Fiesta de san Bernardo

Monasterio cisterciense de San Bernardo – 20 agosto 2013

Estamos celebrando la fiesta de San Bernardo, una lumbrera que Dios ha querido no solo para iluminar su siglo sino para que continúe siendo faro de orientación para tantas generaciones y concretamente y especialmente a través de sus hijos e hijas. Los monasterios que se inspiran en este hombre santo son un foco que irradian luz y santidad para todos los cristianos. Por ello a cada uno de nosotros, en nuestra propia vocación, le alegra tener estos oasis de oración y de atención para que no nos perdamos en las cosas transitorias del mundo. Esas cosas que son rectas y en las que se puede servir a Dios con tal de que 1 sea la perla preciosa y no la pospongamos a ninguna otra realidad por bella y grande que sea. Porque si una realidad buena en sí se desordena, entonces está desviando nuestro corazón del camino de Dios. Por ello podemos repasar la biografía de san Bernardo pero como recuerdo porque tanto como quienes sois hijas la conocéis mejor que yo como tantos de ustedes que año tras año acuden a esta celebración de su festividad y han oído y recordado tantos de esos aspectos esenciales de su vida.

Todo comenzó en su vida santa por una visión en un sueño que cambió del todo su presente y futuro. Mientras asistía en Navidad a los actos litúrgicos se quedó dormido y se le apareció el Niño Jesús en Belén en brazos de María. Esta se lo ofrecía para que le amara y le hiciera amar por los demás. Bernardo tomó la resolución de irse a la Abadía de monjes de Císter y pidió ser admitido. Su abad lo aceptó con gran alegría.

Pero en el entorno familiar, se encontró con la oposición de todos. Los amigos le decían que hacerse monje suponía desperdiciar su vida y perder grandes posibilidades de futuro. La familia no aceptaba esta vocación de ninguna manera. Bernardo, sin embargo fue razonándoles con tanta serenidad y unción la vida religiosa, que no sólo logró convencerles de su idea, sino que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y a treinta compañeros de la nobleza. Más tarde entrarían también su hermana Humbelina y su cuñado. Más aún, tras la muerte de su madre, también entró en el convento su padre.

Pero, ¿quién era San Bernardo? Para ello acudimos a las crónicas de la vida de Bernardo de Claraval. Sabemos bien, por ellas, de la importancia de este hombre en la Europa del siglo XII, como fundador del Monasterio de Claraval y gran impulsor y propagador de la Orden Cisterciense. Era hijo de los señores del Castillo Fontaines-les-Dijon. Había sido educado, junto con sus siete hermanos como correspondía a la nobleza, y había recibido una excelente formación humanista, especialmente en latín, literatura y religión. No obstante, durante su primera juventud se enfrió su fervor y se inclinó hacia una vida frívola y mundana. Pero las amistades del mundo, con todo, por más atractivas y brillantes que fuesen, no llenaban su corazón, sino que lo dejaban vacío y lleno de hastío.

En la historia de la Iglesia no es fácil encontrar una persona a la que Dios haya dotado de tanto poder de atracción para llevar gente a la vida religiosa. Las muchachas no deseaban que sus pretendientes hablasen con el santo. En las Universidades, en los campos, en las ciudades y en los pueblos los jóvenes conocieron la fuerza atractiva y la elocuencia de san Bernardo y se iban en tropel a los monasterios, electrizados por su palabra. Baste decir que durante su vida fundó más de trescientos monasterios y con su apostolado consiguió que novecientos monjes hicieran la profesión religiosa.

Deseaba vivamente gozar de la paz de su monasterio, dedicado a la oración, a la meditación y al trabajo. Sin embargo, el Papa, los obispos y los gobernantes le pedían constantemente que les ayudase y, no obstante su débil salud, recorrió toda Europa, poniendo paz entre los pueblos enfrentados, erradicando las herejías y desenmascarando errores.

2. Pero san Bernardo ha pasado a la historia de la Iglesia, sobre todo, como un gran enamorado de la Virgen. A él debemos las últimas palabras de la Salve: «oh clementísimima, oh piadosa, oh dulce Virgen María». Y también esa otra oración que hemos rezado y seguirán rezando millones de personas y que delata la fineza del corazón de Bernardo en su amor a María: «Acordaos, oh piadosísima Virgen María..». Era tal su amor a la Madre de Dios, que cuando pasaba delante de una imagen de María le decía siempre: «Dios te salve, María». Cuentan que un día la imagen le contestó: «Dios te salve, hijo mío Bernardo».

Recuerdo que estando en el seminario cuando durante el mes de mayo se hacía el ejercicio de las flores a María, relatábamos algunos escritos de Santos Padres que hoy siguen resonando en mi memoria y que ciertamente habremos escuchado tantos de nosotros:

«Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira la Estrella, invoca a María».

«Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira la Estrella, invoca a María».

«Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del Cielo y rézale a la Madre de Dios».

«Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola, no te desesperarás. Y guiado por Ella, llegarás seguramente al Puerto Celestial».

Son frases bien conocidas que llevan esa impronta del santo.

3. Queridos hermanos: san Bernardo no es una figura del pasado. Tiene en la Iglesia una enorme actualidad, especialmente en Europa que, engreída y soberbia, no quiere ser consciente del patrimonio que la ha hecho grande por reconocer la dignidad de toda persona, libre, con la libertad de los hijos de Dios, y esperanzada, con una seguridad que supera la muerte.

De él hemos de aprender el celo apostólico, en este momento en el que el Papa nos estimula a que cada uno de nosotros seamos y vivamos con una fe verdaderamente activa que trata de dilatarse y que trata de rejuvenecerse viviendo activamente nuestra vida, cualquiera que sea, con esa comunión con Dios y esa comunión en sociedad eclesial entre los hermanos. Vosotras, queridas hermanas, también estáis convocadas a esta gran tarea. Vuestra aportación de contemplativas es esencial para que los que estamos en esa tarea directa, no corramos en vano y sepamos acercar las almas a Jesucristo.

4. San Bernardo es también muy actual en lo que respecta a su devoción a la Virgen. Los cristianos de hoy y en concreto los cristianos de Burgos hemos de acudir a María con una especial insistencia y confianza. Me alegra constatar, por ejemplo, que va creciendo la celebración de la novena de la Patrona de la Diócesis Santa María la Mayor, y que este año las naves de la catedral estaban bastante repletas. Todavía cabe más gente y esperemos que Burgos responda con generosidad a esta devoción a la Madre de Dios. San Bernardo nos incita. Con ello no queremos anular otras advocaciones marianas, todo lo contrario, nuestra condición de hijos de Dios, hermanos de Cristo, nos debe llevar al amor a la Madre. Es la Virgen Santa María, cualquiera que sea el título, porque el título es solamente como esa modalidad concreta que nos agrada en un lugar determinado de nuestra geografía. Igual que nos puede agradar más una foto de nuestra madre porque irradia juventud o porque demuestra madurez, el que sea la Virgen de los Llanos o la Virgen Blanca o la de Begoña o la de cualquiera que veneramos en nuestros pueblos lo importante es que nuestro corazón palpite cuando, por ejemplo, en un lugar concreto, estamos celebrando las fiestas principales de la Madre.

Siguiendo la indicación de San Bernardo miremos a la Estrella de la nueva evangelización e invoquemos a María. Y, pues jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a su protección, implorando su auxilio y reclamando su socorro, haya sido desamparado, pidámosle con insistencia por aquellas preocupaciones que llevamos en el corazón pero también para que la Iglesia hoy sepa responder a los retos de esta evangelización que el Papa quiere y que la Iglesia necesita para recuperar a tantos hermanos nuestros que pueden estar un tanto adormecidos teniendo en su corazón esa semilla que ellos acogieron en el bautismo y que las circunstancias han podido hacer que no se despierte y crezca especialmente y con nuestro estímulo, con nuestra ayuda y nuestra invocación a María puedan resurgir.

Comentarios

Se el primero en publicar un comentario.

Danos tu opinión