Cuando el bautismo es una opción personal

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«Fuisteis conducidos hasta la santa piscina del divino bautismo, como fue llevado Cristo de la cruz al sepulcro. Y se os preguntó uno por uno si creíais en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Pronunciasteis la confesión que os lleva a la salvación, y fuisteis sumergidos por tres veces en el agua». Con estas y otras misteriosas palabras, san Cirilo de Jerusalén explicaba a los neófitos en sus catequesis en qué consistieron los ritos que en la reciente noche de Pascua les convirtieron en cristianos y los efectos que produjo en ellos la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana. La estampa era bastante distinta a la que estamos acostumbrados en la actualidad. Los primeros cristianos acudían al bautismo por su propio pie, ya de adultos, y tras toda una Cuaresma de intensa preparación y conversión personal. La decisión era íntima y personal, alejada de costumbrismos y tradiciones. Tras el primer anuncio de la fe, decidían cambiar de vida, seguir a Jesucristo y formar parte de su Iglesia recibiendo las aguas del bautismo de manos del obispo en la vigilia pascual. Sacramento que junto con la confirmación y la eucaristía completaba en ellos su iniciación cristiana.

 

Aquella imagen primitiva fue dando paso a partir del siglo V-VI a la difundida práctica del bautismo de niños, alentada sobre todo por la cristianización de la sociedad y un mayor conocimiento de la teología del pecado original y la necesidad del bautismo para el perdón de aquel pecado heredado de nuestros primeros padres. Así, en una Europa culturalmente cristiana, el bautismo de sus hijos pequeños era una opción prioritaria de los padres, hecho difundido y habitual  hasta no hace demasiado tiempo. Hoy, sin embargo, en una sociedad postcristiana, cada vez son más los padres que deciden no bautizar a sus hijos haciendo que, en un futuro no muy lejano, la práctica del bautismo de adultos pueda volver a ser habitual en las Iglesias de Occidente. De hecho, un reciente estudio realizado en las ciudades de Burgos, Aranda de Duero y Miranda de Ebro demuestra que, cerca del 40% de hijos de padres bautizados no son conducidos a las aguas del bautismo.

 

Cifras que demuestran un descenso claro en la vinculación de la sociedad con la práctica religiosa. De ahí que desde hace algunos años, un equipo de la diócesis de Burgos está sensibilizando a las parroquias sobre la actual tendencia y animando a ofrecer la posibilidad del bautismo a los adultos, a la vez que les ofrecen el acompañamiento, el respaldo y la formación necesaria para lograr este objetivo. Así, el Servicio del catecumenado de adultos surgió como una iniciativa del anterior arzobispo, don Francisco Gil Hellín, y como un deseo diocesano de responder a la actual situación de tantos niños y adultos que hoy en día no están bautizados. Un equipo de seis personas se reúne cada quince días para determinar actuaciones y lanzar proyectos. Jesús Coloma, su presidente, revela que la intención del equipo es que la gente pueda «disfrutar de la alegría de ser hijo de Dios». Para ello, «solo es necesario bautizarse y, a partir de ahí, amar y dejarse amar». Ser hijo de Dios por el bautismo «lleva a la felicidad eterna», tal como subraya.

 

Para Coloma, «nunca es demasiado tarde» para recibir el bautismo. «En la actualidad más de la mitad de las personas que nacen se bautizan, lo cual quiere decir que ya hay un buen camino recorrido». Pero, a pesar de ello, sus esfuerzos no se apagan y desean que sean muchos más los que reciban el sacramento. De ahí que hayan puesto en marcha el «Proyecto 2025», una iniciativa cuyo objetivo es implantar en la mayor parte de parroquias de las parroquias de Burgos, Miranda y Aranda y, en la medida de lo posible, de las parroquias que son cabeceras de comarca de la provincia, catecumenados de niños de 7 a 14 años que se preparan para recibir los sacramentos de iniciación «con una visión que va más allá de la celebración de la ceremonia», es decir, con la misión de «formar cristianos que se encuentran personalmente con Cristo, piden los sacramentos y, a partir del bautismo, vivan como verdaderos cristianos».

 

De momento, la iniciativa se ha puesto en marcha en las parroquias de San Cosme y San Damián y el Hermano San Rafael y se pretende que, antes de 2025, el proyecto pueda estar presente en la mayoría de las parroquias. «En la actualidad estamos trabajando en dar a conocer la situación actual y concienciar a la comunidad de la necesidad de que todos, cada uno con sus posibilidades, debemos responder al encargo evangélico de ir y anunciar la Buena Nueva» para que llegue a oídos de todos la posibilidad de recibir el bautismo aunque ya sean adultos. Para las parroquias donde está instaurado el programa, «es un auténtico revulsivo y les anima saber que la idea es trabajar juntos, parroquia y catecumenado, para realizar la labor de evangelización». Tal es la ilusión y la necesidad, que las 29 comunidades contemplativas de la diócesis están rezando también por el proyecto.

 

La tarea no es fácil, y son conscientes de que los frutos «se verán a lo largo del tiempo y es posible que algunos de nosotros no los lleguemos a ver. Pese a todo, estamos convencidos de que los resultados llegarán porque sabemos que Dios tiene un proyecto de salvación que incluye a todos los hombres de todos los tiempos».

Nueva evangelización

Lejos de que las cifras lleven al pesimismo, más bien suponen un revulsivo que Coloma y su equipo se afanan en llevar adelante, sin dejar de animar a todos a anunciar el mensaje del evangelio. Son conscientes de que es necesaria una nueva evangelización que lleve a Jesús al corazón de cada persona, aunque cueste y haya que abandonar comodidades: «Es difícil que la gente dé un paso al frente por su propia iniciativa y que olvide tradicionalismos y tradiciones; pero es seguro que todos tienen en la memoria las palabras del Papa, cuando dice que hay que salir a las periferias; hoy las periferias son todo lo que hay a nuestro alrededor. De hecho, es muy rara la persona que no tiene cerca de sí algún familiar, algún amigo, algún compañero que no ha recibido el bautismo, posiblemente por abandono o, quizás, porque nadie le ha hablado del amor de Dios». Su tarea es, y seguirá siendo, lanzar este mensaje para que sean cada vez más las personas que «vivan la alegría de ser hijos de Dios por el bautismo».

Ser padres hoy

por administrador,

 

La semana pasada confluían varias celebraciones y me gustaría abordar alguna de ellas en este mensaje semanal que me sirve de diálogo con todos vosotros. En torno a la fiesta de San José se celebraba el Día del Padre que, prescindiendo de las connotaciones comerciales de nuestra sociedad consumista, nos sirve para reflexionar sobre la figura del padre como elemento imprescindible de una familia. Además, precisamente en esta semana se celebraba el primer aniversario de la publicación de la Exhortación Pastoral «Amoris Laetitia» que el Papa Francisco dirigía a todas las familias. Y me alegró mucho que las jornadas anuales que organiza el Arciprestazgo de Miranda, dedicaran esas sesiones de formación y reflexión a la temática de la familia desde el horizonte de este precioso documento del que hoy quiero releer con vosotros alguno de sus puntos.

 

El Papa Francisco aborda la figura del padre en algunos números de esta Exhortación. Y lo hace combinando las dos notas que me parecen claves en el documento: por una parte el realismo y, por otra parte, la esperanza. En cuanto al primer aspecto, escribe el Papa: «Se dice que nuestra sociedad, es una sociedad sin padre», especialmente en nuestra cultura occidental, donde la figura del padre «estaría simbólicamente ausente, desviada, desvanecida» (AL 176). En el pasado, pudo darse en algunos casos el autoritarismo; pero el problema de nuestros días no parece ser ya tanto la presencia impositiva del padre, sino más bien el hecho de no estar presente; una ausencia que puede ser física, afectiva, efectiva, espiritual…, con enormes consecuencias en todo caso  para la vida familiar, la educación de los hijos y su integración en la sociedad.

 

Dicha ausencia tiene sin duda muchas causas: Algunas insalvables o muy dolorosas porque afectan al núcleo del matrimonio, en tantas ocasiones roto o dañado. Otras obedecen a los modelos sociales y económicos que hoy imperan y que es preciso transformar, especialmente en lo que tienen de injusticia. Me refiero a los ritmos con los que a menudo vivimos la vida actual, y lo complicada que es hoy la vida laboral, caracterizada por tanta precariedad, que impide disfrutar con calidad humana de unas óptimas relaciones familiares. Ciertamente son enormes las repercusiones que existen entre estas dos realidades fundamentales en la vida de una persona: el trabajo y la familia.

 

También existen otra serie de razones de carácter más personal y que dependen de formas de vivir la propia paternidad. El padre está en ocasiones tan concentrado en sí mismo y en su trabajo, y a veces en sus propias realizaciones individuales, que no atiende debidamente a su familia. La presencia paterna, y por tanto su autoridad, se ve afectada también por el tiempo cada vez mayor que hoy en día se dedica a los medios de comunicación y a la tecnología de la distracción» (AL 176).

 

Pero frente a esta problemática que cada día podemos ver en nuestros hogares, la Exhortación Pastoral, como os decía al comienzo, nos ofrece otra nota de esperanza. Así lo describe el Papa Francisco de una manera clara y sencilla, que puede servir como hermoso examen de conciencia: «Dios pone al padre en la familia para compartir todo: alegrías y dolores, cansancios y esperanzas; para que sea cercano a los hijos en su crecimiento…, porque los hijos necesitan encontrar siempre un padre que los espera…» Es el evangelio de la familia donde el padre toma el protagonismo que nadie le puede usurpar. Y así lo vemos en el testimonio de tantos padres abnegados que saben estar con sus hijos el tiempo suficiente, a pesar de los cansancios. Con padres que apuestan por la educación de sus hijos y son para ellos un referente en cuanto a valores, criterios de discernimiento, estilos de vida. Con padres que ayudan, escuchan, acompañan, aman y se entregan a sus hijos, no dándoles cosas, sino dándose a sí mismos (AL 177).

 

A todos ellos les felicito y les animo a fijarse en San José, modelo e intercesor de todos los padres. Sean como él para sus hijos: custodios de su crecimiento, de su camino, de su vida. Y con esta cercanía serán sus verdaderos educadores. Que San José los bendiga y los acompañe.

El Via Crucis, un canto a la vida

por administrador,

 

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Realidades como el aborto, los problemas familiares, los ancianos, los excluidos, los parados, las víctimas de la droga, de la trata, los refugiados, los inmigrantes, los hambrientos o los enfermos han dado cuerpo al Via Crucis del Amor a la Vida que esta tarde se ha desarrollado a los pies de la catedral. Coordinado por la delegación diocesana de Familia y Vida, el acto se enmarcaba en la jornada por la vida que celebra la Iglesia española en la solemnidad de la Encarnación del Señor.

 

Para Jorge Lara, uno de los delegados diocesanos de Familia y Vida, el Via Crucis ha supuesto una «experiencia de comunión de la Iglesia burgalesa en defensa de la dignidad de la vida en todos los momentos y circunstancias de su desarrollo, pues ha conllevado un trabajo conjunto de diversas realidades de la diócesis». En efecto, han sido las delegaciones, movimientos y religiosos los encargados de desarrollar las meditaciones siguiendo los textos de la exhortación del papa Francisco «Amoris Laetitia». En el acto de piedad han participado numerosas personas, entre las que también se encontraba el arzobispo, don Fidel Herráez.

 

Desde esta delegación se resalta que «el camino de la vida no está exento de sufrimientos, de dolor, de injusticias, de problemas». De ahí que en este Via Crucis se haya celebrado que «Jesús carga con todo ello, se hace solidario de esos sufrimientos y les da un sentido salvífico». Comentan que cada estación estará acompañada de una meditación sobre distintas realidades dramáticas de nuestro mundo, con la esperanza puesta en la resurrección y en el caminar de la Iglesia. «El amor puede asumir y trascender los sufrimientos inevitables pero puede superar e incluso eliminar otros que son fruto de esa falta de amor en nuestro mundo», señalan.

24 horas para el Señor

El Via Crucis ha dado paso a la iniciativa de las «24 horas para el Señor», con la que cinco templos de la diócesis estarán abiertos de forma ininterrumpida hasta la tarde de mañana para la adoración eucarística y la posibilidad de confesión sacramental de los fieles. Los templos escogidos para esta ocasión son: Santa María de Aranda de Duero y San Nicolás de Bari de Miranda de Ebro, mientras que en Burgos ciudad la iniciativa se desarrolla en las parroquias de San José Obrero, la Sagrada Familia y San Pablo Apóstol. Cada uno de los lugares escogidos se encargará de organizar actos comunes y distribuir las horas de adoración eucarística, mientras que los sacerdotes de cada arciprestazgo se coordinarán para no dejar ningún momento desatendido el confesionario.

Más: descargar el folleto con las meditaciones

2017 03 24 viernes: resumen de prensa

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Sociedad

La Fundación Caja Rural de Burgos entregó ayer los galardones de sus II Premios por Encima del Valor:

Cultura

El domingo y el lunes se rodarán diversas escenas de la película «Red de libertad» en Burgos:

Villangómez busca ayudas para reconstruir su iglesia

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Aspecto de la iglesia el día del derrumbe.

 

La fatídica noche del 3 de febrero pasado, parte de la iglesia de Villangómez sufrió un fuerte envite de rachas de viento. La espadaña, los campanillos, unos 40 metros del tejado, la cuarta bóveda y el coro se desplomaron. Para los habitantes de Villangómez, se ha ido una parte muy importante de sus vidas, ya que para ellos la iglesia es un lugar de celebraciones y fiestas a lo largo de la historia, un símbolo del pueblo.

 

Desde entonces, se trata de hacer todo lo posible por levantarla de nuevo, pero la reconstrucción conlleva un elevado esfuerzo humano y coste económico. Sin perder tiempo, se están realizando los proyectos y presupuestos de la obra y las gestiones precisas ante las instituciones para recabar su ayuda.

 

Según explica Fernando García Cadiñanos, vicario general de la diócesis, es complicado recurrir a la ayuda institucional: «Por el momento, la diócesis se ha puesto en contacto con Diputación y la Junta de Castilla y León. La  Diputación ha remitido al conocido como Convenio de las Goteras para que desde este se pueda empezar a avanzar en la restauración. Por su parte, la Junta de Castilla y León ve más dificultad la colaboración con esta causa, ya que no tiene competencias, y aunque a través de la Consejería de Fomento están en conversaciones con la diócesis para ver si pueden echar una mano, los obstáculos están presentes y es poco probable que pueda darse una colaboración».

 

A día de hoy se ha hecho la limpieza y el desescombro. «Ahora se está procediendo a la instalación de andamios, y en una primera fase se va a colocar la cubierta. Y para eso, el presupuesto está en torno a 18.000 euros. Después habría que hacer el proyecto, cuya estimación no está concretada todavía, ya que es una cantidad grande y la obra durará unos años. El obispado va a aportar 13.000, también se contará con la aportación del seguro, pero no son suficientes recursos  para acometer la obra entera. Solo con nuestros recursos, tanto del ayuntamiento, como de la diócesis y la parroquia, son insuficientes».

 

Y con idea de recabar suficientes fondos para la reconstrucción, se han facilitado dos cuentas bancarias para la entrega de donativos. Donativos que podrán además desgravarse a la hora de hacer la declaración de la renta ante Hacienda, en caso de que esa sea la voluntad del donante.

 

La Caixa: ES31 2100 1369 3201 0005 8833

Ibercaja: ES88 2085 4864 2803 3071 4312