Beatificación de 522 mártires en el Año de la Fe

6 septiembre 2013

Antes de concluir el Año de la Fe van a ser beatificados en Tarragona, el 13 de octubre, 522 mártires de la persecución religiosa en España de los años treinta; de ellos 68 nacieron en nuestra Diócesis de Burgos. Esto nos hace admirar y agradecer el profundo sentido religioso que han vivido nuestras familias. Estos mártires burgaleses estaban consagrados por su profesión religiosa al servicio de Dios y del prójimo.

«Firmes y valientes testigos de la Fe» es el lema escogido para este acto. Su vida y su muerte tienen sentido porque saben que Jesús es el Viviente (cf. Ap 4,9). El martirio es el signo ante los hombres más generoso y auténtico de la Iglesia, compuesta por hombres frágiles y pecadores, pero, por la fuerza del Espíritu, dispuestos a dar testimonio del amor incondicional a Jesucristo, anteponiéndolo incluso a la propia vida.

No cedieron ante la posibilidad de adorar a «otros dioses» y negar al Dios verdadero. Con ello nos alientan a amar a Dios sobre todas las cosas conforme al primer mandamiento. Nos ayudan a no ceder a los ídolos de la sociedad actual, pues la idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos paganos, sino que es una constante tentación de la fe. Consiste en absolutizar y divinizar lo que no es Dios, lo que tiene sus reflejos en conductas intransigentes. «El testimonio de miles de mártires ha sido más fuerte que las insidias y violencias de los falsos profetas de la irreligiosidad y del ateísmo» (73 Asam. E.E., 26.11.1999).

En la convocatoria del Año de la Fe escribía el Papa emérito, Benedicto XVI: «Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón a sus perseguidores» (Porta fidei, 14).

Cristo es el modelo de todo martirio, «el cual soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la derecha de Dios» (Heb 12,2). Poniendo la mirada en su muerte y en su resurrección, los mártires pudieron soportar la vejación y la muerte, llenos de esperanza. Tenían la certeza de que valía la pena entregar la vida por Él y por los valores del Evangelio a fin de recuperarla para siempre. Fácilmente asociamos la palabra mártir con los tres primeros siglos de la Iglesia, pero con razón el siglo XX ha venido a llamarse «el siglo de los mártires», ya que sólo en él se han dado más que en todo el conjunto de los siglos anteriores de cristianismo. Hablamos de «mártires del siglo XX en España» y no de mártires de la guerra civil, por ser ésta una expresión equívoca. Ellos no entraron en ninguna contienda, ni empuñaron arma alguna sino la de la fe y el perdón.

El mártir da la vida en nombre de Cristo, porque ama intensamente la vida. Su muerte no es fruto de un desprecio a este mundo o de una postura fanática. El primer derecho de la dignidad humana es el de la libertad de conciencia. El mártir asocia su sufrimiento con la Cruz salvadora y, así, completa «lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24), haciéndose oblación y ofrenda permanente. Vive a favor de la vida las mismas actitudes de Jesús. Se convierte, en su época, en prototipo de amor y reconciliación. Su proceder nos enseña cómo ser luz en las más densas circunstancias de tinieblas. En resumen, vive amando y muere perdonando. Con San Cipriano podemos decir: «Dichosa Iglesia nuestra… Antes era blanca por las obras de los hermanos; ahora se ha vuelto roja por la sangre de los mártires» (Carta 10).

Peregrinación a Tarragona

Nuestra Diócesis en su primera sede de Auca (Villafranca Montes de Oca) estuvo unida a Tarragona como sufragánea, siguiendo su disciplina, la memoria de la tradición paulina y la de sus testigos en la fe: san Fructuoso y sus dos diáconos Augurio y Eulogio, martirizados en el año 259. A comienzos del siglo XXI, en la mayor ceremonia de beatificación de mártires de la historia, hay algo que nuevamente une a estas dos viejas iglesias. Tarragona aporta la causa más numerosa, mientras que Burgos la sigue en el número de mártires diseminados en toda la Península: concretamente, 69, nacidos en nuestra provincia (uno en el Condado de Treviño, y 68 en demarcación diocesana). Los lugares de procedencia son los siguientes:

• Arciprestazgo de AMAYA (18): Acedillo (2), Albacastro, Amaya, Los Balbases (2), Grijalba, Guadilla de Villamar, Las Hormazas, Salazar de Amaya, Sasamón, Susinos del Páramo, Los Valcárceres (2), Valtierra de Albacastro, Villamedianilla, Villandiego, Yudego.

• Arciprestazgo de ARLANZA (6): Castroceniza (2), Mahamud, Santibáñez de Esgueva, Torrecilla del Monte, Torrepadre.

• Arciprestazgo de BURGOS-VENA (1): Parroquia de San Lorenzo.

• Arciprestazgo de MEDINA DE POMAR (1): Quintana Martín Galíndez.

• Arciprestazgo de MERINDADES DE CASTILLA VIEJA (1): Arroyo de Valdivielso.

• Arciprestazgo de MIRANDA DE EBRO (2): Pancorbo (2).

• Arciprestazgo de OCA-TIRÓN (9): Briviesca, Miraveche, Monasterio de Rodilla, Quintanavides, Quintanilla San García (2), Reinoso de Bureba, Santa María del Invierno, Terrazos de Bureba.

• Arciprestazgo de SAN JUAN DE ORTEGA (17): Agés, Arlanzón, Cañizar de Argaño, Celada del Camino, Fresno de Rodilla, Mazueco de Lara (2), Mazuelo de Muñó (2), Palacios de Benaver, Rabé de las Calzadas, San Adrián de Juarros, Tardajos (2), Villarmentero, Villorejo, Vilviestre de Muñó.

• Arciprestazgo de SANTO DOMINGO DE GUZMÁN (1): Santa Cruz de la Salceda.

• Arciprestazgo de LA SIERRA (2): Cubillejo de Lara, Rupelo.

• Arciprestazgo de UBIERNA-ÚRBEL (10): Arcellares del Tozo, Fuencaliente de Lucio (2), Huérmeces, Mundilla de Vadelucio (2), La Nuez de Abajo, Páramo del Arroyo, Ros, Solanas de Valdelucio.

• Provincia de Burgos y DIÓCESIS DE VITORIA (1): Añastro.

Así pues, os animo a seguir esta celebración personalmente o por los medios de comunicación y, sobre todo, con una gozosa oración. De modo especial invito a aquellas parroquias donde nacieron estos religiosos mártires burgaleses, siendo para ellas un gran honor. El Centro Diocesano de Peregrinaciones, en la Casa de la Iglesia, se encarga de facilitar las acreditaciones para familiares, autoridades y paisanos de los mártires, informando a quien lo precise de la organización del evento.

Misa de acción de gracias el 20 de octubre

Invito a todos los burgaleses y, sobre todo, a sus familiares, autoridades y paisanos de sus pueblos y de la ciudad a la Misa de Acción de Gracias que, el domingo 20 de octubre, a las 18 horas, presidiré en nuestra catedral de Burgos. Es lógico que estemos alegres y agradecidos por esta glorificación por quienes supieron dar el supremo testimonio de amor a Cristo. A partir de la declaración oficial de su muerte por causa de la fe, sus nombre quedan inscritos en el martirologio de la Iglesia para siempre, serán objeto de veneración y culto, especialmente donde vivieron y murieron y, también, en la tierra que les vio nacer. Es un gozo pensar en aquellas familias y pueblos dispersos en la Provincia en los que recibieron su formación cristiana, esa fe que profesaron con sus labios y rubricaron con sus vidas sin avergonzarse del testimonio del Señor (cf. 2 Tim 1,8).

Esta celebración es como la cima del Año de la Fe. Su recuerdo y actualización por medio de la Eucaristía nos ayuda a la coherencia de nuestras convicciones y vida para hacernos semilla de Nueva Evangelización. Los mártires son para nosotros ejemplo de fortaleza. Su beatificación encuentra pleno significado en quienes no ponen la lámpara debajo del celemín, sino que desean que alumbre a los de la casa (cf. Mt 5,15).

Una beatificación de mártires no va contra nadie, sino a favor de todos como modelos de amor. La muerte violenta no es la que hace a uno mártir, sino su motivación; es decir, haber amado a Cristo y al prójimo hasta las últimas consecuencias. San Juan nos dice: «Amar a Dios significa guardar sus preceptos. Sus preceptos no son pesados, porque todo el engendrado de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Jn 5,3-5). El mensaje profético del martirio no es otro sino el del perdón, la reconciliación y la paz.

Frutos a alcanzar

«Es cosa preciosa a los ojos de Yahvé la muerte de sus piadosos» (Sal 116,15). La condición de la mayoría de los mártires que van a ser beatificados es la de ser religiosos dedicados a la enseñanza, trabajos asistenciales o, también, pastores en la Iglesia. Entre sus rasgos comunes destacan el ser personas de fe y oración, con una vida centrada en la Eucaristía y gran devoción a la Virgen María (cf. Mens. Conf. E.E., 19.4.2013).

Pronto podremos pedir públicamente la intercesión de estos 522 mártires. Deseo que con su ayuda nuestra Diócesis de Burgos siga acogiendo el don de la redención de Jesucristo para que sea semilla de convivencia y progreso. Pido, entre otros frutos, que la celebración de la Beatificación en Tarragona y la Eucaristía de Acción de Gracias en Burgos reaviven nuestro deseo de anunciar el Evangelio, de profundizar en la acción catequética, de fortalecer la unidad de las familias, de ilusionar a los jóvenes en el seguimiento a Cristo, de apreciar la fuerza renovadora de los Sacramentos.

Para la siguiente beatificación, contando con la disposición final de la Santa Sede, nos queda ya en puertas la del Siervo de Dios don Valentín Palencia, fundador del Patronato de San José para atención de niños pobres, y los cuatro jóvenes que quisieron acompañarlo en vida y en muerte, Donato Rodríguez, Germán García, Zacarías Cuesta y Emilio Huidobro. Causa promovida directamente por nuestra Diócesis por ser modelo de sacerdote admirablemente desprendido, de dedicación a la juventud necesitada y buen pedagogo. Esta Causa cuenta ya, desde el 11 de abril de este año, con el voto favorable por unanimidad de los nueve peritos teólogos y la inmediata del Promotor de la Fe.

En momentos difíciles e inseguros para las nuevas generaciones miremos la estela de generosidad que nos han dejado estos testigos de la fe. Que Santa María la Mayor, la reina de los mártires, nos acompañe para que correspondamos sin vacilar al amor de su Hijo.

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