Solemnidad de la Asunción de María

por administrador,

Catedral – 15 agosto 2013

1. Celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de María Santísima. Es decir, la glorificación plena de la Virgen. Su presencia en cuerpo y alma en el Cielo. María no conoció la corrupción del sepulcro y, por ello, participa ya corporalmente de la felicidad del Cielo. Es la única criatura que ya ha sido glorificada. Los demás difuntos esperan el día de la resurrección gloriosa al final de los tiempos. También en esto es la primera y la que sobresale por encima de los demás miembros de la Iglesia.

María ha sido glorificada desde el momento de finalizar sus días en la tierra, porque nadie como Ella ha estado tan cerca ni tan vinculada con la Persona y la Obra de su Hijo. De hecho, Ella y sólo Ella le dio la carne que necesitaba para ser verdadero hombre, para ser verdadero sacerdote, para hacerse verdadero sacrificio por los hombres y para resucitar glorioso y triunfador del pecado y de la muerte. Por esta vinculación con el Verbo Encarnado, el cuerpo de María fue un cuerpo santificado en el momento mismo en que se hizo Arca del Tres veces Santo y santificador. Era un cuerpo, por tanto, que no podía conocer la corrupción del sepulcro ni, menos aún, la corrupción de la nada. Ciertamente, como cuerpo de una hija de Adán, necesitaba ser salvado; y lo fue. Pero, a diferencia de las demás criaturas, la mancha corruptora del pecado original no cayó sobre él, pues la sombra de la redención de su Hijo la preservó de ser alcanzada por ese pecado. Por eso, a la vez que fue la primera redimida, fue también la primera glorificada. Ninguna otra criatura fue preservada del pecado original y tampoco ninguna la precedió a la hora de participar de la gloria de la Resurrección del Resucitado. Por eso, es la mujer que no ha podido ser devorada por el dragón infernal; al contrario, ha triunfado plenamente de él, como indican los signos cósmicos con que va adornada: el sol, la luna y las estrellas. Al celebrar hoy la fiesta de la Asunción, demos gracias a Dios por haber glorificado ya en cuerpo y alma a la Madre de su Hijo; y unámonos a los ángeles para alabar a María por esta singularísima gracia.

2. María es la primera hija de Adán que ha sido ya glorificada, pero no será la única. Lo que en Ella ya ha tenido cumplimiento, en nosotros lo tendrá un día, porque también a nosotros nos alcanza plenamente la gloria de su Hijo Resucitado. Su glorificación es garantía de la nuestra. Los que hemos sido redimidos como Ella por su Hijo, seremos también glorificados como Ella. Es sólo cuestión de tiempo. Es verdad que nosotros sí experimentaremos la corrupción del sepulcro y que tendremos que aguardar al final de los tiempos para que nuestra carne sea glorificada. Pero, al fin, todo nuestro yo: el espíritu y el cuerpo, participará de la bienaventuranza eterna. María Asunta es, por tanto, garantía y prenda de nuestra futura resurrección gloriosa. Por eso, es también baluarte inconmovible de nuestra esperanza en una vida que va más allá de la vida biológica de este mundo. De este modo, la Asunción nos sitúa al abrigo de todos los materialismos y positivismos ateos que condenan la existencia humana a la desaparición y a la nada con la muerte. A la vez, también nos libera de todos los espiritualismos y maniqueísmos, pues confiesa que la carne es buena en sí misma y es capaz de ser definitivamente trasformada sin perder su condición.

La Asunción es, por tanto, una verdad de fe que es profundamente humana y profundamente actual. Una verdad que nos llena de optimismo en nuestra peregrinación en esta tierra. A los cristianos no se nos ahorra experimentar el dolor, el desánimo, la tristeza y la soledad, pero sabemos que todo eso forma parte de la trama que nos lleva a la Casa del Padre. María Asunta nos ha precedido, nos señala el final del camino y nos enseña que si somos fieles, llegaremos a la meta. La Asunción es un grito de fe en que es posible la salvación y la felicidad, que va en serio el programa salvador de Dios. Es una respuesta a los pesimistas, que todo lo ven negro y que olvidan que la historia tiene un final feliz. Avivemos, pues, nuestra fe, nuestra esperanza y nuestros deseos de fidelidad.

3. Finalmente, la Asunción de María es una verdad que nos llena de consuelo. Como ha enseñado el Vaticano II, María no interrumpe su maternidad con los hombres tras su ida al Cielo, sino que allí sigue ejerciendo sus funciones maternales por nosotros. Junto a su Hijo, ¡continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora! (LG 62). La historia de nuestro mundo está pasando por momentos de grandes zozobras y peligros. El terrorismo nacional no cesa y el internacional se agudiza; Europa sufre una crisis de identidad sin precedentes; nuestra Patria está amenazada por rupturas y desgarrones de consecuencias imprevisibles; el matrimonio y la familia, florecientes y emblemáticos hasta hace poco, son objeto de intentos desestabilizadores respecto a su misma naturaleza; crece por doquier la ola del hedonismo y del pansexualismo; el hombre occidental, orgulloso de sus conquistas técnicas, sufre el vértigo de prescindir e incluso suplantar al Creador. Ante esta situación hemos de evitar el catastrofismo y la inconsciencia; también la pasividad. Dios espera de nosotros que empeñemos nuestras fuerzas en la construcción de un mundo plenamente humano y de una sociedad en la que reinen la paz, la solidaridad y el respeto a las personas y valores que han hecho grande nuestra historia. Volvamos nuestros ojos a María e imploremos su ayuda de Madre buena y poderosa.

4. Cada vez que participamos en la Eucaristía nos ponemos en contacto y recibimos como alimento el Cuerpo y la Sangre del Resucitado, que nos aseguró: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día». La Eucaristía es la semilla y la garantía de la resurrección gloriosa de nuestros cuerpos al final de los tiempos. La Eucaristía es la senda que nos conduce hacia nuestra glorificación definitiva, como la que ya ha conseguido María, nuestra Madre. Sigamos participando con fe en esta Eucaristía y propongamos no ausentarnos nunca de ella.

«Piedras de la fe»

por administrador,

Cope – 11 agosto 2013

Hace unos días me contaba su experiencia un sacerdote que tiene la costumbre de visitar las iglesias de los pueblos próximos al lugar donde él descansa unos días durante el verano. «La gente se siente orgullosa de su iglesia y te cuentan con entusiasmo las cosas relacionadas con ella». Es lógico, porque aquella iglesia es «suya», es decir, de la comunidad cristiana de aquel pueblo. Quienes han recibido el bautismo y no han renegado públicamente de él y viven allí ahora, son los «dueños» de aquella iglesia, que levantaron, conservaron y trasmitieron.

Esos cristianos la construyeron con esfuerzo, generosidad y, sobre todo, fe. Querían tener un lugar en el que reunirse para la celebración de las fiestas cristianas a lo largo del Año Litúrgico: Navidad, Pascua, Pentecostés, las fiestas de la Virgen y del Patrono, etc. Querían disponer también de un espacio digno para casarse, bautizar a los hijos y celebrar los ritos funerarios. En algunos lugares comenzaron por todo lo alto y levantaron imponentes edificios, que poblaron de retablos e imágenes de gran valor. Con frecuencia, los comienzos fueron más modestos, debiéndose contentar con lo más indispensable, sobre todo, si las poblaciones eran pequeñas. Poco a poco fueron llegando los retablos, las imágenes y los cuadros, fruto de la fe de algunos donantes, que querían cumplir una promesa, agradecer un favor especial o promover la devoción de un santo, o de la Santísima Virgen. Las cofradías fueron muchas veces donantes de imágenes piadosas y artísticas de la Pasión y Muerte del Señor.

Durante siglos, la iglesia ha sido el punto de referencia de la vida del pueblo. Allí se congregaba la gente, domingo tras domingo, para participar en la Santa Misa; allí se celebraba la Cuaresma y la Semana Santa, y las novenas y «meses» que jalonaban el itinerario religioso de aquella comunidad. ¿Quién no recuerda el «mes de mayo» o el «mes de octubre», la novena de ánimas, de la Inmaculada y del Carmen, o el Triduo de San Antonio?

El correr del tiempo dejó también allí su huella: salían goteras, se resquebrajaba una pared, se hundía parte del campanario o del tejado. Fue necesario, además, incorporar las mejoras que imponía el progreso: megafonía, cambio del pavimento, bancos, etc. No importaba, porque allí estaba la comunidad cristiana para hacer su aportación laboral y pecuniaria. Gracias a ello, todas las comunidades cristianas han conservado, mejorado y trasmitido la iglesia que ellas recibieron de sus mayores.

Por eso, se puede decir con toda verdad que esas comunidades han sido piedras de fe en todo el sentido de la palabra. Es decir, ellas mismas han sido las piedras vivas con las que se construye la Iglesia, como comunidad de creyentes en Cristo; y ellas han sido capaces de levantar y mantener vivas las piedras de su iglesia, como expresión de su fe y amor a Dios.

Esta tradición no puede interrumpirse, aunque esas comunidades muchas veces sean pequeñas y hasta minúsculas. Además, la solidaridad reclama compartir, de modo que quienes más poseen ayuden a quienes tienen menos posibilidades.

En este marco, desde hace algunos años celebramos una colecta especial durante el mes de agosto, con el fin de que la comunidad cristiana del pueblo y quienes vienen a pasar unos días al lugar donde tienen las raíces de su fe, puedan hacer una aportación especial para seguir conservando y, cuando sea posible, mejorando el inmenso patrimonio que hemos heredado de quienes han sido nuestros padres en la fe. Esa colecta se celebra, precisamente, hoy, domingo 11 de agosto, bajo el lema «Piedras de la fe».

Ya desde ahora quiero agradecer la generosidad de todos, aunque en muchos casos tenga que expresarse en la forma de la viuda del Evangelio. Dios ve nuestras buenas intenciones y no se dejará ganar en generosidad.

Día del misionero burgalés 2013

por administrador,

El día 16 de Junio, domingo, celebramos EL DÍA DEL MISIONERO BURGALÉS, en toda nuestra Archidiócesis. Este año el acto diocesano tuvo lugar en Gumiel de Izán. La Eucaristía fué presidida por nuestro Sr. Arzobispo Mons. Francisco Gil Hellín, acompañado por misioneros, sacerdotes del Arciprestazgo junto con familiares y amigos de nuestros misioneros y misioneras burgaleses. En este día nos sentimos especialmente unidos y agradecidos a los 884 misioneros y misioneras nacidos a la vida y a la fe en nuestra provincia y diócesis de Burgos y a sus familiares. Ellos, en su evangelizar y compartir la fe en tierras distantes, nos recuerdan, como nos decía el papa Francisco, “ que toda nuestra pastoral tiene que ser en clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía”.
Este año fué la 27 edición del Día del Misionero Burgalés. Tuvo inició el año 1987, y ya se ha celebrado 3 veces en la ciudad de Burgos y los otros 23 años en diferentes pueblos de la provincia: Melgar, San Juan de Ortega, Briviesca, Aranda, Salas de los Infantes, Espinosa de los Monteros, Villadiego, Tardajos, Miranda, Roa, Santibáñez Zarzaguda, Medina de Pomar, Lerma, Belorado, Caleruega, Castrojeriz, Oña, Quintanar de la Sierra Villarcayo, Pradoluengo, Santuario de la Virgen de la Vega (Pedrosa de Valdelucio),Covarrubias y Pancorbo.
Fue un día en que junto a estos hombres y mujeres que desde su vocación cristiana y misionera, movidos por su fe están dando y compartiendo su vida al servicio del Reino de Dios todos los cristianos burgaleses nos sentimos animados a vivir nuestra vocación de ser discípulos misioneros.
Compartimos algunas fotos de este día misionero diocesano.

El miércoles comienza la Novena de la Catedral

por administrador,

Cope – 4 agosto 2013

Desde hace mucho tiempo, el verano de Burgos va unido al 7 y 15 de agosto, días en que comienza y concluye en la Catedral la Novena en honor de Nuestra Señora de la Asunción. Las últimas ediciones han incorporado la novedad de dar protagonismo a las parroquias de la ciudad, asignando cada día de la novena a una de ellas, para que el párroco predicara y los fieles vinieran a participar con fervor y devoción. El año pasado fueron las diversas Congregaciones religiosas las encargadas de glosar los rasgos marianos que tiene cada una de ellas. La respuesta, en ambos casos, ha sido muy positiva.

Este año, que como todos sabemos es el Año de la Fe, el protagonismo lo tendrán los diversos Movimientos apostólicos, Asociaciones y Comunidades eclesiales que existen en la diócesis. Se ha querido con ello darles a conocer mejor al gran público y que los fieles sepan la fuerza testimonial que ejercen en nuestra realidad diocesana.

Eso explica que la novena presente el siguiente estado de cosas. El día primero, 7 de agosto, corresponde a la Acción Católica, Frater, Justicia y Paz, Promoción solidaria; predica la homilía Don José-Manuel Madruga. El día 8 intervienen el Círculo Católico de Obreros, Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos, Hermandad del Perpetuo Socorro, Institución Teresiana y predica don Ángel Gonzalo. El día siguiente, viernes, son protagonistas las Cruzadas de Santa María, Milicia de Santa María, Asociación Cristiana de Viudas, Asociación de Caridad San Vicente de Paúl, Legión de María; predica don Juan José Pérez Solana. El 10 de agosto, cuarto día, corre a cargo del Camino Neocatecumenal, Focolares, Encuentro Matrimonial, Movimiento Familiar Cristiano, y predica don Francisco Javier Martínez. El domingo está destinado a la Alianza en Jesús por María, Santa María Madre de la Iglesia, Apostolado de la oración, Ekumene, Amigos de don Andrés Manjón; predica don Juan María González Oña. El día sexto, lunes, es el día de la Adoración Masculina, Adoración Femenina, ARPU, Marías de los Sagrarios; predica don José María Portillo. El día séptimo, martes, lo organizan Cursillos de Cristiandad, Hogar de Santa María, Federación diocesana de APAS, Movimiento Cultural Cristiano, y predica don Sebastián Marroquín. El penúltimo día, 14 de agosto, corre a cargo de Renovación Carismática, Grupos de oración Teresiana, Grupos de oración y amistad, OCASHA, y predica don Carlos Alonso Núñez. El último día, 15 de agosto, lo lleva a cabo la Hospitalidad de N. S. de Lourdes, Manos Unidas, Vida Ascendente, Orden Franciscana Seglar, Familia Vicenciana, Movimiento de Laicos Vicenta María y predica un servidor.

Los actos de la novena serán estos: a las 7,30 de la tarde, Santo Rosario y las preces correspondientes; a las 8,00, Santa Misa con predicación. Ambos oficios se celebran en la Nave Central y tendré el gusto de presidirlos. El último día, Fiesta de la Asunción, los actos de la Novena son Misa y Predicación y se celebran por la mañana en la Nave Central.

El día 14, víspera de la Asunción, comenzaremos por una procesión, en la que cantaremos el Santo Rosario y portaremos la imagen de Santa María la Mayor, por Plaza de Santa María, Calle de la Asunción, Martínez del Campo, Espolón, Arco de Santa María, Plaza de san Fernando, y entrada de nuevo por Plaza de Santa María. Luego la Santa Misa como de costumbre.

La devoción a la Virgen está muy enraizada en el alma castellana y burgalesa. La asistencia y participación en la Novena de la Asunción ha de ser una manifestación de esto y, a la vez, un empujoncito en el amor a nuestra Madre, bajo la advocación de Santa María la Mayor. Os animo, por tanto, a que hagáis acto de presencia en los actos de la Novena para demostrar vuestro amor a la Virgen y pedirle cuanto necesitéis.