Manifiesto diocesano en el marco del Año de la Misericordia

Reproducimos a continuación el comunicado que el arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, ha leído en el gesto público con motivo del Año de la Misericordia, en el que se recogen las aportaciones presentadas por distintas parroquias, comunidades cristianas y movimientos apostólicos de la diócesis.

 

Las parroquias, comunidades cristianas y movimientos apostólicos de nuestra diócesis han reflexionado de modos diversos  durante los meses pasados sobre la misericordia y sus exigencias para la vida comunitaria y para el testimonio en nuestra sociedad. En sus aportaciones dominan algunas constantes que merecen ser destacadas de modo público como expresión de lo que está significando este Año jubilar en nuestra diócesis.

 

Ante todo la acogida gozosa del sorprendente modo de actuar del Padre, tal como se ha manifestado en Jesús, que muestra su amor incansable, que no tiene en cuenta nuestras faltas y debilidades, que se conmueve en sus entrañas al ver el sufrimiento de sus hijos más débiles y las incomprensiones entre los seguidores de los discípulos de su Hijo; en esa lógica se han hecho más conscientes de que debemos ser misericordiosos como el Padre es misericordioso.

 

Reconocen y valoran positivamente los gestos de acogida y de misericordia que se realizan en acciones concretas: las visitas a centros asistenciales, la generosidad en las colectas en favor de los más necesitados, el esfuerzo generoso de los voluntarios, la apertura de los propios espacios para convivencias y reuniones… Alaban de modo especial las iniciativas de entidades y colectivos que trabajan por crear o fomentar la amistad y la reconciliación, la amistad y el encuentro, la apertura a los diferentes… Asimismo mencionan con reconocimiento de modo especial Caritas, Albergue para transeúntes, la Casa de acogida San Vicente de Paúl, Manos Unidas…

 

Consideran que, en líneas generales, nuestra Iglesia es de acogida y de puertas abiertas, aunque a veces se hace de prisa y sin la suficiente escucha, por lo que los gestos y acciones no son suficientemente significativos y organizados.

 

Reconocen que, tanto a nivel personal como comunitario, cuesta olvidar y perdonar las ofensas de los otros, superar los prejuicios y las incomprensiones, establecer actitudes reales de colaboración en un proyecto común, celebrar con más frecuencia y espíritu comunitario el sacramento de la reconciliación…

 

El discernimiento realizado ha hecho crecer la conciencia de ser testigos de misericordia ante las situaciones a las que podemos llegar desde nuestra vida eclesial: acercarse a las familias en dificultades por su falta de armonía o porque no puedan llegar con holgura a fin de mes, a los jóvenes que se resignan ante un futuro negro, a las mujeres maltratadas, a los inmigrantes marginados e incomprendidos, a los niños que no encuentran cariño en su entorno más inmediato…

 

Atención especial se ha dedicado  al sacramento del perdón, pues nos permite experimentar el perdón de Dios y nos hace más  capaces de perdonar con mayor generosidad… Por ello se ha profundizado en la importancia de la oración para cultivar el encuentro personal con el Padre misericordioso de modo que nos haga más misericordiosos en los comportamientos concretos. Se reconoce la rutina con la que nos acercamos al sacramento y se pide que se dé más importancia y relieve al momento penitencial de la celebración eucarística.

 

Para toda la Iglesia diocesana se pide una mayor participación y compromiso en las acciones que suponen un acercamiento a todos los necesitados, a quienes se encuentran en las diversas periferias de nuestra sociedad, y asimismo un mayor ejercicio de comunión y de encuentro entre todos los que está participando activamente en la vida pastoral.

 

Damos gracias a Dios  por las actitudes y gestos de misericordia que, con su ayuda, se van  dando en nuestra diócesis en este año Jubilar. Y pedimos su gracia para seguir avanzando en aquello que necesita mayor participación y compromiso por nuestra parte. Que Él ponga en nuestros corazones los mismos sentimientos compasivos y misericordiosos de su Hijo Jesús.

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