Amasando pan del cielo

Las religiosas cistercienses del monasterio de San Bernardo de Burgos -conocidas popularmente como las "Bernardas"- se encargan de realizar en su modesto obrador las formas que se consagran en las misas de media diócesis. Hoy conocemos el duro trabajo que hay detrás de cada forma.

 

monjas formas burgosSon las 9:30 de la mañana y las máquinas empiezan a funcionar. Tres días a la semana, seis de las trece hermanas que componen la comunidad cisterciense del monasterio de san Bernardo de Burgos, se afanan en amasar la harina que se convertirá en el cuerpo de Cristo en las eucaristías de más de media diócesis. No recuerdan desde cuándo realizan este trabajo -“lo hacemos desde siempre”, asegura la hermana María del Mar-; primero en su antiguo monasterio en la calle Calzadas de Burgos y, ahora, en el moderno edificio que ocupan en la calle de los Pisones desde 1973.

 

Pocos se imaginan la labor que hay detrás de este modesto obrador, que es capaz de producir 55.000 formas cada día de trabajo. Bastan dos ingredientes básicos: agua y harina. Después, la mano y el buen hacer de estas religiosas -que ven en este oficio “un modo de servir a la Iglesia” y cumplir con el lema de su tradición benedictina de “orar y trabajar”- hacen el resto. Una vez mezclados el agua y la harina, se cuecen en una máquina especial creada para ellas en 1987. Después, la masa cocida se deja secar de dos a tres días, para pasar después a una sala humidificadora que “ablanda” la masa para poderla cortar y evitar que se desmigaje. Una vez cortada con la ayuda de unas máquinas especiales, las formas recortadas se dejan secar de nuevo, se pesan y se empaquetan con mimo. Su destino, las parroquias de la diócesis de Burgos y de otras vecinas, así como la de otros monasterios de España, donde “el sacerdote las convertirá en el cuerpo de Cristo”, comentan con una gran sonrisa.

 

Para ellas, la elección de este modesto trabajo “no es una opción por cuestiones prácticas y mucho menos remunerativas”. Lo hacen, aseguran, “por amor a la Iglesia”. Sea como fuere, desde este pequeño monasterio de la capital, unas religiosas seguirán trabajando para hacer que la eucaristía sea el sacramento que fomente la unidad de todos los cristianos de la diócesis.

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