Sacerdote en tierra de misión: «Yo no soy la locomotora que tiene que tirar de la parroquia, soy un vagón más»

por redaccion,

 

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Adoración Alcalde Palacios es Hija de la Caridad y enfermera matrona. Lleva 43 años en Extremo Oriente y ha tenido que vivir tres guerras, en las que ha compartido el sufrimiento, la destrucción y el dolor de muchas familias. Dorita, que así la llaman familiarmente, regresó hace tres años de Nazaret, en cuyo hospital, con 433 empleados y 150 camas, «hubo y hay una unidad entre las tres religiones, cristiana, judía y musulmana, y también entre los enfermos y los profesionales», asegura.

 

Ella es una de los 538 burgaleses que se encuentran en tierra de misión, aunque matiza que «todos somos misioneros». Cuenta la religiosa que ha tenido «la suerte o el privilegio de estar cinco años en Beirut, donde se encuentra la casa provincial de su congregación, que tiene misiones en Siria, Irán, Beirut, Tierra Santa y Egipto. Vivió en Irán la Guerra del Golfo y su existencia «ha sido bastante dura, en la que el Señor me ha fortalecido». «He visto la mano y la providencia de Dios en tantas dificultades como hemos vivido; en las tres guerras que he tenido que vivir he compartido el sufrimiento, la destrucción de muchas familias». Quizá los momentos más difíciles los vivió en Nazaret, en la guerra del Líbano, cuando un proyectil impactó al lado del hospital en el que prestaba sus servicios.  En el centro sanitario, con 150 camas, trabajan 433 empleados judíos, musulmanes y cristianos y en esos momentos tan difíciles experimentó la unidad de las tres religiones («no distinguimos», subraya).

 

«Lo mejor que tiene África es la gente»

 

Gabriel Rodríguez Arredondo es otro de los misioneros burgaleses que este año ponen voz al Domund. Relata que sintió «el gusanillo misionero» de pequeño, con los combonianos. Entró en el Seminario con 11 años y la idea de ser misionero fue madurando poco a poco. Después de cinco años en Sedano pidió al Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) ir donde fuera necesario y en 2005, con 31 años, Un hermano suyo había marchado antes a Tailandia, desde donde contaba la dificultad para entrar en la cultura asiática.

 

«Lo mejor que tiene África es la gente», mantiene el sacerdote. «Me sentí como en casa. La gente es maravillosa y la acepté como mi nueva familia» Actualmente está en una parroquia en el «África profunda», si bien está cambiando vertiginosamente. «Nos tocó aprender el idioma local para llegar al corazón de las gentes, es valorar lo suyo y su riqueza». Su labor allí toca varias esferas, pero cuentan con «el milagro de que tenemos gente muy comprometida; en Burgos el cura era el factotum, en África es todo lo contrario; no soy la locomotora que tiene que tirar de la parroquia, soy un vagón más». Gabriel destaca la vitalidad de los laicos, «uno de los grandes aportes que nos pueden enseñar a caminar y compartir», y la labor de Cáritas o Manos Unidas. «No se trata de hacerlos dependientes sino de caminar juntos», matiza.

 

Burgos, la segunda diócesis más generosa de la Comunidad

A pesar de que ha habido altibajos y en los últimos años la colaboración ha bajado un poco desde que comenzó la pandemia, España es, a nivel mundial, el país que más ayuda económicamente a las misiones, y Burgos es la segunda diócesis castellanoleonesa más generosa, después de Valladolid. Por otra parte, la Iglesia está cambiando mucho (menos vocaciones, envejecimiento) pero en los países de misión las vocaciones van a más, según ha explicado el delegado diocesano de Misiones, Ramón Delgado. «El sentirnos enviados e interpelados por nuestra fe es lo que nos hace comprometernos más», asevera. Según señala Delgado, ha habido poco relevo generacional, pero el objetivo, «sembrar Iglesia allí donde vamos», está cumplido.