«Nada debe parar la misericordia, ni las rejas ni las celdas»
Este nuevo curso, la pastoral penitenciaria arranca con un nuevo delegado, Fermín Ángel González, quien anteriormente estaba involucrado en el secretariado diocesano de pastoral gitana. Ante la fiesta de Nuestra Señora de la Merced –patrona de los centros penitenciarios- que se celebró ayer, explica en qué consiste y cómo encara esta nueva etapa.
– ¿Cómo afrontas el hacerte cargo de la pastoral penitenciaria?
Estoy leyendo estos días sobre esa realidad de los privados de libertad y el camino recorrido por el Pueblo de Dios que se ha esforzado en aprovechar ese tiempo, que parece que se detiene en nuestra mente, para acompañarles en todas las facetas de sus vidas desde el Evangelio y hacia la libertad desde la justicia. Y así es como aparece nombrada esta pastoral en algunas diócesis, «pastoral de justicia y libertad», algo que entronca con la manera de acercarse Dios a los hombres, desde la misericordia. Pienso que por ahí tendremos que caminar.
Lo afronto con humildad y sabiendo que cada persona tenemos que resolver nuestros conflictos sin violencia. Sin sufrirla y sin infringirla de ningún modo. Que yo no sufra quiere decir que nadie tiene que sufrir tampoco. Tengo paciencia hasta que me sitúe con todo conocimiento en el tiempo y en ese espacio. Lo decía Francisco en la E.G. 223, que «darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en los sociedad en involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán».
– ¿Contabas con algo de experiencia previa?
Hace muchos años entré en contacto con algunos de ellos a través de charlas de motivación para el autoempleo, y porque había chavales en nuestros proyectos y programas que se encontraban privados de libertad, pero por lo que he ido viendo, poco tiene que ver la realidad de los internos de hoy con la de entonces. Y diferente el modo en que me acercaba entonces y cómo lo haré ahora.
De lo que tengo un poco más idea es de la grandeza y la inviolabilidad de la libertad de cada persona y, por ello, lo duro que tiene que ser perderla, aunque sea temporalmente. Más si no ves el modo y el momento de recuperarla. O si su ausencia te coloca ante una indefensión total que te impida plantear, comprender o afrontar el presente con lucidez y esperanza..
– ¿Hay algo que hayas descubierto en esta pastoral, una realidad que antes no conocieras?
No puedo hablar de esto aún, porque es evidente que no se puede hablar sin escuchar y que hay que escuchar mucho y sin juzgar y sin presuponer. Estamos muy acostumbrados a colgar trajes a cualquiera, pero hay que dejar a cada uno que diga su palabra. Hay que dejar hablar y recibir para entender y comprender. Y hay que tomar más conciencia de que nada de lo del otro me es ajeno. Tampoco de los privados de libertad por cualquier causa.
Estoy oyendo y leyendo que hay problemas con la sanidad, con la educación, los traslados, alejados de sus familias o entornos, falta de medios materiales, económicos, personales, judiciales, asistenciales… Pero lo tengo todo por descubrir.
– ¿Te apoyas en voluntarios?
Claro, aquí menos que en ningún área, se puede trabajar solo. El grupo y la comunidad (en todas sus esferas)son apoyos de gran fortaleza y siempre con la posibilidad de sumarse a la tarea de la esperanza y la alegría, Hay un buen equipo de voluntarios y vamos a tratar de ampliarle y diversificar la presencia.
Tenemos que lograr sensibilizar a nuestra gente más joven y a nuestras parroquias de que los privados de libertad son nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros. .. y que no podemos ignorar su estancia en ese centro, porque tienen que volver de nuevo a estrenar libertad y a trabajar a nuestro lado para construir una sociedad más igualitaria. No podemos prescindir de nadie y hay que acompañar y hacer fructífero este tiempo. Intentaremos involucrar a cuanta más gente podamos y a darles la formación y los medios necesarios para realizar ese acompañamiento. Ahí contamos con la diócesis, que nos encomienda esta tarea y de forma más cercana con Cáritas cuyos programas se entretejen con esta misión.
Además la delegación suma a Jesús Maria Álvarez Martínez (Chusma), párroco de la Barriada Yagüe, a la que pertenece el centro, y que es también capellán, desde el barrio y trabajando en la universidad. Dos pilares para la conexión con la realidad exterior de la que no podemos alejarnos, ya que el proyecto es volver. Y seguiremos contando con Pepe (el anterior capellán de la cárcel), con Enrique, con Daniel y con todos los que se sumen o ya están acompañando en el piso de acogida o desde las parroquias.
– ¿Con qué necesidades se presentan los internos ante ti?
La necesidad y la esperanza de un preso es su liberación. Esa es la necesidad primera, porque de eso se le ha privado, de la libertad. Y a partir de ahí devienen una serie de situaciones que descolocan todo lo demás: la familia, los amigos, el trabajo, la economía, el propio proyecto, la alegría y las pequeñas cosas de cada día que dentro son grandes, abismales y pesadísimas como castillos. Y se trastoca todo hasta perjudicar seriamente a la persona.
Pero para eso vino Jesús, para recordarnos el amor del Padre y para anunciar la salvación a los pobres, la liberación a los presos y a los afligidos el consuelo. Debemos entender que nada debe parar esa misericordia, otra de las necesidades de todos nosotros y de ellos. Y nada debe detenerla, ni las rejas, ni las celdas de aislamiento, ni nuestra mente que a veces nos juega malas pasadas cuando no dejamos vencer por el miedo, la impotencia, la rabia, el dolor, el odio. Tendremos que ser capaces de llevar esa misericordia a su corazón.