visitantes a las Edades del Hombre en Aranda de Duero empieza  a hacerse notar en los días festivos: